Jorge Pihue, Yoseb ‘Theo’ Bonilla, Aldair Condori y Emerson ‘Lupita’ Gala compitieron durante cuatro días en el Tour de la Juventud en El Carchi. Allí, al extremo norte de Ecuador, no solo enfrentaron a los mejores talentos de Sudamérica, también a los prejuicios que señalan que muchachos que vienen del campo no pueden ser deportistas de clase mundial. Junto a AbraFundación Antarki’s Perú, estos jóvenes buscan abrir camino a una nueva generación de ciclistas de élite en el país.
En la línea de partida, a Jorge Pihue –1.70 de estatura, flaquito como un cable y de sonrisa tímida– le invaden esos nervios familiares que anteceden al inicio de una carrera. Si no fuera de Huancayo, provincia de los Andes del Perú, en el tejado del mundo, podría decirse que los 2,860 metros de altitud de San Gabriel, provincia del Carchi, Ecuador, le están afectando. Tal vez, esos nervios se presentan porque, junto a sus compañeros, son los únicos peruanos en el evento. O porque competirán con talentos del Ecuador y de Colombia, cuna del ciclismo sudamericano y tierra de Egan Bernal –ganador del Tour de Francia–. O, quizás, porque ya con 18 años a cuestas y en su última temporada en la categoría juvenil, Pihue sabe que una carrera internacional como esta puede definir para siempre su futuro.
Un anhelo en dos ruedas

La provincia ecuatoriana del Carchi –abundante en campos verdes y que, en días despejados, deja ver el manto de nieve del volcán Chiles– viene abrazando el ciclismo para atraer más turistas. En sus pueblos se han abierto pequeños negocios con souvenirs, artículos y repuestos para los seguidores de este deporte. Varios de ellos llegan hasta aquí en búsqueda de los dos hijos pródigos del Carchi, Jonathan Caicedo y Richard Carapaz, ciclistas World Tour: el primero, ganador de la Vuelta de Colombia y el segundo, del Giro de Italia, el evento más importante del mundo ciclístico luego del Tour de Francia.
De ahí que en esta segunda edición (cuatro etapas del 17 al 20 de diciembre) del Tour de la Juventud Tierra de Campeones, organizada por Caicedo, más de 150 adolescentes entre 15 y 18 años participan en cada una de las tres categorías (damas, prejuveniles y juveniles). Vienen a pedalear 257 kilómetros en cuatro días, pero también para saber si el ciclismo tendrá futuro en sus vidas.

Aunque ningún peruano ha ganado el Tour de Francia y el Perú no es un país reconocido en este deporte, hay excepcionales esfuerzos en los ciclistas nacionales de hoy. El 2019, Royner Navarro alcanzó un cupo para los Juegos Olímpicos de Tokio 2021, un logro que no se veía en 27 años desde que Tony Ledgard nos representara en Barcelona 92. Ante esos ocasionales hitos es que Navarro y Jhon Cunto –entrenador de Navarro– junto a Abra Fundación Antarki’s, se han propuesto formar un semillero que convierta a los talentos peruanos en pedalistas de clase mundial.
El Tour de la Juventud es su primer desafío internacional. Para conformar el equipo, realizaron una convocatoria y seleccionaron a los cuatro muchachos con mejores resultados: Jorge Pihue, de Huancayo; Yoseb Bonilla, de Huánuco; y los primos Aldair Condori y Emerson Gala de Huancavelica. «Por el simple hecho de haber nacido en la altura, estos chicos tienen mucha más capacidad que los de la costa», explica Jhon Cunto, entrenador de Abra Antarki’s. «La hemoglobina y sus valores de hematocritos son altísimos, su umbral de consumo de oxígeno es alta. Los hace muy buenos escaladores. Con una formación adecuada pueden llegar muy lejos».

La carrera de sus vidas
Antes de comenzar a pedalear, los primos Condori miran a su alrededor. Emerson Gala Condori, conocido como ‘Lupita’ por pegar los ojos a la pantalla de sus videojuegos, está sorprendido porque «nunca había corrido contra tanta gente» como la mañana de este jueves 17 de diciembre: 69 juveniles buscan su primera victoria en esta etapa de 11.6 kilómetros a contrarreloj que recorre los pueblos Laguna El Salado y San Gabriel. En cambio, Aldair Condori, de pómulos grandes y ojos pequeños, observa con detenimiento el rostro de sus rivales. «Algunos serios, algunos amigables», sonríe.
Qué distantes se hacían esos tiempos en los que con 13 y 14 años los primos y vecinos Condori salían a pasear en dos ruedas por Pampa Chacra, el pueblo donde residen, a 10 kilómetros de la ciudad de Huancavelica. Con bicicletas heredadas de sus padres y primos mayores, los Condori reafirmaban en dos ruedas las trochas de su comunidad.

El padre de Aldair y sus hermanos, los tíos de ‘Lupita’, fueron la primera generación de ciclistas de la familia aunque solo a nivel recreacional subidos en sus montañeras los fines de semana. De la segunda generación, los primos mayores han competido en eventos nacionales, pero son Aldair y ‘Lupita’ los que, a sus cortos 18 y 17 años, llevan la ilusión familiar de tener un Condori en la élite del ciclismo. Fue el pedalista Rosmel Condori, consciente del talento de sus primos menores, quien los invitó a pasar evaluaciones en Antarki’s en el 2018. Desde ahí vienen trabajando bajo el mando de Jhon Cunto.
A escasos minutos de iniciada la carrera, a Aldair Condori se le desprende la cadena y no puede pedalear más. Hay que tener cuidado para orillar y bajar pues una caída entre los 45 y 60 kilómetros por hora que alcanza un ciclista en estas competiciones puede terminar mal. Aldair ya conoce lo que es tener la clavícula fracturada cuando una tarde del 2017, a 10 kilómetros de su hogar, un auto lo empujó a él y su bicicleta. Sabe que bajar y arreglar la cadena puede complicar sus chances en esta primera etapa. Por el sonido, percibe que su competidor más cercano se acerca a toda velocidad. Intenta concentrarse, agita las manos pero el viento le empuja el pecho: su rival inmediato ya lo ha superado.
«Es todo muy rápido», dice. Sube, mira al frente, sostiene el timón y empieza a pedalear con todas sus fuerzas. «No me queda otra. Tengo que darlo todo».

