“Soy autodidacta. Leo mucho, escribo y pinto”, dice Rember Yahuarcani, el artista peruano que a sus 37 años ha logrado conseguir una legitimidad que nadie se atreve a cuestionar. Una prueba de lo dicho: su exposición Rember y Jitoma en el Centro Cultural Británico fue una de las más visitadas, comentadas y saludadas en 2021. Incluso Mario Vargas Llosa —de visita en Lima por las fiestas de fin de año—, pidió conocerlo. En aquel encuentro, hablaron de la historia de la Amazonía peruana, de sus mitos y leyendas, del mismo modo de las etapas oscuras relacionadas a la explotación del caucho. “Vargas Llosa es una persona que sabe mucho, aunque no estemos del todo de acuerdo en la visión que cada quien tiene de la cultura amazónica”.
El taller de Rember se ubica en un lugar que le genera pasión: el Centro Histórico de Lima. O siendo más específicos: en la plaza San Martín. “En mi taller pasó muchas horas del día, no tengo una vida “social” o cultural activa, yo prefiero estar trabajando o salir con mis amigos, muchos de ellos están lejos del ambiente cultural y me siento cómodo que sea así”, señala mientras explica lo que considera el factor central de su obra: los sueños.
“Como bien sabes, yo nací en Pebas, en Loreto, y desde niño estuve en un contacto directo con los elementos de la naturaleza, sentía una identificación con este mundo y siempre me he mantenido fiel a él. Nunca lo voy a abandonar”.
Esa fidelidad de Rember con la Amazonía no solo la ha demostrado en su venerada obra plástica, sino también en sus libros Fidoma y el bosque de estrellas y El sueño de Buinaima. Además, en 2010 ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil Carlota Carvallo de Núñez. En otras palabras: hablar de la obra de Rember Yahuarcani no es solo referirnos a una propuesta en franca proyección internacional, sino también a una característica que contadas veces se ve: Rember es un artista integral que transita por distintos interés, todos ligados a sus orígenes.
“No fue fácil para mí abrirme paso. Supongo que lo mismo les pasará a otros chicos y chicas artistas del interior, entonces les sugiero que estudien y practiquen mucho, y en especial que no se alejen de los mitos y sueños de su tierra. La Amazonía sustenta la fuerza de mi imaginación, la cual me sirve para pintar, escribir y también vivir”, dice mientras recorremos su taller para la sesión de fotos.
Cada cuadro, terminado o en proceso, es una invitación a un mundo onírico que desconecta al espectador, que no necesariamente tiene que pertenecer a él, solo basta sentirlo para ser parte de la experiencia de la imaginación que suscita el milagro: sentirte una mejor persona y vaya que necesitamos sentirnos mejores en estos tiempos de incertidumbre.
Hay que estar satisfechos de tener a un artista como Rember entre nosotros.