La producción editorial sobre el Bicentenario viene ofreciendo un abanico de temáticas en las que entran a tallar una gran cantidad de voces autorizadas. La presente publicación, Independencia. A 200 años de lucha por la libertad (Ediciones B) de la historiadora Natalia Sobrevilla, se ubica en este escenario editorial. Sin embargo, el discurso y la administración de información que la autora despliega en estas páginas, posibilitan un acontecimiento para los lectores: una conexión con la historia peruana sin necesidad de ser un especialista para poder entenderla.
Sobrevilla narra, reflexiona y brinda una mirada alternativa a este proceso de la Independencia y en su propósito no solo cuenta la gran historia de la misma, también la enmarca en un contexto mundial para luego aterrizarla en la historia del otro gran protagonista del libro aparte de San Martín y otros próceres: el pueblo y la exclusión de este.
Sin el factor pueblo resulta imposible tentar un acercamiento razonable a uno de los hechos recurrentes de este periodo: la falta de acuerdos, lo que terminó generando una liberación escindida, partida, sin mayoría absoluta. Esta es otra de las cualidades de Independencia: es también un mural del desencanto social.
Para tener mayores luces de este periodo de nuestra historia, CARETAS conversó con Sobrevilla.
—¿Crees que este es un momento bisagra para el Perú (vivimos pandemia y crisis política)? En tu libro consignas la expectativa de la población ante la posibilidad de una independencia, la cual tenía su propia complejidad. Ese fue un momento bisagra, como también lo es en la actualidad.
Vivimos sin duda un momento bisagra, un momento de cambio, pero en el que no hay mucha claridad de hacia dónde vamos. La pandemia ha desnudado muchas de las carencias de nuestra sociedad, sobre todo la tremenda desigualdad y de cómo la década de crecimiento no logró proveer a todos los miembros de la sociedad con lo mínimo y la crisis política no es más que un reflejo de todo esto. El momento de la Independencia fue también un momento bisagra, un momento de cambio donde no se sabía realmente cómo sería el futuro.
—Hay mucha información en tu libro y una de sus cualidades es precisamente su registro escrito. La data está, pero esta no interrumpe la lectura. ¿Cómo es tu relación entre la historia y la escritura?
Fue un gusto escribir este libro, y lo hice de un tirón, como si lo estuviera contando. Mi escritura tiene siempre algo de oralidad, lo pienso como si lo estuviera diciendo y luego lo escribo. La libertad de no tener que seguir las convenciones de la historia de citar y de entrar en dialogo teórico en el texto mismo me dejaron la libertad de simplemente poder narrar los hechos que me parecían importantes y necesarios para entender el proceso.
—Cuando narras este proceso, emerge un factor: la disconformidad. Entonces, una impresión que se desprende de la lectura es que se impuso el bando emancipador más por insistencia que por acuerdos comunes.

Los consensos fueron escasos, por eso mismo fue una guerra, porque existían visiones opuestas de cómo se debía enfrentar la crisis monárquica y también había ganadores y perdedores en el sistema colonial y los que ganaban con ese sistema no tenían interés alguno en cambiarlo. El bando de la emancipación se impuso por insistencia y porque las alternativas dejaron de ser posibles. Los fidelistas fueron derrotados y no podían contar con apoyo o refuerzos de la península, fue por ello que se consolidó la Independencia.
—En la narración de Independencia hay dos aspectos que gustan mucho: su reflexión y valoración de los hechos. ¿En ello ha servido la distancia —vives fuera del país desde hace mucho tiempo—, la cual permite forjar una mirada menos desapasionada?
Definitivamente, la distancia ayuda a ponderar los hechos, pero no solo porque trabajo como académica en el Reino Unido, sino también porque llevo más de una década colaborando con académicos de todo el continente americano y eso hace posible tomar distancia de las visiones puramente nacionalistas.
—El nombre mayor de este proceso y personaje histórico casi central de tu libro es San Martín. Antes que gran batallador, era un estupendo negociador. ¿Crees que esta ambivalencia causó que no tenga el necesario arraigo popular habiendo sido él quien proclamó la independencia peruana?
Es extraña la figura de San Martín en el Perú, se le considera un gran líder porque proclamó la Independencia, pero en el Perú no tuvo ninguna batalla exitosa. Yo tiendo a pensar más bien que los peruanos ven la figura de San Martín como el gran héroe, a diferencia de Bolívar, a quien a menudo se le presenta como un hombre ambicioso que desmembró el país, a pesar de que sin él no se hubiera consolidado la Independencia cuando se logró.
—Aunque no es la función de un libro dar lecciones, Independencia parece sugerir una: mirar más lo que ocurre en el interior del país y llevar a cabo una integración en las decisiones.
Sí, Independencia es un libro que nos invita a pensar en el Perú fuera de Lima para poder tomar en cuenta la diversidad y complejidad del país. Es además también un relato sobre la historia de la exclusión, ya que hasta que no tomemos en cuenta esta historia no podremos tomar pasos para remediarla.