Hay una luz en las páginas de la tercera edición de Habla una mujer (Planeta, 2021) de Elsa Hochhäusler de Sagasti (EHS, 1922 – 2002): la persuasión discursiva, la misma que en ningún momento subestima al lector, ubicada a años luz de aquel mal de nuestros tiempos llamado superioridad moral.
La autora nació en Austria, vivió en Chile y en Perú desarrolló una carrera periodística en CARETAS (donde firmaba como “Doña Cándida”), El Comercio y La Prensa. Quizá este tránsito vital forjó en ella la cualidad de los capos del articulismo, aquella que marca la pauta del punto de vista, tan esencial en un género en constante tensión debido a la inmediatez: el desarraigo, pero uno que no está signado por el malditismo (ajuste de cuentas), ni el presupuestado efectismo. Vale subrayar este segundo aspecto, importante en la composición del artículo siempre y cuando no se abuse del lugar común, a saber: los argumentos de la cadena opinativa —el nuevo articulismo, según algunos— que vemos en las redes sociales y que se sustentan en el bombardeo efectista disfrazado de idea.
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EHS iba por otro rumbo en su desarraigo, este era algo más suave en el registro y no menos impactante en su transmisión. En su prosa es posible detectar una intención pedagógica horizontal, que canaliza mediante ejemplos de vida, estrategia que permite que el lector consiga una identificación cercana o lejana con su tópico de ocasión.
Dividido en diez secciones (Una vuelta al jardín; Por el camino; Azul o gris; Fuego y levadura; Reminiscencias; Dilemas; Las cosas simples; Impresiones y reflexiones; En broma y en serio; y Desde el balcón), la publicación incluye también una entrevista a EHS.

¿Qué hallará el lector en estos textos publicados entre 1965 y 1971? ¿Acaso hay algo nuevo que nos pueda decir una mujer que vivió el mundo a otro ritmo? Preguntas atendibles que tienen una inmediata respuesta: una mirada, un carácter y una agradecida ironía que convierten al lector en cómplice de su fraseo de época. Es precisamente la ironía el toque distintivo de Habla una mujer, la cual sirve de puente con los lectores sin importar las evidentes diferencias generacionales.
EHS abordó muchísimos temas, pero uno se imponía como su preocupación mayor: la dignidad de la mujer (al respecto: “Felpudo”, “Mujeres que trabajan”, “Ayuda recíproca”, “Dura escuela”, entre otros artículos). Una mirada actual la calificaría de feminista, pero leído el libro en conjunto, bajo la iluminación de su exposición, nos lleva a una no rebuscada conclusión: EHS solo plasmaba su sentido común. Este es un grato descubrimiento para quienes recién la leemos.