Estamos a poco más de dos meses de las elecciones en los Estados Unidos (EE.UU.). El próximo 3 de noviembre, el pueblo norteamericano decidirá si Donald Trump lo seguirá gobernando por cuatro años más, o si elige a la plancha presidencial del Partido Demócrata que conforman Joe Biden y Kamala Harris.
El proceso electoral estadounidense siempre ha sido importante para el mundo y, en especial, para Latinoamérica. Lo sigue siendo, no obstante el creciente descenso de su liderazgo precisamente por la desconcertante conducta de Trump quien, utilizando un discurso nacionalista, sintonizó con una población deseosa de sustituir al elenco estable de su clase política. Su triunfo fue tan inesperado que hasta el propio Trump quedó sorprendido.
Pero han pasado cuatro años, los suficientes como para que las cosas no solo sean radicalmente distintas sino porque el interés del mundo es mayor. Es muy probable que los más importantes líderes del planeta sigan con mucha atención el desenlace de estas elecciones.
Joe Biden, un veterano político demócrata, ha iniciado su campaña con un cálido mensaje de esperanza. Ha dicho, con mucha emoción y no menos energía, que el desafío es sacar a los EE.UU. de la oscuridad, que es donde Trump lo ha colocado. Luz para despejar las tinieblas, es una buena síntesis de su discurso.
El pueblo norteamericano, como buena parte del mundo, viene siendo afectado severamente por la pandemia del COVID-19. Sus números en contagiados y muertos son impresionantes. El liderazgo que como primera potencia debió cumplir en su lucha contra el coronavirus, Trump no supo asumirlo. Es más, se encargó de transmitir mensajes contradictorios: desde negar el fenómeno (es una simple gripe, dijo), pasando por reducir su importancia (en poco tiempo desaparecerá, agregó), para terminar envuelto en el duro golpe de la realidad.
Ahora bien, ese incoherente manejo de la emergencia sanitaria ha llevado a los Estados Unidos a tener, también, una significativa recesión económica: millones de puestos de trabajo perdidos y otro tanto de empresas cerradas. Pero hay más: en el medio de la pandemia, se revivió el fenómeno de la discriminación racial, que la sociedad norteamericana creía superado.
Y ha sido el discurso polarizante de Trump, aquel destinado a enfrentarse a las minorías de migrantes y afroamericanos, el responsable de la fractura de la sociedad norteamericana. La presencia de Kamala Harris, una afroamericana como integrante de la fórmula demócrata, es una clara respuesta a dicha política divisionista de Trump, quien ya ha declarado que no aceptará el resultado de las elecciones si se permite el voto por correo y él no gana. Un nuevo desafío a la fortaleza de la institucionalidad democrática estadounidense.
Un dato final que no debe dejar de destacarse es que dos hombres de la tercera edad, Biden (de 77 años) y Trump (de 74 años), disputen, en pleno siglo XXI, cómo resolver añejos y nuevos problemas de la todavía primera potencia mundial.
*Abogado y fundador de Foro Democrático