La música británica Christine McVie, la rubia tecladista de Fleetwood Mac, falleció de manera inesperada el pasado miércoles 30 de noviembre, a los 79 años.
Por un tiempo, los Mac fueron los Beatles trasatlánticos. Entre 1975 y 1987 el quinteto británico-californiano desarrolló su fase imperial a través de cinco discos con Rumours, y sus 40 millones de copias vendidas, como la joya de la corona.
Liderados en un principio por el prodigioso guitarrista Peter Green, habían irrumpido en 1967 como punta de lanza de las bandas de blues británico. Ocho años más tarde pasaban por un período transicional de discreta fortuna comercial. El ingreso de la pareja musical y sentimental conformada por Lindsey Buckingham y Stevie Nicks cambió su trayectoria para gozar de un segundo debut que eclipsó el impacto de todo lo anterior.
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Buckingham era el guitarrista visionario que de inmediato tomó las riendas de la producción y los arreglos. Nicks, una menuda poetisa de magnética presencia y voz particular que se convertiría en el foco visual de la banda. La solidez de la sección rítmica compuesta por el altísimo Mick Fleetwood y el estoico John McVie —de ahí el nombre del grupo— les dio a los compositores el hilo conductor y el colchón sonoro para sus creaciones.
Christine McVie —Perfect de soltera, retuvo el apellido tras su divorcio del bajista— ya llevaba varios años con el grupo y completó el trío de cantantes-compositores. Era lo que hoy se llamaría la menos mediática. A pesar de que la telenovela rockera se escribió a partir de la separación de las dos parejas, la suya no tuvo mayor drama. La de Buckingham y Nicks, en cambio, atizó durante décadas el drama público, actuado y real, hasta el despido otoñal de Lindsey en 2018.
Pero la mitad de canciones del vendedor Greatest Hits de esta alineación (1988) fueron firmadas por Christine. Su voz transmitía espiritualidad, calidez y una medida de whisky. Como los otros dos británicos, ella vino de una banda de blues y esa base la definió por siempre. Desde “Don’t Stop” hasta “Say You Love Me”, incluso en sus exitosas contribuciones del disco de hiperpop Tango in the Night (1987): “Everywhere” y “Little Lies”. Como para recordarnos su fiabilidad, discos donde el grupo ya no tenía completo al quinteto de ases, como Behind the Mask (1990) y hasta el malhadado Time (1995), albergan sus pequeñas joyas.
Las incursiones solistas fueron infrecuentes en relación con los otros dos. En 1999, poco después de que el reparto estelar se reuniera, y cansada de las giras, se retiró. Quince años más tarde volvería al redil para unas últimas rondas. Vale la pena escuchar In the Meantime (2004) y, sobre todo, el disco que lleva su nombre y el de Buckingham (2017), que incluye a todos menos a Nicks en una frustrante manifestación tardía de disfuncionalidad. Fue en realidad el último disco de Fleetwood Mac, y estuvo al nivel de su reputación.
Con su romanticismo impenitente y su tradicionalismo melódico en contraste con el misticismo de Nicks y la excentricidad pop de Buckingham, Christine tejió una parte de la colcha de lo que hoy se llama rock clásico. Sus artesanos ya van desapareciendo. No pares de pensar en el mañana, animó. Y habrá que seguir obedeciéndole.
(Enrique Chávez).