El 7 de abril de 2021, en las instalaciones del Instituto Cervantes de España, se dio a conocer la nueva lista de los “Mejores Narradores en Español Menores de 35 Años” según la revista Granta. Desde entonces, las actividades del muestrario no han parado, los escritores de la lista han seguido produciendo, los relatos escritos para el número especial han ganado premios importantes y desde el extranjero se ha reafirmado la consigna del proyecto: ayudar a promover la conversación trasatlántica del español con otras lenguas.
Bajo todo ese contexto, surgen las siguientes interrogantes: ¿Cómo se lee a los autores hispanohablantes en el extranjero? ¿Qué variables han cambiado en la literatura escrita en español en estos últimos 10 años? ¿Qué preocupa a los escritores hoy en día? ¿Qué sucede con las traducciones? ¿De dónde están saliendo la mayoría de nuevos escritores? ¿Cuán legible es el imaginario hispanoamericano para el imaginario anglosajón? Valerie Miles, editora y cofundadora de Granta en español, responde a estas y otras preguntas en un extenso diálogo con CARETAS, brindando un amplio panorama de lo que está sucediendo actualmente con la nueva literatura escrita en español.
—A poco más de un año del anuncio de la última selección “Mejores Narradores en Español Menores de 35 Años”, ¿cuál es el balance que desde Granta hacen acerca de la proyección y recepción del libro?
Esta segunda selección Granta ha superado con creces nuestras expectativas y ha demostrado el momento pletórico que está viviendo la literatura escrita en español. A partir del anuncio en el Instituto Cervantes, ha sido un sin parar de eventos, de conversaciones, de intercambios de conocimientos y de la creación de una gran comunidad. Todo esto ha ocurrido no solo en Latinoamérica o España, sino también en países de otras lenguas. Por ejemplo, la antología salió en una versión de audiolibro, también en traducción italiana. Igualmente salió en Estados Unidos e Inglaterra en su traducción al inglés. ¡Y todo al mismo tiempo! Hemos estado en muchas librerías importantes del mundo: la British Library, la New York Public Library, en Harvard y presentamos en la Feria Internacional de Guadalajara y en el Brooklyn Book Festival. También tuvimos una gira por Inglaterra. Hubo presentaciones en China. Próximamente en Japón y ya se habla de un evento en Corea. Ahora mismo estamos preparando una gira por Estados Unidos. No hemos parado.
Por otra parte, todos los escritores de nuestra última selección ya tienen agentes. Varias de sus novelas o libros ya han empezado a vender sus derechos internacionalmente y, hace poquito, Michel Nieva, de Argentina, ganó un premio muy prestigioso en Estados Unidos (O. Henry Prize) con el cuento que escribió para Granta. Todo este movimiento ha causado una enorme curiosidad por parte de muchos lectores en el extranjero, quienes desearon saber qué es lo que está sucediendo actualmente en la literatura escrita en español. De hecho, y eso también fue un objetivo central, no solo se ha generado interés por los seleccionados, sino también por otros escritores de lengua española en actividad que quizá por edad no entraron en la lista o que, al ser muy jóvenes, al momento de la convocatoria recién estaban por publicar sus primeros libros. Ha resultado beneficioso para el sector en general. El impacto tan potente nos emociona, porque nuestra idea en Granta siempre fue ser un puente entre el inglés y el español, creando un constante diálogo entre los imaginarios de ambos universos a través de la literatura. Estamos muy, muy contentos con el resultado de este primer año, supera lo que jamás hubiéramos podido soñar, gracias a los lectores curiosos que nos han acompañado.
—A diferencia del contexto que se tuvo con la selección Granta (2010), esta nueva edición se vio afectada por la pandemia del covid-19, lo que amortiguó en un principio su difusión.
Sí, la pandemia del covid-19 dificultó mucho al principio porque en Granta ya teníamos un plan y, en 2020, cuando se hizo la convocatoria, tuvimos que cambiar los procesos y el modo de recopilación de las candidaturas. Llevamos todo a digital, no había otra forma: desde el modo de envío de los libros, hasta la lectura en PDF de los mismos. Agradezco mucho a Ángel Fernández Recuero (editor de la revista Jot Down), quien nos ayudó a transformar un espacio del sitio web en una plataforma de recepción de las candidaturas. Eso nos facilitó mucho el proceso e hizo posible llevar a cabo la tarea. De todas formas, fue muy difícil hacer la promoción de la convocatoria, pues debido al contexto sanitario de aquel momento, las personas naturalmente estaban con la atención centradas en otras preocupaciones más urgentes. En esos días yo estaba en Barcelona y todavía salíamos a las ocho de la tarde, todos los días, para aplaudir a los trabajadores esenciales y personal médico que laboraba presencialmente. Era un momento de mucho miedo y de oscuridad. Pero de alguna manera el hecho de tener un proyecto literario en camino, nos proporcionaba en Granta algo de luz y de futuro, y sirvió como paliativo para esos momentos tan duros. Y cuando nos reunimos con el jurado, por Zoom, fueron momentos también luminosos, pues compartimos lecturas y pareceres. Aunque, claro, también hubo momentos de tensión, ya que había que buscar el consenso y eso a veces obligaba a sacrificar algunas preferencias. Una vez que hicimos la primera selección, los escritores tenían que presentar un texto para entrar definitivamente a la antología, y pedimos que se abstuvieran de escribir sobre el covid-19. Fue la única consigna. Prohibidos los “Diarios de la Pandemia”. No queríamos anclarnos en el momento horrible que se estaba viviendo por entonces. Ya cuando se anunció el número, todas las primeras actividades la hicimos con mascarillas, de forma virtual y con una limitación a medios periodísticos. Pero ese nuevo formato también permitió que gente de otras partes del mundo pudieran conectarse y conocer a los autores. Así que, por un lado, la virtualidad nos dificultó mucho; pero, por otro lado, facilitó la recepción y el contacto con lectores de otras latitudes.
—Frente a la selección Granta 2010, ¿en qué se diferencia esta nueva selección tanto en escritura, referencias y sensibilidades literarias?
La nueva selección Granta nos ha permitido hacer un ejercicio comparativo con la selección Granta 2010, a partir de variables fijas y ya establecidas en cada antología. Así, como en un experimento científico, podemos ver los cambios, tendencias y movimientos de lo que realmente está pasando en el idioma, y cómo ha evolucionado en estos diez últimos años. Por ejemplo, la diferencia más descollante es el uso del lenguaje. En el 2010 todavía se escribía en un tipo de español neutro, estandarizado, en donde muchas veces no se diferenciaba cuál era el origen del escritor o de dónde venía su voz. Pero en la segunda lista Granta, diez años después, ha habido un gran cambio en esa forma de narrar. Los escritores ahora no dudan en utilizar la sintaxis, el tono o las modulaciones de sus regiones o de los espacios periféricos dentro de las regiones. Han devuelto a la literatura escrita en español, ese crisol de acentos, ismos, matices y coloraciones que tiene la lengua de Cervantes.
Otra diferencia es el uso del humor. Este recurso es muy importante para la actual generación de escritores frente a la selección Granta 2010. En la escritura en español actual hay mucho de parodia, de humor, de ironía y de comicidad. Eso es algo que encuentro muy interesante.
Por otro lado, hemos visto que la nueva generación de escritores ya no sale de los centros oficiales. A menudo son escritores que vienen de otros lugares o de la periferia de las grandes ciudades. Por ejemplo, los narradores que representan a España, vienen de Canarias, de Sevilla, de Mallorca, etc. Y en el caso de escritores que vienen del centro, es curioso que escriban sobre lo periférico, lo de afuera del centro. Estamos recibiendo a través de esta generación, noticias de mundos menos conocidos.
En la misma línea, en esta nueva selección Granta hay una gran diversidad, no solo de razas, sino también de géneros. Por ejemplo, hay escritores LGTBIQ+ y una mayor cantidad de escritoras, y también un escritor africano, Estanislao Medina Huesca, de Guinea Ecuatorial. ¡Cuatro continentes! Todo eso diferencia claramente una generación de la otra. Pero no solo eso, también en los géneros literarios hay una diversidad interesante. Se están explorando muchos géneros que en 2010 aún se estaban considerando bastante fuera de lo canónico o de la llamada “literatura seria”. Estoy hablando de la ciencia ficción, de los comics, de los mangas, etc. Actualmente, los escritores jóvenes están empujando los límites de las estructuras, como lo que hace Aurora García Junco, quien escribió un libro que mezcla medios de escritura e imagen de una manera muy original. Así todos estos jóvenes autores ponen en cuestión los procesos tradicionales de la escritura para darle una nueva forma o resignificar los modelos en el acto de narrar: empujar la forma y el lenguaje a sus límites últimos. No es que no se haya hecho esto antes, simplemente que lo están llevando a nuevas posibilidades en el espíritu de una nueva era.
—¿Cómo calificarías a esta nueva generación de escritores?
Yo los califico como animales literarios. Lo que en Granta estábamos buscando era el tipo de escritor que lleve adelante, pese a todo lo que obra en contra, una dedicación a la vida literaria, una escritura absolutamente comprometida con el medio artístico. No escritores ocasionales, o autocomplacientes, sino que ahonden en el desasosiego o en el sentido de confrontación contra el mundo. Al contrario de algunos prejuicios debido al auge de otros medios, hemos constatado que sigue habiendo escritores en esta nueva generación que se les va la vida en la escritura, quienes experimentan la literatura como un salvavidas, como un sine qua non. Todos están en constante lucha con el idioma. Esta relación con el lenguaje es para ellos, como lo es para mí, una forma de supervivencia.

