Para todo seguidor del fútbol peruano, y sin ser necesariamente hincha del Melgar de Arequipa, este es uno de los partidos más importantes en la historia del club sureño. Que dispute la semifinal de la Copa Sudamericana ante Independiente del Valle de Ecuador, no solo es consuelo para el pueblo futbolero nacional (Qatar aún duele y los clubes peruanos dieron vergüenza en la primera fase de la Copa Libertadores), sino también el fruto de un trabajo —digamos— paralelo si lo comparamos con la informalidad del fútbol profesional en Perú.
Un empate en Arequipa (4/8) y triunfo por penales contra Internacional de Brasil (11/8), fortaleció el ánimo del grupo humano comandado por Pablo Lavallén —no olvidemos que Néstor Lorenzo, actual entrenador de la selección de fútbol de Colombia, fue quien dejó en octavos de final a los rojinegros—, por la sencilla razón de que ese triunfo en tierras brasileñas tuvo el elemento que signa a los marcados (suerte, buena racha, etc.) de la temporada. (Un ejemplo próximo sería la campaña del Cienciano del Cusco en la Sudamericana 2003).
Pero Independiente del Valle no es el equipo sorpresa del certamen —esa categoría está reservada para Melgar— sino que al igual que su contrincante de esta noche, también es saludado por la prensa de su país como uno de los clubes más serios del circuito futbolero ecuatoriano, club que ya sabe lo que es jugar estas etapas de una competencia internacional (campeón de la Copa Sudamericana 2019, subcampeón en la Copa Libertadores 2016 y la Recopa Sudamericana 2020), el cual es para la prensa deportiva del continente el favorito para llegar a la final de la actual edición de la Copa Sudamericana.
Para Lavallén, estos encuentros de ida y vuelta son “el partido del descarte”. No solo tiene el reto de que Melgar gane por primera vez en Ecuador, sino también cobrarse la final de la Sudamericana del año 2020, cuando dirigiendo al Colón de Santa Fe de Argentina cayó precisamente ante el Independiente del Valle. A ello sumemos que Lavallén no es una figura cómoda para el aficionado norteño, puesto que aún se recuerda la hazaña que realizó con Atlético Tucumán en la Copa Libertadores 2017 al vencer por la mínima diferencia al Nacional. Para ese encuentro, el equipo argentino llegó muy disminuido, al punto que la selección sub 20 de Argentina —se hallaba en Ecuador disputando un certamen de la categoría— le tuvo que prestar la respectiva indumentaria deportiva. Es decir, a su manera, Lavallén sabe hacer historia y para ello resulta medular la respuesta de sus dirigidos y la misma se vio en el histórico partido de vuelta en Brasil, donde selló con Melgar su pase a esta semifinal.
Martín Anselmi alineó para los locales con: Moisés Ramírez, Mateo Carabajal, Richard Schunke, Cristian Pellerano, Luis Segovia, Jhoanner Chávez, Marco Angulo, Lorenzo Faravelli, Matías Fernández, Junior Sornoza y Lautaro Díaz. Y Pablo Lavallén con: Carlos Cáceda, Alejandro Ramos, Leonel Galeano, Alec Deneumostier, Matías Lazo, Horacio Orzán, Martín Pérez Guedes, Luis Iberico, Alexis Arias, Kenji Cabrera y Bernardo Cuesta. El Estadio Rodrigo Paz Delgado exhibía contados vacíos, pese a que la dirigencia había ofrecido que lo recaudado en la taquilla iba a ser destinado a labores sociales. La terna arbitral la conformaron los brasileños Raphael Claus, Danilo Manis y Rodrigo Correa.
El encuentro fue lo que se esperó. La fe en los rojinegros yacía en su despliegue físico e individual, o sea, Independiente del Valle no iba a ser un rival a dominar sin complicaciones, por el contrario, se trata de una escuadra con más experiencia grupal que incluso juega de memoria en varios tramos de los partidos.
Cáceda y Galeano como baluartes de la zaga, hasta que una desincronización en salida posibilitó el centro que el central argentino Schunke aprovechó para anotar de cabeza el primero a los 30´. Este gol hizo olvidar el tanto anulado a Cuesta a inicios del partido, cuya dinámica reflejó lo que se suponía era la táctica sureña, la obvia: el contragolpe. Tras el gol ecuatoriano, Melgar encimó con lentitud, con toques laterales para cuidar cualquier embestida de los locales; de esta manera a los 40´ se invalidó el empate de Iberico por posición adelantada tras jugada pistera de Cabrera. Melgar no era menos que Independiente del Valle, que empezó a calcular los avances de Cuesta debido al dominio visitante del mediocampo, lo que trajo dos remates directos al arco de Pérez Guedes y Ramírez (ambos desviados por el guardameta Ramírez) a los 42´y 43´, respectivamente.
Melgar, como ya se dijo, no era menos que Independiente del Valle y con esa sensación se dirigieron a los vestuarios los pupilos de Lavallén.
El complemento tuvo su toque de emoción. Todo el Perú gritó por las puras lo que parecía que sería el gol del empate de Arias a los 60´. El poste lo impidió. Pero Melgar seguía buscando el empate y los locales anhelaban contragolpear, pero a sus delanteros se les apagaba el televisor en los tramos finales. Galeano y Denemostier en defensa, y Cáceda en el arco, se convirtieron en auténticas murallas. ¿Cómo nos hicieron ese gol?, seguramente se preguntaba todo Melgar a estas alturas del encuentro.
Melgar estaba animado. Sabía que podía empatar e incluso ganar. Pero la experiencia enseña: no vale proyectarse si es que no anotas. Por eso, no sorprendió el segundo gol de Faravelli a los 68´, menos el tercero de Díaz a los 70´. Esos goles no eran reflejo de lo que estaba sucediendo en la cancha, pero ya sabemos que se gana no por esfuerzo sino por eficiencia, lo que mostró Independiente en un par de minutos en los que explotó la defensa visitante.
A partir de entonces, con un Melgar desequilibrado en sus líneas, Independiente del Valle manejó el partido a placer. Melgar aguantó lo que pudo. Lavallén ya pensaba en el cotejo de vuelta y dos objetivos inmediatos a la vista: intentar el descuento y que no ingrese más la pelota al arco de Cáceda.
Se impuso el mayor oficio de un equipo que ya sabe jugar estos partidos, que conoce de sus presiones y de las oportunidades que no debe desaprovechar. ¿En dónde quedó la épica de Brasil?, se preguntó más de uno viendo esta goleada.
Aún falta el encuentro de vuelta. Pese al resultado, quedó claro que a los rojinegros les sobra actitud. Lavallén debe trabajar en la concentración y en la eficiencia de los ataques. No queda otra.