Un par de obras de teatro de gran nivel se presentaron en este año también complicado para las artes, con mayor razón si hablamos de las escénicas. En este convulso contexto, el joven director de teatro Jean Pierre Gamarra ofreció un par de obras clásicas que gozaron de la contundente anuencia del público: El misántropo de Molière y La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca.
–¿De dónde sacaste ánimo ante un escenario/contexto tan desalentador?
En un país como el nuestro, donde el teatro es una lucha constante de los privados, donde no existe desde el Estado un apoyo formal a las artes escénicas, donde no existen compañías nacionales de teatro, ni teatros públicos que permitan subsistir a una industria, hacer teatro se convierte en toda una aventura. Sin embargo, para quienes hacemos teatro, estas adversidades son parte de nuestros procesos, enriquecen nuestra labor y nos permiten decir con orgullo, que estamos haciendo algo importante. Creo que el teatro es un espacio de catarsis, y este año ha sido sin duda un tiempo de transformación y aprendizaje. Mi trabajo no consiste en tener miedo, mucho menos a un texto clásico, consiste precisamente en revelar su valor y ofrecerlo al público de hoy.
–Con estas puestas en escena, se quebraron ciertos prejuicios sobre lo clásico.
2022 fue un año transformador. Nadie creía que dos obras clásicas del repertorio mundial podrían captar la atención del público, se puso en duda la actualidad del texto, se puso en duda la duración de la pieza, existían dudas sobre el valor de las palabras y lo más trágico era que se puso en duda la sensibilidad del público. Sin embargo este año nos ha demostrado lo contrario: no debemos subestimar al espectador, no podemos reducirlo a un Tik Tok, el teatro no debe ser un reflejo de lo que somos sino de lo que queremos ser, el teatro debe ser una ventana hacia un ideal. No podemos privarnos de una cartelera de calidad, nutrir la oferta teatral es una necesidad, y dar cabida a los grandes clásicos debe ser una responsabilidad de los teatros locales.

–Ambas obras son poliédricas, proyectan muchas interpretaciones.
El Misántropo de Molière y La vida es sueño de Calderón de la Barca son sin duda dos grandes textos del repertorio mundial. La comedia de Molière ofrece una ácida representación de una sociedad enmascarada, mientras que La vida es sueño por su parte es la joya más preciada de la literatura hispánica, es un texto que todos conocemos pero no entendemos, sus versos son tan cercanos a la cultura popular pero es una obra olvidada en las programaciones de los teatros.
–¿A qué crees que se deba?
Vivimos una época donde el teatro actual habla de situaciones y coyunturas, sin embargo el teatro clásico suele centrarse en personajes y arquetipos siempre con grandeza y allí radica su vigencia, porque no hay mayor misterio que aquel que vive encerrado en cada ser humano.
–Como persona, ¿qué te deja este 2022?
Para mí, 2022 fue un año de descubrimientos. He aprendido que el público peruano es curioso y sensible, basta pensar en ellos con respeto y ofrecerles una programación osada. Ver El Misántropo y La vida es sueño con sus funciones agotadas ha sido para mí un antes y un después, ha sido enriquecedor ver un público joven que venía al teatro con entusiasmo… Ese ha sido el mejor regalo.