La encontramos en plena faena de trabajo. 11 a.m. en el asentamiento humano Villa Isolina, en San Martín de Porres. Rebeca Areche (38) martilla, taladra y calcula. Trabaja en la puerta de una modernizada mototaxi, parte de ese oficio que la apasiona. Cuando llevaba el embarazo de su hijo menor, que ahora tiene 15, no dudaba en subirse a los tráileres para chambear. “Me decían que un poco más e iba a parir encima del carro,”, recuerda. Y sonríe.
Sonríe a pesar de todo. A los 12 comenzó a trabajar como ama de casa. A los 14 tuvo a su primera hija y a los 16 la segunda. Y a los 22 conoció al que sería el padre del tercero. Él tenía un taller de planchado. “Empecé a coger las herramientas porque cuando se emborrachaba dejaba las cosas a medias. Algo en mí me decía que ese trabajo era fácil para mí”. Pero “no había futuro” y cayó en cuenta a tiempo. “Aparte de tomar me pegaba, y cometió el error de faltarle el respeto a mis niñas”, cuenta.
Se separó, lo denunció –ahora está en la cárcel– y allanó su camino sola. Hoy rompe a diario con eso de los ‘trabajos para hombre’: hace pintura, soldadura, planchado y reparaciones en fibra de vidrio. Y se le puede contactar, para contratarla o para cualquier donación de herramientas, al WhatsApp 920 553 728.
“La violencia se usa como instrumento para controlar, dominar y subordinar a una mujer”, comenta Nancy Tolentino, directora ejecutiva del programa contra la violencia familiar y sexual del Ministerio de la Mujer. Esa cartera, precisamente, valentía de Rebeca en noviembre pasado, con una condecoración que le entregó la ministra Gloria Montenegro. Como parte de la política de lucha contra la violencia, además, este año se inauguraron 50 nuevos Centros de Emergencia Mujer (CEM) en comisarías, alcanzando los 150. La meta al 2021 es de 225. A la par, existen 14 hogares de refugio a nivel nacional, donde se ha “resguardado la vida de 2,500 mujeres”, detalla Tolentino.
LEER: #NiUnaMenos: Presupuesto para las mujeres aumentaría en S/.20 millones
Pero todavía falta mucho. Rebeca logró salir adelante y lucha día a día para por el futuro de sus hijos. “Siempre pienso que si hubiera tenido un poquito más de apoyo, a alguien que me matriculara, habría podido estudiar la secundaria y tener un trabajo en el que me puedan recibir”, cuenta. Pero pronto vuelve a mirar hacia adelante. “Tengo todas las ganas de trabajar”, sentencia. Y regresa a su taller. (Jaro Adrianzén)