La corrupción es hoy, según las encuestas, el principal problema nacional. Como lo ha sido en otros momentos de nuestra historia: y es que existe una relación directa entre quien ejerce el poder y la corrupción. Esa característica no le es ajena a la gente.
Repasemos lo ocurrido en nuestra vida republicana. El siglo XIX, aquel en el que se proclamó nuestra independencia, tuvo su sello: el famoso contrato Dreyfus, en el que se combinaron los intereses personales de integrantes del Ejecutivo y del Congreso de aquel entonces, y algunos empresarios nacionales y extranjeros, que lo único que hicieron fue perjudicar los intereses del Perú. Como todo estuvo relacionado con el guano de las islas, no es equivocado denominarlo el escándalo de la caca.
Durante el siglo XX hubo variados casos de corrupción que cruzaron los distintos gobiernos, pero el más emblemático fue aquel que se descubrió una vez terminado el régimen fujimontesinista. Durante los diez años en el ejercicio del poder, lo que se hizo fue poner al Estado al servicio de la corrupción. Entre 1990 y 2000 hubo una frecuente afectación de los recursos públicos. Las privatizaciones de las empresas estatales y las múltiples compras de los diversos sectores estuvieron teñidas de corruptelas. Recordar las adquisiciones de armamento, aviones y buques de guerra durante dicho período, no hace más que confirmar los hechos corruptos; tanto que todos los comandantes generales de las fuerzas armadas, y otros altos oficiales de la época, estuvieron (o están) en la cárcel, junto a Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Este fenómeno, a veces, se olvida deliberadamente o se pretende atenuar, pero así consta en los registros históricos.
El siglo XXI no viene siendo diferente. El destape del caso Lava Jato, que comprendió varios gobiernos del continente, incluido el Perú, y a una de las más grandes empresas de la región, como la constructora Odebrecht, lo único que hizo fue confirmar el vergonzoso pacto de las élites dirigentes, políticas y empresariales, con la corrupción. Todos los gobiernos en el país durante esta época han estado comprometidos en el escándalo. La pandemia interrumplió el seguimiento de los procesos, pero el gobierno del presidente Pedro Castillo se ha encargado de que la ciudadanía no se desentienda de su franco rechazo a la corrupción.
Y es que el actual régimen, no obstante reclamarse del pueblo, estaría igualmente envuelto en serias corruptelas, según pareciera por las evidencias que van conociéndose con más detalle. Con una característica, sin antecedentes previos: haberse preparado antes de asumir el gobierno. Han trascendido las conversaciones antes del 28 de julio de 2021, sostenidas entre quienes luego ocuparían altos cargos en el actual Ejecutivo, organizando cómo aprovecharse de los recursos públicos. Que la Fiscalía de la Nación, por primera vez en nuestra historia, esté investigando al presidente de la República en ejercicio, es una clara muestra de la seriedad del caso.
Todo parece indicar que el pueblo no se equivoca en sus percepciones: la corrupción es ahora el más importante problema del Perú.
*Abogado y fundador del original de Foro Democrático