El enorme esfuerzo de Aldair tiene su recompensa. Finaliza la primera etapa del contrarreloj y Condori consigue el segundo mejor puesto del equipo: 20 de 69 participantes, con un tiempo de 15:23 minutos. Su compañero Jorge Pihue se ubicó en el puesto 19 con 15:22, un segundo antes. Yoseb y Emerson cerraron la etapa ubicados en la posición 36 y 37 con 15:52 minutos.
La segunda etapa, una ruta en línea de 121.5 kilómetros, que recorre San Gabriel, El Juncal y finaliza nuevamente en San Gabriel sería para Emerson ‘Lupita’ Gala Condori el gran reto de la competencia. «El mecánico nos avisó: “va a haber una bajada súper inclinada y si no se pegan al pelotón, quedan fuera”». Pese a la advertencia, ‘Lupita’ no pudo anticipar el intenso miedo que sintió luego de pedalear seis kilómetros y observar como esa gran depresión curvada atraía en picada su bicicleta a una velocidad de 90 kilómetros por hora. «Soy corto de vista», aclara ‘Lupita’.
Pero luego de mirar la sobriedad con la que su primo Aldair enfrentaba ese peligroso descenso se contagió de su confianza. «Al inicio sentí miedo pero cuando le agarré la maña a la bajada le metí con todo». La jornada del viernes 18 de diciembre terminó con Jorge Pihue en el puesto 18, Yoseb Bonilla en el 34, Aldair Condori en el 41 y Brany ‘Lupita’ García en el 50.
El poder de la insistencia
En el hotel, mientras realizaba estiramientos para relajar los músculos de las piernas que las sentía como piedras, Yoseb Bonilla, de 18 años, mirada seria y quien luce con orgullo una sombra de bigote, criticaba su desempeño. Su entrenador, compañeros y todo aquel que lo ha visto trabajar en los entrenamientos lo considera el más disciplinado. “Me dicen eso, que soy humilde y perseverante, pero yo no lo creo del todo porque siempre creo que me falta más”. En el primer día del Tour de la Juventud le impresionó la estatura de los participantes colombianos y ecuatorianos que estaba entre los 1.70 y 1.75 metros. «Son más altos que yo», se lamenta Yoseb con su 1.60 metros de altura.
La estatura está tan presente en Yoseb que uno de sus primeros recuerdos con la bicicleta está en la casa de su abuela, quien le prestó una que se le hacía muy grande y no podía maniobrar. «Me gustaba, pero no sabía qué hacer». Insistiendo y cayendo descubrió por fin que si no intentaba sentarse y solo se paraba en un pedal podía hacer andar ese caballito de acero. A sus 11 años, Yoseb Bonilla andaba en ella «como en un scooter». Y le gustó tanto que a los 13 le rogó a su primo, que trabajaba como abastecedor en un grifo, que le prestara dinero para comprarse una.
Yoseb había pasado muchas veces por el jirón Huallayco para ver los modelos de las únicas tiendas de bicicletas de su ciudad, Huánuco. Él había visto que los domingos un grupo de ciclistas se concentraban en la Universidad de Huánuco para partir en recorridos de cuatro o cinco horas. «Al inicio cuando yo me los encontré me pasaron todos, absolutamente todos. Me quedé boquiabierto. El último que venía de su grupo era un abuelito de casi 80 años. Intenté pegarme a la rueda de él y aguanté un ratito y luego se fue. Ni a un señor mayor le pude aguantar la rueda en aquel momento».
Pero Yoseb siguió asistiendo cada domingo y pronto empezó a destacar. De esas jornadas ciclísticas ganó habilidades y a dos de sus mejores amigos como Héctor Usuriano y Macenciano Pimentel. Ellos corrían para el club Asociación Deportiva León Team Racing. Su presidente y entrenador, Jairo Tello Ponce, fue quien invitó a Yoseb Bonilla al club y le puso su inmortal apodo. Al ver a los tres amigos entrenando, Tello Ponce los asoció rápidamente a la película de ‘Alvin y las ardillas’. «Alvin es Héctor por ser alto y delgado, Macenciano es Simón por usar lentes y yo soy Theo… el pequeñito».
El sábado 19 de diciembre, en la tercera etapa del Tour de 83.7 kilómetros que recorría San Gabriel y Santa Martha de Cuba, Yoseb ‘Theo’ Bonilla demostró un desempeño que no se le había visto hasta el momento en la competición. «Ves a los del World Tour y tienen un nivel físico asombroso. Ves el tuyo y piensas que te falta demasiado. Me motiva ser grande algún día, ser ciclista profesional y correr el Tour de Francia. Me sorprende los paisajes hermosos que recorren. Me gustaría correr por esos lugares algún día». Resultados de la tercera etapa: Yoseb ‘Theo’ Bonilla, puesto 12; Jorge Pihue, 13, Emerson ‘Lupita’ Gala Condori, 37; Aldair Condori, 48.
Un líder en los pedales
Por unanimidad, el equipo de AbraFundación Antarki’s Perú reconoce a Jorge Pihue como el líder. Fuera de la competencia, el joven huancaíno es una persona escueta y reservada. En carrera, su desempeño desafiante motiva a sus compañeros. «Él lo entrega todo. Lo veo sufriendo, hasta los límites y pasar los límites», cuenta ‘Theo’. «En la segunda etapa lo vi a Jorge meterse adelante con el equipo de Richard Carapaz. En mi mente digo: “ese pata sí”», dice ‘Lupita’.
Al cierre de esa jornada, Georgina Ruiz-Sandoval, ‘La Goga’, una de las periodistas icónicas del ciclismo latinoamericano, figura por muchos años de la cadena ESPN y relatora oficial del Tour de la Juventud en El Carchi, entrevistó a Jhon Cunto y Jorge Pihue.
«Es un sueño que estos niños estén aquí», dijo el profesor Cunto. «Hemos peleado muchísimo, persiguiendo a la fuga, con la fundación Carapaz, de relevos a cada instante y el equipo de Caicedo. Tener ese nivel es mucho y estamos felices».
«¿Qué querías hacer en esta carrera?», preguntó ‘La Goga’ a Jorge Pihue. «Ganar experiencia y tomar nivel», respondió. «Para mí fue una alegría que Jorge tenga ese desempeño», declarará más tarde el entrenador de Abra Antarki’s, Jhon Cunto.
¿Cómo se forma un líder como Pihue? Lejos de complejidades, para él la respuesta es simple: «es mi vicio». En un pueblo como Pampa Cruz, a 20 kilómetros de la ciudad de Huancayo, donde la gente prefiere movilizarse en vehículos motorizados, Pihue disfrutaba la calma de pedalear. Aprendió a manejar en dos ruedas a los seis años y a los siete sus padres ya le habían comprado una propia que usaba todos los días.
Cuando entró a segundo de secundaria, su escuela, que quedaba en Cullhuas, a tres kilómetros de su hogar, le prestó una bicicleta para que no tuviera inconvenientes en asistir a clases. «Era cómoda, bonita, era rojita». Iba al colegio en ese velocípedo, volvía, almorzaba y salía con su amiga de acero a dar vueltas por el pueblo. Todos los días, de lunes a domingo debía al menos salir una o dos horas. Los fines de semana, sus amigos de aula lo convencieron de participar en pequeños eventos locales y no pasó mucho tiempo para que Antarki’s le hiciera la invitación.
Durante los cuatro días de competencia del Tour de la Juventud de Ecuador, Jorge Pihue no bajó en ningún momento de los primeros 20 puestos. En la última etapa, un circuito de 40 kilómetros en el pueblo de San Gabriel, quedó en el puesto 13.
Después de un par de horas pedaleando, la mayoría de ciclistas empiezan a competir contra el dolor que les produce su propio cuerpo. Dejan de observar alrededor para concentrarse en ellos mismos, en cómo contener y gestionar el tormento en sus piernas, brazos, hombros, caderas. Es ahí donde la estrategia y la fortaleza mental entran en juego. Y, en este último aspecto, Jorge Pihue considera que vence su principal desafío.
–¿Qué sientes cuando corres? –le pregunto.
Pihue se toma unos segundos para pensar. Y responde:
–Que ya no le tengo miedo a la muerte.