El reconocido músico peruano Manongo Mujica y el noruego Terje Evensen presentarán el disco Paracas Ritual (PR) en el Gran Teatro Nacional el próximo jueves 20 de octubre. A razón de ello, CARETAS conversa con Mujica sobre la importancia del legado de la cultura Paracas.
Atentos.
—¿Qué significa este disco para Evensen y para ti?
Este disco es muy importante para nosotros, porque ambos venimos de la corriente del paisajismo sonoro. Paracas Ritual, de alguna manera, representa a la cultura ancestral de Paracas. Cuando Terje llegó por primera vez al desierto, me dijo que siente que la cultura está viva en el ahora. Este lugar te pone en el ahora. Es un espacio vivo y su cultura ancestral sigue vigente, por su luz y su silencio. Este disco se hizo durante la pandemia. Lo trabajamos desde Lima y Noruega.

—¿Qué te llama la atención de Paracas?
Esta cultura era extraordinaria, con toda su mitología y su cosmogonía hizo los mantos más sofisticados del planeta Tierra. No existen mantos así ni en la China, ni en el Tíbet, ni en el mundo arábico, que son culturas notables en textilería. Aquí hay una inteligencia superior que ha sido plasmada en estos cuadros tejidos, enormes además, que nadie ha descifrado. Los entendidos en simbología recién están entendiendo que el quipu es un lenguaje, pero muy pocos comprenden el contenido simbólico de los mantos Paracas. Realizar un manto Paracas tardaba 40 y 50 años, estos mantos representaban la vida de los seres que han sido encontrados en las momias cubiertas de ellos. Eran como especies de textos sobre la vida mítica del personaje. Esta es mi interpretación personal de lo que he investigado. Incluso he llegado a pensar que son partituras musicales. Quizá son codificaciones para ser escuchadas o leídas.
—PR es una muestra de amor por el Perú, pero también es denuncia.
El disco es también una forma de protesta contra esta ceguera del mundo empresarial peruano e internacional. Es como si yo quisiera hacer un concierto en una iglesia, cuando la iglesia ha sido construida para estar en silencio. Si volteas esta ecuación es lo mismo. Paracas es un espacio sagrado que han dejado nuestros ancestros y se ha convertido en uno de los emblemas del Perú, como puede ser Machu Picchu o Caral, pero Paracas tiene belleza paisajística y animal.
Que hace unos años una empresa haya pretendido hacer un almacén de minerales tóxicos allí te revela una falta de sentido común. Felizmente, no se logró ese propósito. Pero no puedes bajar la guardia porque los intereses económicos son fuertes. Paracas te da lo que la ciudad te quita: la necesidad de estar contigo mismo. Esa es la maravilla del desierto.

—En lo personal, ¿qué es Paracas para ti?
Paracas es mi hogar, el lugar que ha potenciado lo mejor de mi creatividad. De Paracas viene mucha música que he hecho. Paracas representa el grado más sublime de belleza, poesía y conexión con la trascendencia. He llegado a estar solo en el desierto por dos meses, en mi carpa con mis tambores, mis dibujos y mis anotaciones.
—¿Qué impresión tienes de la música peruana?
La música peruana tiene un elemento poético, que lo encuentras en los violines, los danzantes de tijeras, Los Shapis, Andrés Prado… Hay una poética musical en el Perú que no se ha estudiado a fondo. Así como hay una gran cultura poética de grandes escritores como Eielson, Vallejo, César Calvo o Hinostroza, existe lo mismo en el Perú con muchas tradiciones musicales.
Hay grupos escoceses y de Lituania que hacen cumbia psicodélica que vienen al Perú a nutrirse de las raíces de la cumbia; la llevan a Europa y la transforman en psicodelia con audiencias enormes. Nunca lo he contado: yo estaba en la India buscando silencio y de pronto veo en un campo enorme a un campesino que estaba desviando el curso de las aguas. Me le acerco para ver cómo trabajaba. Me mira y me pregunta de dónde eres tú. Le digo que de Perú y él: “Perú, “María Landó”, Susana Baca”. ¡En la India!