El Centro Histórico de Lima es una caja de Pandora. Como se sabe, todo puede pasar —lo inimaginable es moneda corriente— en sus calles.
A saber: en plena jungla de cemento se exhibe una exposición de escultura llamada Selva. Entonces, la percepción del visitante es presa de un hechizo ante una dicotomía (concreto-naturaleza) a la que hay que abrigar desde su hechizo sensorial y la especulación que despierta. Esto a manera de prólogo, porque Selva constata una vez más la contenida fuerza telúrica de la imprescindible artista Silvia Westphalen quien, tras el éxito de Suculentas en la Galería Fórum en 2019, expone ahora en el Centro Cultural Garcilaso de la Vega del Ministerio de Relaciones Exteriores.

“La piedra es una extensión de mí, me siento identificada con la piedra, su fragilidad y fuerza, es una invitación abierta a tocarla”, dice Westphalen, que no oculta el espíritu de denuncia que también proyecta este trabajo.
“Desde 2007 visito la Amazonía peruana con frecuencia, incluso estoy pensando en irme a vivir a la selva por una larga temporada. La selva me atrae, me ayuda, porque me identifico con su variedad de formas, pero también me preocupa lo que se está haciendo con ella, por eso Selva es un llamado de atención sobre el poco cuidado que estamos teniendo con nuestra Amazonía. La naturaleza nos cuida. Me sorprende que haya pocos espacios abiertos en Lima en los que el ciudadano pueda tener contacto con esta riqueza”.

Verdad de Perogrullo: Silvia Westphalen es una gigante de la escultura latinoamericana. “Me reconforta que esta exposición esté en un circuito en donde transita mucha gente, en especial los jóvenes. Pienso en los chicos talentosos de Bellas Artes, que van a poder visitar Selva para apreciarla y discutirla”, precisa la artista, cuyas palabras denotan la modestia de las que saben grandes y que cuidan su fuente creativa de las distracciones actuales.