Hace más de un siglo, Manuel Gonzáles Prada sostenía que en el Perú donde se ponía el dedo brotaba la pus. Se refería principalmente a la corrupción en la política. Ha transcurrido ese largo tiempo y las cosas no han cambiado: el fenómeno sigue vigente. Hay que reconocer que seguir hablando de corrupción resulta aburrido: se ha convertido en un lugar común.
Sin embargo, algo viene siendo distinto: los personajes, los montos y las formas. Podría llegar a decirse, con innegable cinismo, que la corrupción se ha democratizado en el país. Veamos.
Al iniciarse el siglo XX, la corrupción estaba reservada a las élites, entendiéndose como tales a las clases dirigentes empresariales y políticas Y así se mantuvo en el tiempo. Gobernantes que eran acusados de corruptos por quienes los reemplazaban, y así sucesivamente en un círculo enfermizo. Hasta que estalló el escándalo Lava Jato, que desnudó los alcances inusitados del fenómeno: mucho dinero, mecanismos sofisticados y personajes encumbrados: todos los presidentes de la República entre los años 2000 y 2020 estuvieron comprendidos y vienen siendo procesados. El Perú, estupefacto, tomó conocimiento del daño causado, y de algo más: la falta de escrúpulos y la intrínseca falsedad que conllevaba el ejercicio del poder político y empresarial. Jefes de Estado pactando coimas y empresarios entregando maletines de dólares en efectivo. De allí nace la nueva versión sobre la pus a la que aludía Gonzáles Prada para convertirla en una especie de actual credo popular: “roba pero hace obra”.
Pues bien, según las versiones que vienen acumulándose acerca del gobierno del presidente Castillo, la corrupción del actual régimen desciende directamente de tales ejemplos, aunque proporcionalmente diferentes y más toscos. Haber sustituido el terno por el sombrero y los dólares por soles no cambia la naturaleza despreciable de las cosas. Con uno u otro atuendo y transando en cualquiera de ambas monedas, el hecho criminal es exactamente el mismo: robarle al pueblo peruano.
No es difícil imaginar el raciocinio de quienes hace un año, por una extraña combinación de factores, asumieron el poder en el Perú: si quienes nos precedieron en el gobierno lo hicieron, es decir, incurrieron en corruptelas, por qué nosotros no lo hacemos también. Se ha seguido el guion, pero pareciera que con algunas variantes: la presencia de la familia más cercana del actual mandatario, desde la esposa, los hijos, los cuñados, los sobrinos, los paisanos y los amigos, además de una innovación sin precedentes, constituiría un claro síntoma de la sorprendente propagación de la corrupción en el país. Para no referirse a quienes ejercieron funciones ministeriales y altos cargos en el Ejecutivo, todos eventualmente comprometidos en contratos de obras públicas arreglados, pagos indebidos y comisiones sin justificación.
El dicho de Gonzáles Prada, entonces, no solamente se mantiene vigente, sino que se ha expandido: la pus no brota únicamente del político sino también de sus familiares.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático.