Si tienes una ventana puedes sembrar. Aunque sea comienza con una lechuga”, dice Francesca Balarín, quien ha capacitado a más de 400 personas en América Latina en cómo tener un huerto casero. En realidad, para empezar solo se necesita un recipiente, un poco de tierra, agua, luz, una semilla o algún desperdicio de la cocina.
Por más pequeño o grande que sea, tener un huerto en casa trae grandes beneficios. Es más saludable porque se come fresco, estacional y nada tiene pesticidas. Además nos ayuda a desarrollar la paciencia, algo que vamos perdiendo en estos tiempos tan vertiginosos. Por otro lado, como todos sabemos, los precios en el mercado han subido y el presupuesto de muchas familias se ha visto afectado.

CARETAS encontró a tres mujeres que por diferentes circunstancias de la vida comenzaron a sembrar en sus casas y ahora gran parte de su alimentación y la de su familia extendida es de su propia cosecha. “Yo no cambio el sabor de mis tomates por tres de cualquier supermercado”, dice Lucero Jácobo, la conocida DJ Frida Nipol, quien vive a pocos metros de unos establecimientos que, por el tamaño, deben estar muy bien surtidos. “Detesto botar comida”, dice y cualquier tapper de delivery lo usa para sembrar semillas o cultivar los almácigos. Cuando las plantas llegan a cierto tamaño las trasplanta a unos contenedores que ella, como arquitecta, ha diseñado con maderas 100% recicladas.

Toda esta aventura comenzó como jugando durante la pandemia. Su balcón de 18 metros cuadrados “era un terral” y en poco tiempo se ha convertido en el laboratorio de su negocio. Comenzó con una lechuga y ahora tiene dos diferentes tipos de albahaca, una gran variedad de tomates, perejil crespo y varias cosas más. “He llegado a tener verduras hasta para regalar”, dice con orgullo.
A pesar de la abundancia asegura que en ese mismo espacio también “he tenido las siete plagas”.

Esto es algo que a Francesca Balarin no le preocupa: “Hojas comidas por bichos es señal de un huerto sano”. Y explica: “En este ecosistema la idea es crear este ambiente donde lleguen mariposas, abejas, caracoles, gusanos, etc. Es más, si tu huerto no tiene bichos está muerto”, dice categóricamente.
Una manera sencilla para repeler estas plagas es con flores, principalmente de color amarillo. Estas pueden ser girasoles, caléndulas o mastuerzos que a su vez decoran muy bien una ensalada y hasta son comestibles. “Las flores son las guardianas de un huerto”.

En un piso nueve y a veinte metros de una de las avenidas más transitadas de Lima vive Sally Chrem. Y para ella el jardín o huerto que tengamos no tiene que ser perfecto. “Si uno quiere hacerlo de una manera profesional o sofisticado, sale tan caro que al final nadie lo hace”.
Sally ha ido conquistando las jardineras, el tragaluz de su departamento, hasta la azotea. Aquí recomienda que lo que se siembre tenga poca raíz, como lechuga, espinaca, cebolla y que solo necesite “un riego pobre”. En las jardineras del departamento, donde hay más espacio, tiene árboles frutales.

“Aquí tiro todas las semillas de lo que como y cuando comienzan a salir cosas me pongo feliz”. Así como los hijos uno “no tiene que esperar que, por ejemplo, los tomates tengan un tamaño determinado para ser buenos. Al contrario, debes esperar que la naturaleza te responda de acuerdo al cariño que le des”, dice Sally que volcó su maternidad hacia las plantas cuando sus niños crecieron.

Cada una de estas tres mujeres nos dejan un consejo para empezar: “No pienses en grande”. “Comienza sembrando cebollita china, apio, poro y no te rindas si se muere una planta”. “Siembra en cualquier envase y si siembras en el techo pon geomembrana”.
Además son unas convencidas de que lo mejor es dejar que las plantas solitas se desenvuelvan. “Eso nos enseña a nosotros a dejarnos ser”.