—De la última Selección llama la atención que a pesar de que muchos de sus integrantes son jóvenes “millennials”, el mundo digital no es centro de su interés temático, sino más bien es algo ancilar a este y se encuentra tan interiorizado que resulta un elemento más.
Me parece una lectura muy perceptiva de tu parte. En Granta también nos percatamos de esto. Es curioso. La tecnología y lo digital han acompañado durante casi toda su vida a los autores de la selección, pero en la antología, solo se hace mención a un celular, un dispositivo, en el relato de Paulina Flores, por ejemplo. Paulina utiliza también el código QR y la tecnología sí irrumpe en su historia; pero en el resto de relatos el fenómeno aparece de una manera muy velada o no aparece en absoluto. Creo que los escritores no le dan importancia o se cuidan mucho de usarlo como referente inmediato, porque, como sabemos, la tecnología avanza tan rápido que lo que hoy parece novedoso, en poco tiempo se vuelve un artefacto anacrónico. Y eso envejece un texto de golpe. Es un peligro.
En cambio, lo que sí resulta interesar a los escritores de esta última selección son la distopía, los mitos urbanos, los mitos originales, lo hiperreal, lo gótico y, especialmente, lo rural. Como mencioné antes, la literatura escrita en español está saliendo de los centros para explorar las afueras, los márgenes. La periferia está incidiendo de una manera notable sobre lo que podría ser el cansancio urbano que se tiene actualmente.
—Leyendo a las autoras de la antología, tengo la sensación de que las mujeres de esta última generación han resignificado y buscado nuevas temáticas, intereses y formas para abordar sus textos.
Sí, esta generación de escritoras está explorando lo gótico, la violencia o lo suprarreal, lo visionario incluso, desde una perspectiva femenina. Y esto es algo muy interesante. Todos sabemos que hasta hace poco era muy difícil para una mujer competir en un mundo donde la voz masculina primaba en todo. Las mujeres estaban relegadas a contar cosas de “familia”, cosas “intimistas”, cosas del “cuerpo”, y no se metían en otros ámbitos (como el de la violencia, por ejemplo) porque supuestamente una mujer “no-tenía-que-contar-eso”. Sin embargo, hoy en día las escritoras están explorando todas esas temáticas, sin autocensura, y desde un grado de talento y conocimiento de causa absoluto. Y eso aporta un lado de la experiencia humana poco explorado. Hasta ahora vemos a las mujeres como creaciones literarias de los hombres, que solían infantilizarlas. Esas miradas y perspectivas femeninas reales faltaban totalmente, estaban ofuscadas, escondidas, secretas. ¿Y hay algo más literario que tener un secreto por contar? Hablando con Mónica Ojeda, por ejemplo, le pregunté si le parecía que los temas góticos tan de moda o de violencia que exploran Mariana Enríquez, Selva Almada o Fernanda Melchor, eran una forma de exorcizar la voz femenina frente a las micro-violencias que la rodean en su día a día. Toda mujer sabe de lo que hablo. Ojeda me contestó que sí, que era exactamente así. Y, además, son las mujeres las que están escribiendo desde un lugar radical, mirando a la violencia de frente, a los ojos. Solo así se puede dar nombre a los demonios para hacerlos existir y, desde esa tangibilidad, pelear. Entonces yo creo que esta es una de las grandes tendencias literarias que podemos ver en los relatos de las autoras de esta nueva selección.
—Comentabas que la búsqueda de la oralidad regional, de los localismos y de los giros lingüísticos de cada comunidad, es otra marca de los textos en esta nueva selección. A veces se piensa que escribir en un español estandarizado funcionaría mejor en el extranjero.
Durante un tiempo se ha pensado que un español estandarizado y neutro podría ser mucho más funcional para una comunicación literaria entre España y Latinoamérica. Un libro podría viajar mejor de un país a otro, si tiene un español perfectamente entendible por los lectores de otros países. Pero no es así. ¿Qué sucede? En realidad, se termina diluyendo una experiencia lingüística, es decir estética, de primer orden. Como sabemos, la literatura es un fenómeno del lenguaje, y, como tal, si hacemos del lenguaje una versión aguada, aguachirri, aguachacha, aguachirle, pues se termina diluyendo también su potencia, el poder de asombro de la experiencia de lectura. Ahora bien, esta joven generación de escritores, como reivindicación de la lengua, está ensanchando y explorando el idioma hasta sus límites últimos. Esto es enriquecedor y resulta que está gustando mucho más a los lectores de todos los lugares. A la vez, se está experimentando en el mundo de la traducción un mayor reconocimiento al trabajo de los traductores. Se estudia la traducción, se la piensa de una manera que antes no se hacía tanto. Por fin se entiende como un arte y no solo como un servicio técnico o, como dijo Eliot Weinberger en un ensayo, “una necesidad problemática”. Ahora los traductores son importantes fuentes de información para editores y árbitros culturales. La fortaleza que tiene el español es que es una lengua ágil y vivaz, en continuo crecimiento, y abarca muchas formas de expresión, una plétora de historias, culturas y tradiciones diferentes, a partir de una misma lengua. Es extraordinario.
