La partícula de mineral encerrada en el círculo…, ¿no la ve? Acerque la nariz a la revista, escrute con detenimiento el área. Ahora, ¿ve la partícula de mineral? Ni el famoso oftalmólogo Waldo Olivos —que Dios lo tenga en su gloria— podría detectarla. “Una partícula de concentrado de mineral es 17 veces más fina que la arena”, explica Luis Bolívar, presidente de la Asociación Pro Desarrollo Sostenible de Paracas. Puede tratarse de cobre, zinc, cadmio, plomo, mercurio, arsénico. Una vez en el aire, la partícula puede filtrarse entre las hojas de las palmeras, en las vías nasales, en la membrana de los huevos del flamenco, en los alveolos pulmonares, en las pestañas, en el sedimento marino.
“El polvo es tan ligero que en el transporte de concentrado de mineral siempre hay una merma”, apunta Bolívar. “La propia Sociedad Nacional de Minería, Energía y Petróleo la calcula conservadoramente en 0,5% por tonelada en un ejercicio de valorización hipotético”. Bolívar hace rápidas cuentas sobre una servilleta. El Terminal Portuario de Paracas (TPP) está nuevamente envuelto en la polémica. El concesionario que desde 2014 administra ese puerto ubicado en la bahía de Paracas, ha solicitado autorización para transportar concentrado de mineral.

El TPP sostiene que se transportará solo concentrado de cobre y zinc; que la carga se trasladará en camiones herméticamente cerrados; que el concentrado se depositará en un almacén igualmente hermético y se llevará en contenedores al buque; que las emisiones fugitivas se aspirarán; que el área de carga será nebulizada, y que los camiones y sus neumáticos se lavarán.
No obstante, el estudio de impacto ambiental (EIA) que presentó el 2018 fue rechazado hace justo un año por el Servicio Nacional de Certificación Ambiental para el Desarrollo Sostenible (SENACE). El consorcio que maneja la concesión —integrado por las empresas Servinoga de España y Pattac y Tucumann del Brasil— apeló la decisión. El plazo para que el SENACE se pronuncie ya venció. Corre el rumor de que la agencia estatal dará a conocer su veredicto en los próximos días. Las redes sociales se inflaman con una campaña ecologista en contra del proyecto. Pobladores y pescadores, agentes de turismo y ecologistas se oponen tajantemente a él. Alienta las brasas la versión de que Palacio de Gobierno presiona para aprobarlo. El argumento sería la urgente reactivación económica.
“No están mirando más allá de sus narices”, fustiga Bolívar. El activista ambiental hace cálculos a la velocidad de un paracas: El concesionario del puerto, TPP, plantea transportar casi 400 mil toneladas anuales de concentrado. Una merma de 0,5% equivale a 2000 kilos anuales de mineral desperdiciados en el camino. Es decir, para aquellos lectores ligeros en matemáticas, nada menos que dos toneladas puras y duras de minerales flotando en el aire.

El EIA está que quema en el despacho del presidente ejecutivo del SENACE, Alberto Barandiarán. La agencia lleva 12 meses intentando resolver esta simple aritmética. Las observaciones técnicas, réplicas y dúplicas que concluyeron en el rechazo del EIA en junio del 2019 están colgadas en las redes (Informe no 00349-2020-SENACE-PE/ DEIN): suman más de 200.
“Ofrecen la tecnología más barata y la más riesgosa», resumió Bolívar. El informe señala múltiples deficiencias en el manejo del concentrado, desde un almacén no tan “hermético” hasta riesgos en su depósito en el barco. El EIA habla de emisiones fugitivas y asegura que habrá nebulización de la carga, pero el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNAMP) observó que la aspiración de los contenedores se realizaría a la intemperie en el muelle y que el procedimiento tiene más orificios que un queso gruyere.

El propio almacén de concentrado de mineral es la alternativa más barata: el techo propuesto es de flexilona, una tela “muy ligera”. En medio de los fuertes vientos y con el sol incandescente propio de Paracas, la autoridad ambiental expresó su preocupación por el desgaste, el rasgado de la lona, la dispersión de micropartículas de plástico en la naturaleza.
El riesgo de un accidente ambiental mayúsculo está presente incluso antes de llegar a (mal) puerto. En caso de un derrame durante el transporte al terminal portuario, el EIA no contempla “equipos y materiales acorde a la naturaleza del derrame [ni] detalla las acciones frente al derrame de concentrado de minerales y posible ocurrencia de ‘viento paracas’ que favorecería la dispersión de los minerales hacia receptores sensibles”, concluyó el informe del SENACE.
Por otro lado, el último tramo de la carretera de acceso atraviesa la Reserva Nacional de Paracas. El tráfico pasa extremadamente cerca de la zona de avistamiento de parihuanas y del área de anidamiento del gaviotín peruano (Sternula lorata) en franca vía de extinción.
Una y otra vez, cada una de las réplicas del consorcio el año pasado fue rechazada con un categórico “observación no subsanada” por el organismo ambiental del Estado. Las redes se agitan. Una vena combativa impregna el ambiente. A casi 200 años del desembarco de San Martín en esa bahía de ensueño, pocos quieren añadir un crespón negro al pabellón nacional.