Lo que tienen en común las bolsas, las loncheras y los maletines, es que sirven para cargar cosas: mercaderías, alimentos y documentos, usualmente. En el Perú, sin embargo, han coincidido en utilizarse como medios para llevar dinero, pero con una particularidad: destinarlo a fines contrarios a la ley.
Las bolsas de Vladimiro Montesinos, las loncheras de Jorge Barata y los maletines para Keiko Fujimori, después de haberse conocido para que servían, así lo acreditan.
Lo de Vladimiro Montesinos es de antología, y es conocido en todo el mundo: cerros –literalmente– de billetes de dólares americanos eran entregados en bolsas a políticos, empresarios, jueces, congresistas y periodistas, para comprar sus voluntades y cometer actos ilícitos. Y todo esto fue tan cierto, y al mismo tiempo tan patológico, que quedó grabado en los tristemente célebres vladivideos.
Las loncheras constituyen una revelación reciente. Según lo declarado por el secretario general de la presidencia de la República durante el gobierno de Alan García, el representante de Odebrecht en el Perú, Jorge Barata, en algunas de sus frecuentes visitas dejaba unas loncheras llenas, también, de dólares americanos, no de golosinas. Todo hace suponer, sujeto a que se corrobore, que tales entregas de dinero en efectivo servían para que las licitaciones convocadas para ejecutar obras públicas fuesen adjudicadas a la constructora brasilera, asegurándose pingues ganancias.
Lo de los maletines es noticia de estos días. Resulta que el presidente de la entidad financiera más poderosa del país, el señor Dionisio Romero Paoletti, ha declarado ante la fiscalía, y lo ha reiterado públicamente, que se reunió con Keiko Fujimori hasta en siete oportunidades y en cada ocasión le entregaba –otra vez– maletines llenos de dólares americanos en efectivo, hasta sumar 3’650,000. No ha trascendido de qué conversaban en cada momento, ni tampoco si se contaban, o no, los billetes; detalles que en los dos casos anteriores sí se realizaban.
Ahora bien, el tema de los maletines suscita un par de interrogantes: ¿cómo es que el representante del banco más importante del país, desobedeciendo la primera regla de la bancarización, manejaba dinero en efectivo en cifras largamente por encima del límite legal?, y, de otro lado, ¿cómo es que no se aseguró que tales ingentes recursos fuesen realmente utilizados para los fines para los que se entregaban?
En ambos casos, el lindero de la legalidad es extremadamente estrecho (no así el de la moralidad y mucho menos el de la ética), pero de lo que sí no cabe ninguna duda es que la clase empresarial comprometida en tales hechos, carece en absoluto de autoridad para exigirle a los ciudadanos que cumplan con aquellas reglas que ellos son los primeros en incumplir.
Y la justificación de que la entrega de los maletines a Keiko Fujimori buscaban salvar al Perú de la amenaza chavista, parece tan desorientada como aquella que en el mismo sentido se dio inicialmente en Chile, hasta que más de un millón de personas manifestándose en las calles se encargaron de desmentirla.
*Abogado y fundador del Foro Demócratico