La muerte de Abimael Guzmán debiera propiciar una clara definición del gobierno del presidente Castillo sobre lo que pretende hacer en el país. No se trata de declaraciones condenando al terrorismo y sus nefastas consecuencias, que las ha habido aunque con diferentes intensidades, sino de cuál es finalmente el Perú que se quiere construir para el futuro, respetando la voluntad ciudadana expresada en las elecciones.
Es verdad que el presidente Castillo ha sido enfático en su mensaje de repudio al terrorismo. Sin embargo, ese énfasis no se ha manifestado en la dirigencia de Perú Libre, el partido que se reclama del gobierno, el cual ha hecho referencia a las condiciones que hicieron posible el surgimiento del movimiento Sendero Luminoso en el país. Mientras el presidente censura, el partido reclama interpretaciones. Una discordancia. Ese doble discurso es el sigue alimentando razonables dudas sobre la orientación del Gobierno y, principalmente, el sentido último de sus políticas; para no aludir a los cuestionados antecedentes de algunos ministros y otros altos funcionarios acerca de su militancia o simpatía subversivas.
También es cierto que el Gobierno obtuvo el voto de confianza del Congreso para ejecutar el plan de trabajo que expuso el Gabinete Ministerial; pero allí, salvo cifras, obras y proyectos, no se presentó el proyecto de país que se quiere.
La dirigencia de Perú Libre, en tal sentido, ha dado un primer paso con ocasión de la muerte de Abimael Guzmán: ha preguntado si las condiciones del país se mantienen vigentes actualmente tal cual para explicar el fenómeno del terrorismo, como ocurrió tiempo atrás. La pregunta, sin embargo, tiene una profunda equivocación de base: nada justifica el terrorismo, cualesquiera sean las condiciones que existan. Por eso es que el líder senderista y su movimiento suscitaron la repulsa del país y del mundo. Porque nadie puede aceptar la violencia indiscriminada como mecanismo de acción política. La muerte de gente inocente e indefensa resulta inaceptable en cualquier circunstancia. Ahí está el resultado: Abimael Guzmán terminó sus días en la cárcel, cumpliendo su condena de cadena perpetua, y Sendero Luminoso se encuentra militarmente vencido.
Ahora bien, si el debate al cual invita la dirigencia de Perú Libre es acerca de si las condiciones del país, hoy, ameritan un cambio estructural en la línea de las creencias marxistas leninistas, la respuesta es categóricamente no. Se insiste en que ganaron las elecciones con su mensaje –no desmentido durante la campaña- de instaurar el comunismo en el Perú; lo cual es rigurosamente inexacto. Pedro Castillo ganó las elecciones con un voto caracterizado por la rabia derivada de la devastación de la pandemia y la incapacidad del Estado para afrontarla, buscando un cambio que permita cerrar las abismales brechas sociales. Pero no esperando “un paraíso comunista” que no ha existido ni hay en ninguna parte del mundo. Es momento pues, que el Gobierno tenga claro el alcance de su mandato expresado en las votaciones de la primera y segunda vuelta.
Porque si hay algo que debe estar perfectamente claro es que el Perú no pondrá en riesgo su democracia, aquel sistema de libertades que permite que haya, incluso, preguntas como las que plantea la dirigencia de Perú Libre.
*Abogado y fundador de Foro Democrático