Los que pensaban que este partido, de repechaje entre las selecciones de fútbol de Australia y Perú, iba a ser fácil. Se equivocaron.
Desde el primer minuto el trote firme y el choque pautaron las intenciones de los australianos. Lo que Grahan Arnold dispuso para este encuentro, lo venía cumpliendo sin importar la efectividad de sus atacantes. El plan no era otro que desgastar físicamente a los dirigidos por Gareca, que por más que intentaron armar su dinámica en base a toques a ras del césped, no consiguieron concretar accion alguna de peligro más allá de un cabezazo desviado de Gianluca Lapadula a los 15’ de la primera etapa.
Como señalamos en una nota precedente a esta, este partido sería uno de dientes apretados y pierna fuerte. La dinámica del juego peruano iba a depender del autocontrol emocional de los seleccionados. La preocupación esgrimida en este espacio no se refocilaba en cómo enfrentaría Perú este trascendental cotejo –para la historia del fútbol peruano y como fuga de frustraciones ante la situación crítica que atraviesa el país–, sino más bien en la administración de pulsaciones de los pupilos de Gareca. La ausencia de Yotún se hizo sentir, ni Peña ni González pudieron hacerse cargo de la posesión colectiva del balón. Cueva y Lapadula rotaban desesperados por las fallidas asistencias.
Más de un hincha peruano estuvo rogando para que el serbio Slavko Vincic diera por concluida la primera etapa. Esto no quiere decir que los dirigidos por Arnold hayan estado haciendo bien las cosas, con mayor razón cuando no lograron dominar el ritmo del partido (pelotazos divididos y recuperación inmediata) que anhelaban imponer para el lucimiento de su estrella Hrustic. Sus rostros rumbo a los vestuarios eran el fiel de reflejo de las oportunidades perdidas.
Sensación de la que debió darse cuenta Gareca para despabilar a sus muchachos. Perú la había sacado barata.
El segundo tiempo dio iniciales señas de que volvería a repetirse la dinámica del primer tiempo. Pero las cosas no estaban para estirar más las especulaciones, había que definir el juego y las triangulaciones de Cueva, Carrillo y Lapadula serían determinantes si se quería definir ante el arquero Ryan. Un par de combinaciones de este tridente firmaron el camino a seguir: al ras del césped. Era la táctica cantada que por alguna extraña razón no se estaba siguiendo.
El tiempo se erguía como el otro protagonista del partido. El cambio del “Orejas” Flores por Carrillo a los 15’ sorprendió a muchos, pero era lo que se debía hacer porque la “Culebra” no se mostraba muy participativo, la misión de impedir la salida de los laterales australianos estaba dejando secuelas en el rendimiento del delantero. Con el “Orejas” se pudo apreciar más de una jugada en pared, pero la Blanquirroja no concretaba el disparo final por el uso innecesario del pase lateral en el tramo cercano al arco rival.
A los 84’ de la segunda parte, el susto para la Blanquirroja tras estupenda jugada en diagonal de Irvine, cuyo tiro rozó el parante de Gallese, pero el horror no quedó en esa jugada, porque minutos después Mabil lanzó un obús que felizmente fue atajado por el guardameta peruano.
El primer tiempo suplementario ofreció indicios de cambio en la actitud de los pupilos de Gareca. ¿Por qué Perú está jugando así?, se preguntaba más de un hincha. ¿Acaso la presencia de Claudio Pizarro con los muchachos en Barcelona los sacó de la concentración?, pregunta más que atendible por lo que se veía en la Blanquirroja, como si se jugara sabiendo que en algún momento se ganaría el partido o que en los próximos días se firmaría contrato con algún club europeo.
Ya no había que pensar demasiado. Perú había estado jugando como si el repechaje tuviera un segundo partido definitorio y en vista de ello fue patente notar un cambio en el juego incaico, ahora más vertical, pero Lapadula no recibía el balón con la claridad de espacio necesaria para un disparo de peligro a Ryan. Disparo de peligro que llegó a los 9’ tras tiro de Flores después de recibir un pase calculado de Cueva. En este tramo del encuentro, lo poco que quedaba de planteamiento devino en esperanza dependiente del talento personal de los jugadores.
En los cuatro minutos iniciales de la segunda etapa suplementaria, Perú tuvo dos oportunidades de anotar. Las posibilidades estuvieron en los pies de Cueva y Lapadula. Ese par de jugadas eran la muestra inobjetable de las estadísticas: la superioridad futbolística peruana sobre Australia, que seguía manteniendo resto físico.
Los minutos pasaban y la rueda de penales se anunciaba como destino, además, el juego se detenía por calambres en algunos jugadores. Australia realizó un cambio de portero, por Ryan ingresó Andrew Redmayne. Ergo: Australia venía preparada para estas eventuales circunstancias marcadas por la suerte.
Y los penales.
Todo el Perú y los jugadores peruanos literalmente con el corazón en la mano. ¿Qué más se le podía pedir a esta selección?
Nada: solo darle las gracias por todo lo que ha brindado hasta la fecha.