A diseñadora de joyas Ester Ventura acaba de recibir la distinción de Personalidad Meritoria de la Cultura. Ella comenzó a diseñar joyas en los años 80 y asegura que siempre tuvo “un interés por la composición y lo lúdico”.
Sin querer queriendo porque “uno nunca elude su destino”, comenzó como jugando con la “chafalonería” —la joyería colonial o incaica en estado de deterioro— que venían en los lotes de telas antiguas que ella compraba a los cusqueños que llegaban de las alturas, en los primeros años que llegó al Perú. No por nada, Ester proviene de una familia turca, emigrada a Buenos Aires, y que tradicionalmente se dedicó a la textilería.
“Dentro de las telas encontraba pescaditos de plata, tupos, broches”. Cosas que ya habían perdido su brillo y que estaban siendo descartadas, pero Esther las comenzó a rescatar del olvido. Al comienzo, “las limpiaba, las acomodaba” y las incluía dentro de su propio vestuario. Poco a poco esta afición se fue desarrollando hasta que conoció a Gregorio Cachi, un maestro platero de gran trayectoria, con el cual comenzó a trabajar. Igual, cada pieza “las hacía para mis amigos”.
Ester Ventura confiesa tener una atracción y especial cariño por las cosas desechadas por el resto y que han sido material de otras historias. Para ella “es como volver a darle un valor a eso que de alguna manera está en proceso de deterioro”. Algo que caracteriza a sus diseños contemporáneos es que incluye arte popular peruano, arte primigenio y fragmentos de la naturaleza. Su primera exposición fue a comienzos de los años 80 en la tienda Equus y casi 45 años después, a los 76 años, Esther Ventura dice: “Yo sigo descubriendo. No hay forma de parar esto”.