“En verdad, no había hecho esa bella y poética relación entre voz, aire y enfermedad sobre la que propones reflexionar. Mis pensamientos y emociones estos días, pero sobre todo en un principio, fueron y son más prosaicos: ¿cómo haré una clase virtual? ¿cómo se graba? ¿cómo me ven los alumnos y yo misma, como si fuera otra? ¿Cómo vemos esa imagen y esa voz en la pantalla repitiendo a la real nunca antes tan expuesta y que podría repetirse ad infinitum instalada para siempre en una nube que no es una metáfora?”, nos responde la poeta Giovanna Pollarolo, directora de la maestría de Escritura Creativa en la PUCP. Paralelamente, el poeta Gonzalo Espino Relucé, quien también dirige la maestría de Escritura Creativa, esta vez en San Marcos, señala: “Aislamiento. A la semana no sabes qué día es. ¿Qué hacemos?, como en los ochenta. Nada. Empezamos a llamar a las, los alumnos, hay una repuesta positiva. Empezamos el piloto de clase no presenciales en Letras. Con errores, con inconvenientes, con todo empezamos. Una dinámica de trabajo virtual que no para. La poesía, único territorio libre, no se ha silenciado. Aparecen lecturas olvidadas mientras las autoridades no saben cómo hacer viable la conectividad”.


“Hoy debemos pensar la vida a través de la resistencia a la muerte. Nosotros profesores, de libros y barro humanista, estamos virtualizando nuestros sueños. A lo lejos, nuestros alumnos intentan rescatar la voz de la pantalla, sentir el poema, captar las emotivas lecturas”, expresa Raúl Jurado Párraga, docente de literatura en la Universidad de La Cantuta. Mientras que Vanessa Vera Chaparro, crítica y profesora en la Universidad Villarreal y UCSUR, apunta: “La pandemia nos ha robado a los docentes el aire y, con él, se ha ido también la naturaleza de nuestra voz. Con el propósito de continuar nuestra labor, nos hemos apropiado de una voz artificial. Esta voz magnetizada y distante que por momentos se distorsiona, debido a los ya consabidos problemas de red, no perece en el silencio e insiste en llegar a ese grupo de jóvenes que espera al otro lado de la pantalla nuestras reflexiones sobre cómo la literatura ayuda a comprender, y de manera crítica, está presente. Ella, que de distopías nos ha enseñado mucho, hoy también abre otros mundos posibles”.


En la Universidad de Lima enseña Selenco Vega, Premio Nacional de Literatura 2019: “La situación que atravesamos en estos meses de pandemia me hace reflexionar acerca de las prioridades que nuestra sociedad moderna otorga a ciertas actividades por sobre otras. Se nos enseña desde niños que el trabajo, la economía, la producción industrial, etc. son lo más importante. Las artes, entre ellas la literatura, son vistas como meras actividades de segundo orden. No es cierto. Un virus que nos pone en jaque demuestra nuestra fragilidad como especie. Camus, Petrarca, Vallejo y Paz nos demuestran que el arte es un excelente bastión espiritual para enfrentar la posibilidad de la muerte. Como profesor de literatura, intento transmitir estas ideas a mis estudiantes a través de nuestras clases virtuales. Juntos, entendemos que vamos hacia un mundo nuevo, uno donde artes como la poesía son apreciadas y colocadas en su justo valor histórico”, comenta con lucidez y orgullo. Y es que los valores de la enseñanza y la literatura resisten, con aire y fuego, ante la nueva convivialidad que enfrentamos.