El caqui o kaki (Diospyros kaki) que tuvo su origen en China, Japón y Corea, tiene registros del año 918 después de Cristo, puesto que mencionan al caqui como la “fruta del fuego divino”. Este fruto, en 1828, se extendió a Estados Unidos y en 1870 a España, Francia e Italia.
En la actualidad, tanto en China como en Japón se cultivan alrededor de mil variedades de caqui. En el Perú, Carlos Fukuda Ichikawa fue quien introdujo la primera variedad “Shonaí” en 1935. Después, ingresaron otras variedades como “Guiombo”, “Rama Forte”, “Fuyu”, “Yotsumido”, “Kyoto” y “Doyokuma”. Y las más recientes son “Rojo Brillante” y “Triumph”. En estos momentos, en el Perú se cultivan alrededor de 500 hectáreas con emprendimientos en Huaral, Huacho, Ica, Ancash, Trujillo, Arequipa y Cañete.

La primera cepa en ingresar al valle de Coayllo ocurrió en el año 2012, traído por Armesto Acuña Reyes y Arturo Acuña Porras (padre e hijo), y desde entonces no solo han ampliado la frontera agrícola, sino que han pasado del riego por inundación a la tecnificación para tener un mejor manejo de las cepas. Hoy la familia Acuña cuenta con 1,000 árboles jóvenes en dos hectáreas, y en este segundo año de cosecha la producción es de unos 8 mil kilos de la variedad “Rojo Brillante”, cuyos frutos coayllanos van directo a Desaguadero, frontera con Bolivia, lugar de acopio para ser distribuido al mercado internacional.
Un arbolito de caqui empieza a dar frutos a partir del tercer año, y un solo fruto puede llegar a pesar unos 250 gramos. Una hectárea con árboles adultos puede llegar a rendir unas 50 toneladas de caqui, o el equivalente a 50 mil kilos. El kilo de caqui al por mayor en el mercado cuesta 6 soles, convirtiéndolo en un cultivo rentable y la alternativa que puede dar el salto como tantos otros productos de agroexportación.

Para Arturo Acuña Porras, quien es además juez de Paz del distrito de Coayllo, esta es una nueva alternativa de cultivo para fortalecer la economía local de los agricultores. “Se trata de un cultivo que consume poca agua, resistente a la sequía, tolerante a las plagas, requiere el mínimo de peones para la cosecha, el fruto puede estar en los estands hasta tres meses sin que se malogre, y su costo de producción es la mitad de lo que cuesta cultivar nísperos, pero con ganancias superiores al fruto bandera de Coayllo, sin intermediarios y con pagos al contado”.
Pero hay algo más favorable aún, tener la ventaja sobre la producción que emite el continente asiático que es de setiembre a diciembre; en Huaral y en otras partes del país la cosecha es de marzo a mayo; y en Coayllo es de junio a agosto, justo cuando no hay frutos en el mercado, por lo que la opción como proveedor en los meses de desabastecimiento está asegurado.

Qué duda cabe que este valle ha sido bendecido con un excelente clima para cultivar exquisitas frutas. Desde los tiempos del Señorío de los Coayllo, después los incas consumían la lúcuma, la chirimoya, la guanábana, el pacae, reportados en las excavaciones arqueológicas de la zona. Lo más reciente son los insuperables nísperos japoneses, y ahora el caqui, que, por coincidencia son frutas de origen asiático pero que han echado raíces en esta tierra del eterno sol. Y si a esto lo sumamos los colores del paisaje, en el futuro se podría pensar en el turismo agrícola y vivencial.
Para la venta en el mercado, se requiere que el fruto haya tomado el color anaranjado, se mantenga duro e intacto, y es entonces que se requiere de tijeras para cosecharlo con el casquete y parte del tallo incluido. Su transporte se realiza en canastillas de plástico y con el cuidado respectivo. Hay frutos que maduran en los mismos arbolitos, de pulpa blanda y con la piel transparente. Pero lo que muy pocos saben, es que, a este fruto se le puede manipular su maduración, se le esparce alcohol y se los envuelve con papel, y en tres días está listo para comer. De esta manera, los mayoristas compran grandes cantidades de caqui, y conforme es la demanda en el mercado los van madurando. Un caqui cosechado en buenas condiciones puede tardar hasta tres meses en madurar de manera natural.

El caqui que se caracteriza por la forma de un tomate, que no tiene semillas; empieza con el color amarillo, luego se torna anaranjado y cambia al rojo intenso en la madurez, y que —como fruta fresca— se puede conservar en el refrigerador. Por su sabor dulce y de pulpa carnosa, puede formar parte de diversos postres, e incluso, elaborar una deliciosa mermelada o un aromático licor. Al caqui también se le conoce como “palosanto”, debido a la costumbre de comerlo el 1 de noviembre en el día de Todos los Santos.
Por los colores amarillo y anaranjado de esta exótica fruta, resulta beneficioso su consumo por su alto contenido en betacaroteno, que ayuda a mejorar la visión, además de ser muy rico en vitaminas A y C que contienen antioxidantes recomendables para personas con hipertensión o afecciones cardiovasculares, también en taninos que produce un tipo de polifenol apropiados para reducir el colesterol.