—Hace un momento destacabas el sentido del humor de esta nueva generación de escritores. ¿Este rasgo es una variable de la literatura escrita en español de los últimos años?
En efecto. El humor está muy presente en esta nueva selección y parece ser una de sus variables más definitivas. Estamos viviendo en tiempos de sátira. Es curioso esto. Recuerdo que cuando Roberto Bolaño ganó el Premio Rómulo Gallegos por Los detectives salvajes, el jurado comentó que le concedieron el galardón porque el autor utilizaba el humor, algo que ellos hallaron poco común en la literatura latinoamericana y española en aquel momento. Durante mucho tiempo se pensó que el humor era un recurso menor, pero en cambio ahora esa figuración mental ha cambiado totalmente. Los escritores están abarcando ese recurso en toda la gama de sus manifestaciones, desde la sátira, el sarcasmo, la ironía y la pura comicidad. Este es un cambio muy interesante, porque ya no se toman tan en serio y en varios casos, incluso se burlan de ellos mismos. Pero valga el lugar común: no hay nada más serio que el humor.

—Cuando apareció el libro, hubo muchas críticas sobre la búsqueda de cierto “correctismo político” por parte de Granta para la selección de textos. Y eso porque en muchos de los relatos hay una marcada temática de identidad de género, interés por el sujeto subalterno, lenguaje inclusivo y abundancia de personajes LGBTI, por lo que se intuye que se trató de ir sobre seguro. ¿Esto fue así?
En absoluto. En Granta no creemos en el “correctismo político”; al contrario, para nosotros la literatura debe tener dientes, debe molestar y empujar al lector a lugares incómodos, mostrando el mundo tal cual es, y que no siempre es, como se sabe, políticamente correcto. Hay que mirar al demonio y describirlo; como decía antes, darle nombres. Obviarlo es una estupidez. No desaparece porque cierras los ojos. Pero fíjate, una de las primeras críticas que recibimos fue que la selección no incluyó autores LGBTIQ+ o autores trans, por ejemplo. Decían que no era posible que hoy en día en una selección tan importante no se pensara en autores de ese colectivo o de cualquier otro género. Cuando nosotros leímos esto, que vino de una columna de The New York Times, nos dimos cuenta de que el crítico era alguien que no conocía a los autores y sus tendencias sexuales, y que claramente ni siquiera había leído el libro, lo cual era mucho peor. En Granta no obligamos en nada a los autores, no les dijimos sobre lo que debían o no debían escribir, excepto que mejor no escriban diarios de la pandemia. Y por supuesto, siendo jóvenes escritores insobornables e insubordinados, Munir Hachemi escribió sobre la pandemia. Y nosotros tan panchos. Pero no había consignas. Ellos no las hubieron aceptado. Ahora bien, si en la antología hay escritores de géneros diversos y también cuentos con personajes de géneros diversos, eso no hace más que reflejar la realidad y lo que está interesando a los narradores que llevan 35 años de consciencia y que están escribiendo en estos momentos.
—En una parte del prólogo se dice que se buscó relatos que se alejaran del “muy cansino uso y abuso de la primera persona, de las figuraciones del yo” y que “las narraciones de muchachos en el burdel, o de violencia gratuita, nos parecen ahora insufribles, inequívocamente passé”. ¿A qué se debió este criterio? ¿No te parece que, en cierta medida, busca anular algunas temáticas para establecer otras?
