Chile, nuestro vecino país del sur, está haciendo las cosas mal. Todo parece indicar que el proyecto de nueva Constitución será rechazado por una clara mayoría en el llamado plebiscito de salida, a celebrarse el próximo 4 de setiembre. Las encuestas de opinión, coincidentemente, así lo señalan. Se estima que el resultado no será estrecho.
Es interesante examinar el proceso constituyente chileno, el cual concitó la atención del mundo después de producirse el famoso estallido social. Repasemos la historia. Terminada la dictadura de Pinochet, se inició el proceso de transición democrática: durante 30 años, Chile lo único que hizo fue hacer crecer económicamente, reducir drásticamente la pobreza y ampliar las clases medias, todo en un contexto de irrestricta libertad. Las cifras no dejaban lugar a dudas: Chile estaba por ingresar al denominado primer mundo, al desarrollado. Repentinamente, sin embargo, todo empezó a desmoronarse. En octubre de 2019, la gente salió a las calles multitudinariamente a protestar. A pesar de los óptimos resultados, las mayorías ciudadanas reclamaron menos desigualdades, exigieron cerrar las brechas sociales y permitir el acceso de todos a los servicios esenciales de educación y salud. El clamor popular resultó indetenible. Se pactó entonces una salida política a la crisis: convocar a una Asamblea Constituyente para que prepare una nueva Constitución. El 80%, ocho de cada diez chilenos, apoyó la iniciativa. El camino estaba señalado.
Elegidos los constituyentes, se empezó a debatir el proyecto. Se produce un nuevo punto de inflexión: las propuestas que iban presentándose eran entre disparatas, extremistas e hilarantes, al punto de erosionar paulatinamente la legitimidad de la propia Asamblea. Desde plantear la estatización de todos los sectores productivos, pasando por la elección popular de los altos mandos militares, para terminar aprobando la plurinacionalidad, el debate constituyente fue desalentador. La gente inició un lento proceso de descreimiento en sus representantes y en sus iniciativas. La consecuencia de esa letal combinación se está evidenciando: el proceso constituyente en Chile, respecto del cual hubo manifiesto interés, está próximo a frustrarse. El inminente resultado del rechazo mayoritario al proyecto de nueva Constitución, que según todos los sondeos se producirá el domingo 4 de setiembre, así lo acredita.
Resulta difícil encontrar una sola causa a un fenómeno de la envergadura de la que se trata. Pero son evidentes algunas: no se puede redactar una nueva Constitución sin recoger los intereses de una clara mayoría ciudadana; o, dicho de otro modo, no puede privilegiarse a unos en detrimento de otros. Tampoco puede diseñarse la organización institucional de un Estado sin reconocer el derecho de todos sus ciudadanos por igual.
El fallido experimento constitucional en Chile, así como sorprendió al mundo por cómo se inició, ahora lo conmueve por cómo está terminando.
* Abogado y fundador del original del Foro Democrático