Este 2021 no solo celebramos el bicentenario de la independencia peruana, también otro acontecimiento: los 50 años de la compañía teatral Yuyachkani, fundada el 19 de julio de 1971 por los artistas e intelectuales Miguel Rubio y Teresa Ralli.

Pero ¿en qué yace su prestigio?, ¿por qué esta compañía teatral despierta tantas pasiones consensuadas? Quizá las respuestas a estas inquietudes estén más a la vista de lo que podríamos pensar. Basta ver el año en que se dio a conocer para deducir que su aparición se dio en un periodo marcado por las revueltas políticas (gobierno militar, Reforma agraria y feroces manifestaciones estudiantiles) y su continuidad la llevó también a ser testigo de primera fila del horror del terrorismo ochentero, la dictadura fujimorista y del auge y descalabro del sistema neoliberal.

Por estos tramos de tiempo transitó Yuyachkani sin dejar de honrar la consigna de su identidad nominal en quechua: “Estoy pensando, estoy recordando”. Es decir, la puesta en escena (Los músicos ambulantes (1983), Encuentro de Zorros (1985), Adiós Ayacucho (1995), Antígona (2000) y Rosa Cuchillo (2002), por citar algunos de sus inolvidables proyectos) no solo quedaba en la parcela de la enunciación, sino que detrás de ella había (y existe) una mística discursiva que eleva la epifanía artística como medio para incentivar el espíritu crítico del espectador.
Ese es pues el legado actual de la agrupación: un llamado al activismo colectivo por el Perú mediante sus alegrías, penas y disgustos. No sorprende apreciar los saludos (pensemos en la extraordinaria exposición “Yuyachkani 50 años: Los Yuyas y el teatro peruano (1971-2021)” en la Sala Luis Miró Quesada Garland de Miraflores, la cual está en sus últimos días) que viene recibiendo Yuyachkani. Muchas gracias, Yuyas.