Siempre es bueno crear un poco de polémica y generar debate. ¿No crees? Que todo el mundo esté de acuerdo en algo… no sé, me parece la mera definición del Infierno. Aquello que mencionas del prólogo era sin duda una provocación. Pero nos interesaba tomar una postura que, lógicamente, iba a soltar alguna chispa porque obliga a reconsiderar y repensar, o buscar mejores argumentos. Y eso se logró. Sin embargo, vale aclarar algo. Cuando nos referimos al uso y abuso de la primera persona, nos referimos al uso ingenuo y superficial que a veces se le da a ese recurso. Como lectores, estamos exhaustos de escritores que escriben solo desde el ego (desde un “yo” completamente egocéntrico) historias ligeras y con una pátina de literatura, pero que en realidad no son más que una estampa de lo que hicieron en el desayuno o de cuánto les costó tomar el bus. El “yo” es una forma muy fácil para componer algo autobiográfico, sin la más mínima técnica literaria. Y luego todo el “si soy yo, si no soy yo” aumenta aún más el ego del escritor que está al centro del texto y al centro de quien está hablando del texto. El yo fractal, el yo abismal. Pero el problema real es que muchas veces la gente que utiliza el “yo” para contar sus vidas, ni siquiera sabe que ese “yo” no es la persona real que está escribiendo, o no lo debería ser, sino un narrador inventando, un artificio más de la literatura. Ahí está la trampa de la autoficción. En Granta no estábamos buscando escritores ingenuos, estábamos buscando escritores que manejaran las técnicas narratológicas, escritores que no son solo lectores sino relectores, que están en conversación con ese sotobosque literario de todos los tiempos. Escritores que no cayeran en las trampas de la autoficción ingenua. El “yo” de Ernaux o el “yo” de Carrere son “yoes” eviscerantes. The real thing. La daga, el puñal, la navaja. El “yo” será convulso o no será. Ojo, mucho ojo con el “yo”.
Considero que en estos días cuando todo quisqui piensa que puede escribir una novela, un cuento, porque cree que escribir es como redactar un correo electrónico un poco más largo, hay una obligación a demonstrar el conocimiento técnico y de la tradición. Los tiempos vuelven a pedirlo como marca de distinción. Una persona que canta en la ducha no piensa que debería tener una temporada en la Scala. Y alguien que no tiene la más mínima idea de la literatura, que incluso se jacta de no leer y piensa que puede escribir una novela, está en un error. Y, ¿sabes? Casi siempre escriben desde el “yo”.
También queríamos profundidad en las temáticas. Por ejemplo, si un escritor quiere tratar temas escabrosos o escatológicos, pedimos que no lo hiciera desde el ángulo de los viejos tópicos, los lugares comunes o el efectismo banal. Por eso en el texto del prólogo estábamos provocando, no para decir que hay temas que no se pueden tratar, sino para decir que, si se van a tratar estos temas, que sea desde un ángulo novedoso y original.
—Hablando de temáticas y sensibilidades, ¿cuán legible es el universo de la literatura escrita en español dentro del imaginario del lector anglosajón?
Emerson escribió un ensayo que se titula Historia y para mí este ensayo responde a la pregunta de la legibilidad. Allí Emerson sigue un concepto que viene desde la antigüedad, pero al mismo tiempo pasa por el pensamiento a priori de Kant, el inconsciente colectivo de Jung y el poema “Correspondencias” de Baudelaire, quienes, cada uno a su manera, postularon la idea de que todos nacemos con alguna información que compartimos con el resto de los seres humanos, simbólicamente, más allá de nuestra condición o cultura. Dice Emerson en Historia: “Hay una mente común a todos los individuos. Todo hombre es una entrada a lo mismo y a todo de lo mismo. (…) Puede pensar lo que Platón ha pensado. Puede sentir lo que un santo ha sentido. Puede comprender lo que le haya ocurrido a cualquier hombre. Quien tiene acceso a esta mente universal, es un partido para todo lo que se ha hecho o puede hacerse, porque este es el único agente soberano (…) Un hombre es la enciclopedia de los hechos, la creación de un millar de bosques está en una bellota y Egipto, Grecia, Roma, Gale, Bretaña, América, estaban ya plegadas en el primer hombre (…) Si el todo de la Historia está en un hombre, todo ha de ser explicado por la experiencia individual”.
Todo esto se sustenta cuando de repente observamos alguna manifestación del arte rupestre de hace miles de años y entonces todos nosotros logramos sentir un estremecimiento estético, un llamado, una conexión con eso que es tan, tan antiguo. “Pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte,” escribió Nabokov al final de Lolita. Eso es el hecho literario. Nos permite atravesar el tiempo y el espacio, conectándonos con otras consciencias tan lejanas y aparentemente extrañas a nosotros. La buena literatura, por eso mismo, trasciende el espacio cultural a través de la traducción y puede llegar a otros públicos. Porque cuando estamos leyendo, no leemos como nosotros mismos, sino como todo un consciente colectivo y eso hace posible que la legibilidad se dé entre libro y lector, así estén separados por espacio y tiempo.
En la actualidad ya hemos progresado muchísimo y dado pasos agigantados en ese aterrizaje de la literatura en español al inglés y a otras lenguas. Hoy en día se está traduciendo más que nunca y hay mucho interés del público lector. Hay un mercado que está pidiendo conocer, leer y descubrir más la literatura que viene de la lengua de Cervantes. Y eso sucede porque la literatura hispanoamericana está explorando mundos de gran valor humanístico. Por ejemplo, las mujeres están contando sus historias desde sus propias voces, los mitos de las zonas rurales están empezando a emerger, se está explorando el imaginario de las comunidades indígenas, se está narrando los conflictos y las cosmovisiones de las periferias, etc. Todos estos mundos que antes no tenían voz, ahora irrumpen en las letras hispanoamericanas y transmiten su soberanía y legibilidad. Eso está llegando con mucha fuerza al mercado anglosajón y los lectores lo están consumiendo vorazmente.
