Paisajes llenos de color, de vitalidad y frescura que han sido los lugares en los que Melissa Larrañaga se ha refugiado en estos tiempos de pandemia y convulsión política. Mientras pintaba tenía dos cosas en mente: “O te mueres o te tienes que ir de tu país”.
Tal y como precisa el curador Max Hernández Calvo sobre la muestra: “Si se miran con atención, podemos detectar la tensión latente que subyace a estos escenarios naturales. Dicha tensión los revela, más que como escenarios, como escenas emocional y afectivamente cargadas. Más que un proceso de la naturaleza, lo que está en juego es el proceso de la propia artista. Dicho en otras palabras, la figuración naturalista de Refugios encumbra una representación abstracta de su estado de ánimo”.
La pintora nos dice que trabaja varios cuadros a la vez. Conforme va avanzando se establece una especie de diálogo con el lienzo, que se mueve conforme se va desarrollando el día.
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Al comienzo asegura que solo tiene una sensación de lo que quiere plasmar en el lienzo. Nunca usa un boceto o copia algo porque “eso me endurece muchísimo”. Más bien, sigue su intuición y después de haber manchado el cuadro, “que es lo que más me gusta”, comienza el baile con una simple pincelada. Ella se deja llevar por la seducción del trazo. “Mi pincel baila y nunca sé que va salir”.
Melissa admite que “me encanta lo que hago y así me vuelvo adicta al trabajo” y agrega: “Sigo trabajando porque quiero ver qué va saliendo”. Para esta exposición, que se inauguró el miércoles 22 en la Galería Forum, tiene 12 cuadros, la mayoría en gran formato y todos tienen que ver con la naturaleza, como si en esa interacción se llegara al estado de gracia que termina legitimando el nervio de los cuadros de la presente exposición.
Para Melissa, la naturaleza “es lo que importa y más ahora. Así de simple”, dice mientras da una pincelada a una hojita de su cuadro titulado “Fe”. Para ella, “es mejor que tomarse un Panadol”. Además, como persona reconoce ser “hiperestética” porque eso “te enaltece”.

Y no solo eso: “Yo siento que la belleza es divina”. Se queda mirando los cuadros que ha pintado durante estos tiempos oscuros y diserta sobre esta dura experiencia por la que también han pasado muchísimos creadores: “Al final yo soy una humilde pintora que trata de captar la maravilla de la naturaleza con mi pincel”.
“La naturaleza es un regalo divino y mágico que está hecha para contemplarla, porque te da oxígeno”. Lo que Larrañaga pretender transmitir en sus cuadros “es una ventana a un mundo mejor. Es un mundo sencillo y nada pretencioso”. Y vaya que lo consigue. Como bien ha indicado la artista, cada cuadro, aparte de su delineado aliento estético, es también una puerta de escape de la incertidumbre cotidiana generada por la emergencia sanitaria y, ya en nuestro contexto, la inestabilidad política.
Así es como Hernández Calvo delinea la obra de Melissa Larrañaga: “Cada cuadro, más que un refugio, representa la necesidad de este. Al ocupar imaginariamente los terrenos pictóricos de Melissa Larrañaga, podemos descubrirnos maravillados por una naturaleza que al cautivarnos nos extravía y nos guarece en un espacio de confinamiento. Por ello sus refugios son, ante todo espacios ambivalentes, porque nos envuelven para postergar un encuentro inevitable, cargando la espera con anticipación”.