Mientras el lunes 7 de junio se respiraba tensión e incertidumbre en todo el Perú por los resultados en proceso de las elecciones presidenciales; en Ecuador, Guillermo Lasso, presidente electo de su país, sonreía debajo de su mascarilla al lado de todos los integrantes de su selección. Mandatario y jugadores se tomaban fotos y entrelazados posaban orgullosos con la camiseta tricolor, una simbólica representación de unión y confianza de cara al partido que enfrentarían al día siguiente contra sus vecinos de Perú.
Un elenco que parecía adherirse a la crisis y división generada por el polarizado contexto político; donde hasta la camiseta, aquella que con orgullo cada peruano portaba hasta días previos a los encuentros, se vio afectada. El 0-3 en casa ante Colombia ubicaban como colero absoluto al equipo que estaba muy lejos de ser, otra vez, el de todos.

Perú llegó a Quito como la peor defensa de las Eliminatorias Conmebol con 13 goles en contra en apenas cuatro partidos jugados (igualado con Bolivia). En la otra orilla, Ecuador recibía a nuestra selección como el conjunto más goleador jugando de local: 10 goles en solo dos compromisos gracias a las cuatro dianas que le marcaron a Uruguay y las seis que propinaron a Colombia. Ni siquiera Brasil había sido tan letal como anfitrión con un juego más. Los números anticipaban un golpe de knockout para un país que venía de ser maniatado en su propio recinto y que, además, respiraba el malestar de la división política.
El outsider determinante
A la espera del voto extranjero, un italiano de raíces peruanas llegó a la tierra de su madre para devolver la sonrisa más que a solo la mitad del país. Gianluca Lapadula fue la única buena noticia de la agitada semana previa y de la incierta que comenzó. Sus más de 25 minutos frente a Colombia fueron suficientes para convencer a Gareca y a todos los hinchas de que no necesitábamos depender del capitán y goleador histórico de la selección. Paolo Guerrero llegaba entre lesiones y apenas seis apariciones y un gol en lo que va del 2021. El delantero del Benevento, en cambio, ligaba 23 encuentros en todo el año con cinco goles y tres asistencias en un equipo que terminó perdiendo la categoría, pero que pareció motivar más a un Lapadula que demostró ser el guerrero que nos hacía falta.

Dos asistencias parecen ser poco para lo influyente que fue Gianluca en los 2,800 metros sobre el nivel del mar en los que jugaron Perú y Ecuador en la capital de la ‘Tricolor’. La altura parecía propia de un jugador que, en realidad, creció contemplando las montañas de Turín, mas no jugando sobre ellas como es habitual en Sudamérica. Jugó 91 minutos y, culminado el encuentro, manifestó su deseo de haber querido volver a la cancha. Respiraba agitado, pero hablaba con una felicidad que no se veía, sino que se sentía aun a kilómetros de distancia. La misma algarabía que grabaron las cámaras cuando festejaba los goles con sus compañeros, con emotivos y contenidos abrazos que reflejaban no solo el desquite de poder sumar el primer triunfo en este proceso clasificatorio, sino también el de un país fragmentado, que aguarda por reconciliarse consigo mismo.
A boca de urna
En un estadio vacío, Michael Estrada inquietaba el arco de Pedro Gallese, que portó la cinta de capitán, apenas a los tres minutos de iniciado el encuentro. Un centro que cruzó peligrosamente toda el área peruana parecía una inminente alerta de otra decepción. Sin embargo, en estos precisos momentos, el Perú sabe que los resultados no pueden cantarse antes de tiempo. La selección no se amilanó ante una escuadra que venía de ser vulnerada por Brasil, pero que aguardaba por su revancha en su, hasta ese momento, inquebrantable fortaleza. Cueva, a los 11 minutos, sirvió un balón a Ladapula que, frente a Domínguez y Arreaga, remató con fuerza y sutileza, pero su tiro se fue desviado por unos pocos centímetros del arco ecuatoriano. Perú no iba a dejar que le impugnen tan rápido su boleto a Qatar.

Para celebrar primero teníamos que sufrir. Nuevamente Cueva fue protagonista, pero esta vez por desperdiciar una buena jugada de Carrillo por derecha y el taco de Lapadula, quien esperaba libre la devolución. El trujillano tenía también posición de tiro, pero los recuerdos de Rusia parecían volver luego de su buena estadía en Egipto y la consistencia que le ha devuelto la ‘10’ de la selección. Había entendimiento en el nuevo tridente de ataque peruano, pero en las redes no había conexión. Un lamento que pudo agudizarse con la inmediata respuesta de Ecuador. Luego de un centro de Perlaza, Caicedo no pudo vencer a Gallese, ni tampoco Méndez en el rebote del festival de piernas en área bicolor. El lateral derecho de LDU Quito fue el jugador más desequilibrante del elenco de Gustavo Alfaro.
Un VAR sin fraudes
La segunda mitad empezó con un penal a favor de Ecuador que, sin embargo, el videoarbitraje amargó para los locales. El árbitro uruguayo Esteban Ostojich consultó su decisión con el VAR y percibió en la repetición que el brazo de Abram estaba muy pegado a su cuerpo como para cobrar una pena máxima. Rectificó su sanción y regresó la paz a un equipo que ya no podía reclamar que no se le había hecho justicia. Ecuador amenazó, pero su falta de puntería encontró su némesis en los pies de Gianluca Lapadula y compañía. Un contragolpe que encontró desordenada a la defensa tricolor no fue perdonado por el nuevo ‘14’ de la selección: recorrió con criterio y tiempo para ceder el balón a Christian Cueva, que no tenía que hacer mayor magia que empujar el balón y festejar el gol frente a las cámaras y ante la explosión de toda la banca por ese contenido y ansiado grito al minuto 62.

Ecuador, errático, buscó desesperado y condenó su derrota cuando, nuevamente, Lapadula comandó un ataque junto a Advíncula, quien podía probar al arco o también sacar el centro para Iberico, que llegaba libre para asegurar el segundo gol. Luis probó a Domínguez y el guardameta, como ante Brasil, falló al cubrir su primer palo, y vio cómo el balón se metía lentamente entre sus piernas a su propia meta. Era el minuto 88 y el 0-2 parecía sentenciar el destino del equipo de Gustavo Alfaro. El tiempo perdido por el VAR hizo que el encuentro se alargue por siete minutos más, lapso que permitió a Ecuador achicar una caída, quizá, no merecida, pero que tuvieron que aceptar cuando el juez pitó el final. Perú sigue viendo a todos desde el fondo de la tabla, sumido en un escenario de dudas, pero sus esperanzas han regresado gracias al efecto inmediato de la vacuna italiana y su abrazo conciliador con toda la selección. (Arantxa Contreras)