—En ese sentido de legibilidad o de viaje de lengua a lengua, ¿cómo ha sido el proceso y los criterios de traducción de los textos de la selección?
Fui la editora de los textos tanto en español como en inglés, de modo que pude seguir todo el proceso, digamos, íntimamente. Primero trabajé editando los textos en español con los autores, entablando con ellos conversaciones, intercambios, preguntas, y luego hice la selección muy cuidadosa de los traductores para cada uno de los textos, según los estilos y otras variables afines al universo de los relatos. Muchos de los escritores no tenían traductores aún, pero algunos sí, y se respetó el trabajo previo. Luego trabajé con los traductores editando las traducciones, y después envié todo para corrección y fact-checking, trabajando todos como un gran equipo, los editores de Granta inglés, los autores, los traductores y yo en una especie de juego de ping pong. Entregamos el manuscrito después a sus editores internacionales: Vintage en Norteamérica, Candaya en España y Latinoamérica, Audible, y al editor italiano. Respetamos al máximo los usos lingüísticos particulares y peculiares y el equipo de traductores del número es un auténtico dream team. Hubo mucho intercambio y mucha comunicación para lograr esa magia de la traducción: trasladar el fenómeno semántico y toda la experiencia lingüística de un idioma a otro. Fue precioso y enriquecedor.

—A estas alturas, ¿se puede seguir pensando que el lector anglosajón tiene una idea exótica de la literatura hispanoamericana?
Soy un poco reticente hacia el término “exótico”. Entiendo lo que quieres decir. Pero se puede pensar que desde otros lados también nos exotizan a nosotros. Por ejemplo, se puede exotizar desde aquí, al sur de los Estados Unidos, o a los vaqueros. Sentir que sus tradiciones son extrañísimas y hasta descabelladas. Yo creo que la gente lee porque quiere experimentar cosas que no son familiares a su entorno directo o porque desea descubrir mundos desconocidos e inaccesibles para ellos. Eso es lo interesante de la literatura: el viaje que nos lleva a conocer otras culturas y otras vidas que jamás imaginamos. Pero hay que aclarar aquí que la literatura escrita en español no está llegando necesariamente al público anglosajón porque resulta “exótico”, sino porque es muy buena, porque hay voces y escritores que manejan el control de sus recursos narrativos, porque hay originalidad, porque hay riesgo, ambición, en fin, porque hay mucho oficio.
—A diferencia de la enorme cantidad de libros traducidos del inglés al español que recibimos en Hispanoamérica, el mercado estadounidense, pese a ser mucho más grande, recibe menos traducciones del español al inglés. ¿A qué se debe este fenómeno?
Es verdad ese contexto que mencionas. El mercado estadounidense es sustancialmente más grande que el español y latinoamericano, es el más grande del mundo con enorme diferencia; y, sin embargo, traducen menos. Eso significa que se la pasan más leyéndose a sí mismos, que leyendo otras literaturas o tradiciones. Pero curiosamente, un dato que la gente desconoce, es que el capital no es estadounidense, sino europeo (Penguin Random House y Holtzbrinck vienen de Alemania, por ejemplo; o Lagardére de Francia, etc.). Estados Unidos es un mercado muy, pero muy competitivo, que exige ciertos códigos y dinámicas propias para la circulación de un libro y hasta hace poco el sector editorial estaba en manos casi exclusivamente de cinco grupos grandes, lo cual marca un sesgo hacia la pura rentabilidad, con poco riesgo en la selección de los títulos, y pocos gastos. Una traducción añade un gasto muy importante en el escandallo. Pero hay grandes independientes como New Directions, Coffee House, Archipelago, New York Review of Books, Graywolf, entre muchos otros, que han estado aumentando sus traducciones. E igual que en el mundo hispano y español, hay toda una nueva cultura indie de editores y también libreros brotando y trabajando maravillosamente bien. En gran medida, el nuevo interés en traducción responde a este vital movimiento de editoriales independientes en EE.UU. y también en Inglaterra. Granta mismo, que además de la revista es una editorial que publica en inglés la obra de autores como Alejandro Zambra, Valeria Luiselli, Andrés Barba o Mariana Enríquez. En ese sentido, iniciativas como las de la selección Granta crean puentes que permiten y facilitan la comunicación entre una obra escrita en español y el lector angloparlante.
—¿Qué escritores te interesan actualmente en tu papel como editora de Granta?
