Slash, sin ser vocalista, tiene el mismo histrionismo y magnetismo que el mejor de los frontman. Y es que no necesita cantar con las cuerdas vocales, lo hace con las de su guitarra. Así lo pudieron atestiguar los asistentes a su tercer concierto en Lima, quienes llenaron el Anfiteatro del Parque de la Exposición de una reverencia mística y rendición total ante el prodigioso y despelucado guitarrista.
Era la tercera vez que Slash, y su emblemático sombrero de copa, llegaban a Perú. La primera, así como esta vez, lo hizo con Myles Kennedy & The Conspirators. La segunda vez cumplió los sueños de dos generaciones al presentarse con la alineación casi original de Guns n’ Roses en el Estadio Monumental.
Hipnotizados por el frenético baile de los dedos de Slash sobre las cuerdas de su Gibson Les Paul, los parroquianos, en su mayoría veinteañeros, replicaban el típico ‘headbanger’ noventero. Así fue sucediéndose el setlist de la noche, con una dosis de nostalgia, maestría musical y energía metalera.
El bajista Todd Kerns hizo lo propio al entonar Doctor Alibi, canción que nació de una noche inspirada entre Slash y el también mítico Lemmy Kilmister. Junto con la compañía rítmica de Frank Sidoris y los retumbes de Brent Fitz, el concierto alcanzó las dos horas sin perder intensidad.
Al final de la noche, con una ejecución intensa de Anastasia, la cual era coreada a todo pulmón, un cuajado Slash, ya de barba cana, agradeció la devoción de la noche. Tras repartir uñas y sonrisas se despidió dejando la sensación de haber sido testigos, una vez más, del virtuosismo de un grande. (Javier Zapata)
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