Una joven peruana –Pía León se llama- acaba de ser reconocida como la mejor chef mujer del mundo 2021. De apenas 34 años, al tiempo de sentirse orgullosa por la designación, Pía León ha declarado dos cosas importantes: que su logro antes que personal es el arduo trabajo de un equipo y que todo aquello que ha logrado en su cocina lo ha hecho utilizando exclusivamente insumos peruanos.
Desde hace algún tiempo, la gastronomía ha puesto el nombre del Perú en el mundo. Hoy en día, nuestra cocina es alabada en todas partes. Eso ha sido resultado de un esfuerzo conjunto de todos los involucrados. Si hubiesen primado las mezquindades, los intereses menudos, las divisiones, es seguro que no se hubiesen logrado los notables resultados obtenidos.
Pero el Perú es, también, centro de atención en el mundo por su sorprendente precariedad política. No cualquier país desconcierta a tanta gente en tan poco tiempo. Y es que no es frecuente que en pleno siglo XXI, en apenas un lustro, se haya tenido cinco presidentes de la República, después de haberse intentado destituirlos en cuatro oportunidades, clausura del Parlamento de por medio. Para los estudiosos en descalabros institucionales, nuestro caso resulta emblemático: tres presidentes en una semana.
Instituciones como la vacancia presidencial por incapacidad moral y la clausura del Congreso están reguladas en la Constitución como elementos de disuasión antes que para utilizarse. En estos tiempos, sin embargo, se han aplicado con una facilidad desconocida en nuestra historia republicana. Nuestras clases dirigentes han procedido exactamente al revés del esfuerzo conjunto de nuestra gastronomía: ahí están los resultados.
Ahora mismo, iniciado el nuevo gobierno de Pedro Castillo, luego de un áspero y desquiciante enfrentamiento político, el Perú está otra vez llamando la atención del mundo. Se trata de una curiosidad intelectual.
Se ha creado en el país una nueva división política, gruesa y simplista: izquierda y derecha. Sin matices, sin centro. El Perú está partido entonces entre aquellos que reclaman el cambio y quienes pretenden mantener las cosas tal cual. Este maniqueísmo, artificial y profundamente equivocado, está sostenido por los interesados de uno y otro lado.
El partido del gobierno de Pedro Castillo, principal impulsor de esa concepción divisoria, insiste en el discurso de que en el Perú existen dos mundos, dos culturas, dos maneras de ver las cosas: los pueblos andinos y las ciudades; los pobres y los ricos; los cholos y los blancos. Es una grosera distorsión de la realidad. El país -entendámoslo de una buena vez- es de todos; de unos y de otros. Somos un pueblo mestizo.
La inmensa mayoría ciudadana no va a poner en riesgo la democracia y sus libertades a partir de ese erróneo artificio divisorio. Las recientes encuestas de opinión ya están advirtiendo el fenómeno: el presidente Castillo ha empezado a perder el uno por ciento al día de la gente que lo apoya. Solo por las declaraciones de confrontación.
Nuestra gastronomía señaló el camino: ¿qué espera nuestra clase política?
*Abogado y fundador Foro Democrático