Granta publica cuatro números al año en inglés, y en español uno. En estos números, siempre estamos al acecho de obra original, desafiante, genial, independientemente de las edades o nacionalidades de los escritores. Por ejemplo, nos encanta Aurora Venturini, quien ganó el premio de novela joven de Página/12 a lo poco más de ochenta años. Siempre estamos descubriendo y leyendo a voces emergentes de cualquier edad. Un autor que he leído recientemente es Osamu Dazai. Se ha convertido en un bestseller y quizá su espíritu existencialista responda al malestar que se vive en esta época. Trabajé con una estudiante china en Barcelona que escribió una comparativa entre la traducción de la novela del japonés al chino y al inglés. Fascinante. En cuanto a la poesía, aprecio muchísimo la poesía documental de C. D. Wright, de quien destaco One Big Self. También el poeta Forrest Gander, quien ganó el Premio Pulitzer en 2019 por su libro de poesía dedicado a ella. Y también recomiendo a la poeta Susan Howe, otra emersoniana como yo. Trabaja mucho con materiales de archivo y en su poesía interpola juegos de imagen y texto. En la época que yo estuve trabajando en el archivo de Roberto Bolaño, la poesía de Howe fue para mí como una linterna que iluminó mi trabajo. También hay un poeta joven con una relación con el mundo natural de extrema profundidad y sensibilidad: Jeffrey Yang, de quien recomiendo su An Aquarium. Y en cuanto al ensayo, me gusta Anna Della Subin. Publicamos un texto suyo en Granta en español, y ahora su primer libro, Accidental Gods, acaba de salir en inglés en la editorial de Granta. Sin duda está llevando el ensayo literario a lugares insospechados, siguiendo los pasos de su padre, Eliot Weinberger. Publicamos también a muchos autores de otras lenguas en Granta en español, que descubrimos para Granta o los otros Grantas en otras lenguas. Han escrito exclusivamente para nosotros autores como John Coetzee o Paolo Giordano, Susan Sontag, Richard Ford, Lydia Davis, etc., y en algunos casos los textos son inéditos en sus lenguas de origen. Hay Grantas en varios idiomas ahora, gracias al proyecto en español que dio el modelo internacional. El más reciente en lanzarse es Granta árabe, que se publica desde una librería en el este de Jerusalén, gracias a la intercesión de Granta en hebreo, que publica desde una librería en Tel Aviv. También recomiendo a Laszlo Krasznahorkai, el escritor húngaro que publicamos hace unos números, y al filósofo iraní Dariush Shayegan, a quien perdimos hace unos años.
—Y entre autores jóvenes fuera del ámbito hispanoamericano, ¿quiénes llaman tu atención?
Puedo nombrarte tres narradores jóvenes estadounidenses que aparecieron en la versión anglo de la última selección Granta (USA): Ottessa Moshfegh, Jesse Ball y Joshua Cohen. Son muy destacables. El antiguo editor de The Paris Review, Lorin Stein, decía de Otesssa algo que llamó mucho mi atención: “Los cuentos de Moshfegh ni siquiera saben que son cuentos”. Al principio me pareció la típica boutade de editor, pero cuanto más la fui leyendo, más entendí el sentido de la frase. ¡Y tiene razón! Es una autora absolutamente original. Por su parte, Jesse Ball es un escritor que tiene una carga filosófica muy intensa y al mismo tiempo experimenta con la extrañeza. En ese sentido, me parece, guarda un parentesco literario fuerte con Michel Nieva. Ambos tienen una enorme y exuberante imaginación. Ball es provocador, pero a la vez muy inteligente. Hay que leerlo. Y en cuanto a Joshua Cohen, este joven escritor acaba de sacar un libro titulado The Netanyahus que sale en varios países ahora, publicado por editoriales como Fitzcarraldo en Inglaterra y New York Review of Books en Estados Unidos. Es decir, pasa revista. Recomiendo seguir la obra de estos tres escritores jóvenes de la lengua inglesa. No decepcionan.
A nivel internacional, recomiendo al autor israelí Nir Baram con su libro La sombra del mundo, publicada por Alfaguara. El libro te abre los ojos a cómo funciona el tráfico de influencia política internacional. Es una novela tremenda. Baram nació sabiendo. Y dos genias: Jakuta Alikavazovic (Francia) y Helen Oyeyemi (Anglo-nigeriana). Son colosales. Y porque creo que la juventud de una persona no corresponde con los años que lleva en la tierra, pienso en un escritor ya mayor: Francesco Pecoraro, para muchos el mejor narrador vivo de Italia. Lo publica la editorial Periférica. Es un escritor aún secreto en el mundo en español y por eso mismo recomiendo mucho acercarse a su obra. Es jovencísimo.

