En el portal del Instituto Cervantes se consigna la lista (que seguramente suscitará más de una polémica) de mejores narradores en español menores de 35 años que cada diez años lleva a cabo la prestigiosa revista británica Granta.
“Desvelaron la relación de autores seleccionados la editora y directora de «Granta» en español, Valerie Miles, y el poeta y ensayista Aurelio Major en representación del jurado, compuesto por Horacio Castellanos Moya, Gaby Wood, Rodrigo Fresán y Chloe Aridjis.
La relación completa es la siguiente: Mónica Ojeda (Ecuador), José Ardila (Colombia), Paulina Flores (Chile), Michel Nieva (Argentina), Mateo García Elizondo (México), Gonzalo Baz (Uruguay), Miluska Benavides (Perú), Eudris Planche Savón (Cuba), David Aliaga (España), Aura García-Junco (México), Martín Felipe Castagnet (Argentina), Carlos Fonseca (Costa Rica), Andrea Chapela (México), Andrea Abreu (España), Camila Fabbri (Argentina) Dainerys Machado Vento (Cuba), Alejandro Morellón (España), José Adiak Montoya (Nicaragua), Aniela Rodríguez (México), Estanislao Medina Huesca (Guinea Ecuatorial), Munir Hachemi (España) Irene Reyes-Noguerol (España), Carlos Manuel Álvarez (Cuba), Diego Zúñiga (Chile) y Cristina Morales (España).
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Participaron también en la presentación en el Instituto Cervantes, a través de vídeo, la presidenta y “alma” de la centenaria revista, Sigrid Rausing; el colombiano José Ardila, la cubana Dainerys Machado y el mexicano Mateo García Elizondo. Esta es la segunda gran selección de autores en español que realiza «Granta». La primera, llevada a cabo en 2010, difundió el talento de una generación de escritores entre los que destacan Samanta Schweblin, Andrés Barba, Andrés Neuman, Alejandro Zambra, Elvira Navarro o Santiago Roncagliolo, entre otros”.
De la lista de seleccionados de 2010, destaquemos la presencia del narrador Carlos Yushimito, que hasta ese entonces tenía el saludado libro de cuentos Las islas (Sic Libros, 2006/Planeta, 2017). Y en la presente selección, figura la escritora Miluska Benavides.
En 2015, Benavides publicó un cuentario de extraordinaria factura estilística: La caza espiritual (Celacanto). Quien escribe participó de la presentación de este libro en la librería El Virrey de Lima y a Benavides la invité al ciclo de charlas literarias que dirigía en esta misma librería.
Consigno este dato para poder graficar el tránsito de La caza espiritual hasta la fecha, uno signado por el silencio (si no me equivoco, ningún medio se ocupó de la publicación) y por un creciente y consistente saludo crítico de los lectores. Es decir, lo que Benavides no lograba (ni le interesó, hasta donde sé) en la algarabía mediática (entrevistas, reseñas, tas-tas editorial, festivales, encuentros, invitaciones e inevitables variantes), lo conseguía en la construcción de una lectoría que no dudaba en reconocerla como una extraordinaria narradora.

Los que han seguido la trayectoria de Benavides (desempeñándose también como literata y traductora, con libros publicados), este logro no suscita ningún tipo de revelación, sino una satisfacción porque este reconocimiento tiene raíces legítimas que descansan en lo que le debería importar a todo escritor: escribir en silencio y que sea la obra misma la que forje su propia referencia.
Para el escenario literario peruano, pautado por el alocamiento virtual y las feroces guerras de posicionamiento (tas-tas editorial, soboneada al Mincul, canonización al paso, chocherismo valorativo, fotón en entrevista, etc.), este reconocimiento no solo es una cachetada a la frivolidad de sus urgencias cotidianas, sino también un ejemplo/estímulo para aquellos que quieren escribir y no parecer escritores.
No deja de ser cierto aunque suene a lugar común: el tiempo pone orden a la trasnochada psicotrópica e ilumina el valle de tinieblas poblado de especímenes desesperados hasta por el desprecio de Vargas Llosa. El tiempo, a secas, ha ubicado a Miluska Benavides en el lugar de relevancia que desde hace rato merecía tener en el panorama actual de la narrativa peruana.
Y para los curiosos: la edición de La caza espiritual fue no venal. La publicación se repartía gratis en las librerías, ya que esta práctica definía la política de Celacanto. En lo personal, no creo que haya ejemplares fondeados en los anaqueles de las librerías- Pero quién sabe, a lo mejor con algo de suerte, y paciencia, se encuentre un ejemplar.
La búsqueda valdrá la pena.