El pasado lunes 27 de mayo se llevó a cabo en el Nike Boulevard del Jockey Plaza un conversatorio en el que participó Jefferson Farfán a razón del aniversario 50 de Nike.
Lo dicho por el crack peruano suscitó miles de comentarios en las redes sociales y los programas de fútbol estuvieron a la orden para analizar las declaraciones del delantero. Hasta antes de esta actividad, no pocos se preguntaban qué hubiera pasado si Farfán estaba en óptimas condiciones físicas para el partido contra Australia, porque era sabido de los deseos del astro de jugar ese importante encuentro, sin embargo, tras su testimonio, en más de un tramo desgarrador, no quedó la más mínima duda sobre la gravedad de su estado de salud (lesión en el cartílago de la rodilla izquierda).

Considerado por muchos como el mejor futbolista peruano de las últimas tres décadas, la trayectoria de Farfán se caracteriza en líneas generales de exitosa. No olvidemos que a la fecha es una de las estrellas más recordadas de los últimos tiempos del PSV Eindhoven de Holanda, por ejemplo. Además, Farfán es autor de goles capitales, tanto para los clubes en los que jugó como con la Blanquirroja. El primer gol contra Nueva Zelanda en Lima por el repechaje al Mundial de Rusia es uno de ellos. Uno de los tantos más gritados en la historia del fútbol peruano. Ni hablar del cariño de los hinchas aliancistas, que aún recuerdan su gol en la final del 2003 ante Sporting Cristal.
Los logros deportivos saltan a la vista. Pero ¿eso es suficiente para que un deportista esté en el corazón de la gente? Si esa fuera la lógica, Claudio Pizarro y otros ya tendrían su monumento. Jefferson Farfán es un crack con legitimidad social porque nunca ha negado sus caídas profesionales y personales, sino que las ha enfrentado en silencio, recuperando su nivel de competencia también en silencio. Es decir: un Farfán tal cual, sin afeites ni poserías (si gusta o no su conducta, ese es otro cantar). Ese es el detalle en el que se fija el hincha peruano de fútbol, en aquel lazo que marca una conexión que va más allá de la admiración ante la mágica diablura con el balón, que posiciona a este deportista en un exclusivo terreno emocional. Cualquiera no entra a esta dimensión. Hay que ser algo más que un maestro del balón.
A Farfán el hincha lo quiere porque es imperfecto (era el más humano de los llamados “Cuatro Fantásticos”, no lo olvidemos). El cariño que le tiene la gente podría crecer y llegar a compararse con las muestras de admiración a Hugo “El Cholo” Sotil y Roberto Chale. Por eso se sienten todavía las palabras de Farfán tras la actividad del lunes antepasado, en lo difícil que será que regrese al fútbol a los 37 años.
Una breve mirada a sus últimos años basta para aseverar que ha sido un tiempo generoso en triunfos deportivos: campeón de la Liga Premier de Rusia en 2017, participación en el Mundial de Rusia 2018 y tras una larga lesión (al que se suma un periodo de indecisión sobre su destino futbolístico) regresó a Alianza Lima en 2021. Con la escuadra aliancista consiguió el campeonato de la Liga 1 en dicho año.
Solo Farfán sabe si volverá al fútbol, pero hasta que eso suceda, resulta axiomático que sus últimos años en el balompié los está llevando con mucha dignidad.