—Naciste en Nueva York y no eres de una familia de origen hispanohablante. ¿Cómo fue que se interesó tanto por el español al punto de llegar a editarlo?
La literatura ha sido siempre, desde que tengo conciencia, mi refugio. Quiero decir desde algún lugar incluso antes de mis recuerdos reales. De pequeña tenía mi propio lenguaje, nombres para cosas un poquito diferentes. Y eso me pareció tan fascinante que podía decir algo y nadie sabía lo que estaba diciendo, aunque yo sí, perfectamente. Conocía los nombres secretos de las cosas. A menudo intentaba juntar letras al azar, diciéndoselas a mi madre. Y cuando de repente logré formar una palabra, sentí como que el mundo tembló. Mi primera palabra era E-A-R. Que en inglés quiere decir oreja. Sentí este fenómeno del lenguaje en relación con la extrañeza. Y como algo mágico. Y esa sensación se me ha quedado toda la vida.
Entonces con el tiempo, el hecho de leer y explorar mundos desconocidos, viajar entre espacios y lenguas distintas, repotenció esa pasión. Empecé a leer a la Generación Perdida y me dieron un modelo de vida que coincidía con mi centro literario. Sobre todo, Gertrude Stein, porque era mujer y logró salir y fue un centro para muchos artistas y escritores. Otro de mis grandes mentores fue Paul Bowles, a quien conocí y con quien pasé tiempo. Paul terminó en Marruecos gracias a Gertrude Stein. Hay una larga tradición norteamericana del expatriado literario y me inscribo en ella, en esa aventura de habitar en un mundo desconocido lingüísticamente. Yo quería mirar el mundo desde otra perspectiva, desde el lugar extraño, no desde el espacio habitual o en el que podía sentirme completamente cómoda y segura. Pienso que la extrañeza vuelve a generar el encanto a las cosas cotidianas. Todo parece nuevo, incluso el pan, y hace estallar el pensamiento. Y siendo una emersoniana como soy, pues Emerson solía decir que hay que acercarse al mundo desde la perspectiva de un niño. Cuando aprendes un nuevo idioma y asimilas una nueva cultura, haces exactamente eso: ver el mundo como una cosa maravillosa, grande y llena cosas nuevas por conocer. Nuevos signos, nuevos códigos, y la rueda gira. Susan Sontag, que también vivió en Francia y le gustó muchísimo pasar tiempo en España, decía que vivir en el extranjero permite mirar la vida como un espectáculo. Me parece el lugar literario por antonomasia.
—Me he percatado que en cada entrevista o charla que das, siempre buscas la oportunidad para mencionar o citar a Herman Melville. ¿Por qué te gusta tanto este autor?
¡Melville! Acabas de tocar mi fondo, mi Harvard y mi Yale. Moby Dick es una de las grandes novelas de mi vida. Una suerte de Biblia. No es solo una novela de aventuras, sino también un artefacto narrativo que explora el interior del ser humano, a la vez que explora el mundo. Me siento muy afín a mi amado Ismael, en especial en eso de sentirse huérfano y de buscar en el mundo un conocimiento más intenso y directo con las cosas que se desconoce. Un día Ismael empieza a sentirse deprimido, le falta algo, en su alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso, y desea alejarse de la vida superficial, el consumismo banal de la isla de los Manhattoes, para buscar un sentido espiritual más profundo, en comunión con la parte acuática del mundo. “Las grandes compuertas del mundo de las maravillas se abrieron ante mí y entre las delirantes imaginaciones que me impulsaron hacia mi propósito, de a dos en dos, procesiones interminables de ballenas. En medio de todas ellas pasó un fantasma gigantesco, encapuchado, como una colina de nieve en el aire.” El mar es ese espacio-espejo mágico. Por eso cada año dicto clases sobre Moby Dick en la Pompeu Fabra y menciono a Melville porque es un maestro. Y cuando piensas que murió pensándose un escritor fracasado… que murió en la penuria… Cada mención se vuelve una justicia poética.
—Si para Gordon Lish editar significaba “un acto de competencia entre el editor y el autor”, ¿qué significa editar para Valerie Miles?
Para mí editar es tratar de convertirme en el lector perfecto o ideal del texto de un escritor. Todos sabemos que cualquier intento estético está condenado al fracaso: el famoso “naufragio” del que hablaba Borges. Pero un editor es esa persona que ayuda al escritor a llevar a cabo su empeño de llegar lo más cerca posible a las geniales intenciones que tenía en un principio. Y celebrarlo. Y crear esta complicidad en la extrañeza del lenguaje, en su poder y su magia. La literatura es más que el acto de leer. También tiene que ser una conversación. Sí, eso es para lo que estamos.
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*J. J. Maldonado es autor de la celebrada novela El amor es un perro que ruge desde los abismos (2021).