Por fuera parece una casa y en el frontis de la misma, la seña: Sociedad Humanitaria Ramón Castilla (SHRC).
En la calle Mario Irribaren 153, en el rico Surquillo, se halla el espacio que reúne a los seguidores limeños de la lucha libre, de la misma manera como décadas antes —la del 70 fue la de mayor apogeo— lo hacían en el coliseo Amauta en Breña, Luna Park en la avenida Colonial, el Coliseo Cerrado Puente del Ejército y en la llamada Esquina del Movimiento frente a la carpa Grau.
El público es clave. Tiene a sus favoritos y no duda en ser parte del mismo espectáculo. Los Gladiadores no tienen seguidores, tienen hinchas. Farid la pasó muy mal antes de ganarle a Reptil a punta de agilidad y pundonor. (FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS).
La memoria de los hombres y mujeres en edad venerable enciende los recuerdos: las hazañas del Vikingo, El Nazi, Sandokan, Rudy Chile, El popular Ñoño, El médico asesino, El loco Cardenal, Atila y tantos otros que comparten con los luchadores actuales un lazo común: pasión por los golpes; y una diferencia sustancial a favor de los cultores de hoy: a los golpes, hay que sumarle la excelencia técnica en la acrobacia.
CARETAS ingresa a este templo de sudor, algarabía, indignación y asombro. En ese desorden de impresiones llega a nuestros oídos un “no seas huevón, la DDT, carajo, la DDT”, dicho por un fanático de base cuatro que no ha quedado conforme con una llave RKO celebrada por todo el respetable. Sucede que ni bien empieza la jornada, las opiniones uniformes quedan dinamitadas y la postura incrédula del turista de turno también.
Es otro mundo o como lo declarara Vince McMahon, el dueño de la WWE: “La lucha libre es el circo romano de hoy”.
Hasta el año 2019, la estadística era contundente: Perú contaba con más de tres millones de seguidores de la WWE, cantidad que aumentó tras las restricciones pandémicas, formándose/fortaleciéndose grupos y sociedades a la búsqueda de héroes y villanos locales.

Las 120 personas en la SHRC no entran en vainas: esperan que sus gladiadores estén a la altura de las expectativas en el evento Legado organizado por Gladiadores.
Farid y Reptil brindan una contienda signada por las patadas voladoras, manotazos sonoros en el pecho y perfectos suplexes. El enmascarado Reptil es más alto y fuerte, el respetable lo da como ganador, pero Farid se sobrepone. Sera pequeño pero es ágil y con concentrados gritos agudos encuentra las fuerzas para someter a Reptil con una precisa desnucadora.
Tras la cuenta de tres, el árbitro toca levemente los dedos del perdedor a la espera de una reacción. Reptil responde también con un ligero toque de dedos. Se encuentra bien, pero adolorido y el público grita al unísono:
“¡Esto es lucha!”.
La agilidad no le sirvió de mucho a LJ Night ante el enmascarado y robusto Mansilla, y la contienda entre el parce Jhoan Stambuk y Franco Azurín no estuvo ajena a la polémica a razón de las quejas del segundo tras perder por un supuesto golpe prohibido dado por el colombiano.

“Apaguen esa música de mierda, esto no debe permitirse en la lucha libre peruana”. Revancha cantada.
La batalla de parejas tuvo lo suyo: Renzo Gamboa —hizo su ingreso portando un libro: El camino a la victoria— y Xtasis contra La Plaga conformada por Zero y Seven.
Una patada voladora de Zero en la cabeza de Gamboa hizo pensar que la victoria sería de La Plaga, pero la habilidad se impuso a la fuerza, teniendo su punto culminante en el salto de Xtasis desde el vértice del ring para impedir el ingreso de Seven, quien tuvo que ver cómo Gamboa vencía a Zero.

El encuentro final tuvo al retador Cava y el vigente campeón de Gladiadores, Bad Boy Jr., en la denominada —atención a los ecos— Lucha Callejera Surquillana.
Así es: escaleras, mesas, sillas, tubos fluorescentes y cilindros. Por más esfuerzos (y méritos) que hizo Cava, no pudo con Bad Boy Jr., quien retuvo su título tras un supplex city y una patada voladora con silla incluida en la cabeza de Cava.

Para disfrutar de la lucha libre peruana, solo hay que tener un requisito: la misma disposición cuando lees una novela, ves una obra de teatro o vas al cine: hacer tuya la historia que te presentan.
Lo aguafiestas de la lógica no están invitados.