Las siglas del título se conocen universalmente. Después de trascurridos dos milenios, todos las sabemos: antes de Cristo y después de Cristo. Se trata de un hecho histórico tan relevante que no ha variado en los últimos dos mil años.
De acuerdo a cómo termine la pandemia del COVID-19, de las secuelas que ya está dejando y de la trascendencia de los cambios que produzca, no es improbable que utilizándose una c minúscula las siglas a.c y d.c, en algún momento, signifiquen antes y después del coronavirus.
Mucho se está especulando sobre las transformaciones que se están generando: olvidarnos, por un tiempo no precisado, de abrazarnos; trabajar en solitario o guardando distancia; no socializar ni relacionarnos: una especie de renuncia a nuestra natural condición humana.
Estamos en el medio de la crisis. Ya hay millones de contagiados y cientos de miles de fallecidos, sin distingo de países ricos o pobres. Ninguno de los actuales gobernantes del mundo se ha ganado el liderazgo necesario para dirigir el combate contra este inusitado fenómeno.
Sin embargo, hay dos personajes que van ocupando un destacado lugar en la lucha global contra la pandemia y de las medidas que debiéramos adoptar cuando se resuelva: Bill Gates y Noah Harari.
Bill Gates, quien no necesita presentación, anticipó la llegada del nuevo virus y sugiere que, ahora, en lugar de aislarse los países deben juntarse: solo cooperando, intercambiando información confiable y asignándose recursos de acuerdo a las necesidades de cada uno, podrá lograrse la vacuna o el tratamiento (que no cree pueda estar antes de 12 a 18 meses), que venza a la enfermedad. Agrega un dato importante: la pandemia se superará después que los más 7,000 millones de seres humanos seamos vacunados. Basta uno que no lo esté para que la amenaza subsista.
Noah Harari, autor de la serie de libros sobre el Hommo Sapiens, anota algo de cuidado: en su lucha contra el coronavirus en algunas partes del mundo, se están utilizando una serie de aplicativos virtuales que pudieran convertirse en un serio peligro para la democracia y el respeto de los derechos fundamentales de la gente. Se refiere a una serie de sistemas que desde los celulares de los ciudadanos, todos registrados ante las autoridades, proveen información sobre sus movimientos, sus contactos personales, sus reportes de gastos, todo con el propósito, ahora, de identificar a los infectados del virus y a quienes pudiesen haber sido contagiados. Mientras ello ocurre, se descorre el velo de nuestra intimidad. Harari advierte que ese fenómeno constituye una potencial amenaza que requiere control ciudadano.
Nadie puede saber cómo y cuándo se eliminará el coronavirus. Lo que sí está claro es que las cosas no serán iguales ni nosotros los mismos. Hay que evitar que lo que venga ponga en cuestión nuestro sistema democrático y el ejercicio de nuestros derechos ciudadanos. Es probable que de eso dependa que se usen, o no, las siglas a.c y d.c.