Los siglos de historia de los quipus viven un período de revival. El inicio de la pandemia coincidió con la inauguración de la exposición Khipus. Nuestra historia en nudos, que se extendió hasta agosto último por esas circunstancias. Además, Ernst & Young Perú editó Quipus y quipucamayoc. Codificación y administración en el antiguo Perú, volumen de gran formato y despliegue gráfico en versión bilingüe —español e inglés— escrito por Magdalena Setlak, Viviana Moscovich, Sabine Hyland y Lucrezia Milillo.
Pero el último cordón de esta historia se descuelga en la forma de un libro —casi— de bolsillo. Quipus. Mil años de historia anudada en los Andes y su futuro digital (Planeta, 2021), parte de la colección Perú Breve dirigida por Alberto Vergara.
El apellido del autor, Manuel Medrano (25), sugiere un ancestro ayacuchano. Pero, en conversación con CARETAS desde Cambridge, Inglaterra, el joven estadounidense confirma que “hasta donde sé, soy de ascendencia mexicana por ambos lados”. Proveniente de la parte central de México, sus abuelos maternos se instalaron en Sacramento, California, y los paternos en El Paso, Texas. Manny, como lo llaman, pasó su niñez en Los Ángeles y estudió Matemáticas Aplicadas en Harvard, además de un minor en Arqueología.

“Siempre he tenido interés en la arqueología y nuestra historia humana compartida. Recuerdo cómo si fuera ayer una exposición en L.A. sobre los objetos funerarios de la tumba de Tutankamón, y solo tenía ocho años”, rememora.
Es así como, cuando tomó una clase sobre los Andes Prehispánicos en 2016 y escuchó por primera vez el nombre del misterioso instrumento de almacenamiento informativo, quedó prendado. Las cuerdas y nudos entrelazaron perfectamente sus dos vocaciones.
Quipus es resultado de cinco años de investigación y por partes también se lee como una historia detectivesca que atraviesa varios museos del mundo, como el Museum der Kulturen de Basilea, en la búsqueda por contabilizar los 1368 quipus mapeados en todo el mundo (código QR incluido al final del libro). La página de Wikipedia menciona solo 750. Varios cientos están en el Perú, pero otros tantos se encuentran en colecciones alemanas, estadounidenses y más países.
Medrano se suma así al pequeño grupo de alrededor de una docena de investigadores de varios puntos del globo que se dedican exclusivamente al estudio de los quipus. Son los quipucamayoc de hoy, aquellos funcionarios del imperio incaico que interpretaban los complejos patrones de interpretación de los nudos, los colores y las formas. Entre ellos la antropóloga estadounidense Sabine Hayland —coautora del mencionado libro de gran formato—, bajo cuya tutela Medrano hace sus investigaciones en la Universidad de St. Andrews, en Escocia.
A Hyland se le atribuye haber descifrado una parte fonética del quipu, en lo que constituye la primera traducción en un siglo. Una comunidad de San Juan Collata, en Huarochiri, la invitó a estudiar, durante 48 horas y bajo estricta supervisión, un quipu de 487 cuerdas que, según sus guardianes, contienen mensajes codificados para planear una rebelión anticolonial en el siglo XVIII.
El texto de Medrano compendia en 150 páginas la historia de aquellos descifradores —matemáticos, arqueólogos, tejedores, lingüistas— y alimenta la posibilidad del quipu como la piedra peruana de Rosetta, el artefacto que encierra una forma de gramática y escritura que va más allá de la contabilidad numérica.

Medrano se refiere al “milenio del quipu”, en parte para “romper el mito que fue una invención de los incas. O que se trató de una herramienta que sufrió una muerte rápida tras la conquista”. Para ello están los quipus asociados a la cultura Wari y la historia de su uso durante el Virreinato, donde se ubican los estudios de Hayland, e incluso ya en la República.
A la pregunta de cuáles son las principales líneas de trabajo que deberán privilegiarse en los próximos años, Medrano señala que “en mi estimación, hay dos aspectos. Primero, organizar la información en torno a los quipus que están repartidos y descontextualizados. En muchos casos no tenemos contexto sobre su excavación y no sabemos, por ejemplo, si son demográficos o calendáricos”.
En segundo lugar, persiste la necesidad “de formación de géneros de quipus, con distintas categorías según sus fines, y encontrar cómo identificarlos”. Es allí que irrumpe el concepto de quipu digital que ya viene siendo trabajado por especialistas como Ashok Khosla. “Las técnicas informáticas son una posible vía para agrupar los quipus automáticamente, sin reemplazar la investigación humana, sino enriquecerla”, explica Medrano. El inevitable deterioro por el paso del tiempo obliga a ese proceso de digitalizar los quipus existentes, que para Medrano encierran un prisma de la experiencia humana. Más allá del pasado en su investigación, allí descansa su presente y, sobre todo, su futuro.