Si bien la pandemia del COVID-19 frenó muchos proyectos editoriales programados para este año, la industria del libro ha sabido hacerse presente mediante el único género capaz de ofrecer resistencia (comercial) para estas épocas de crisis. La no ficción (y todas las categorías que puedan desprenderse de su gaseosa definición) es la que viene cumpliendo tan noble y esforzada función, sin embargo, sería un error creer que se trata de una evidencia reciente cuando lo cierto es que la no ficción ha impedido (e impide hoy más que nunca) que la industria editorial peruana se desmorone.
En este sentido, y más allá de su suerte comercial, hay tres libros que recomiendo con entusiasmo, porque tienen luz propia y, en especial, por su (in)voluntario poder de suscitar más de un fastidio en el lector. Así debe ser: todo menos un libro sin personalidad.
1
Ricardo León es un periodista de larga y saludada trayectoria (El Comercio, Etiqueta Negra, Poder) y Alias Jorge. La vida ajena y prohibida de un terrorista desertor (Planeta) es su primer libro. León presenta una historia atractiva por donde se le mire: la de un hombre que desde niño fue adiestrado para ser un “feroz terrorista” dispuesto a todo por Sendero Luminoso.
Cada página lleva la marca del oficio del autor, que bracea a placer al mostrar esta extraña historia que hará rabiar a más de un senderista de cantina de nuestras letras. León tuvo un personaje y sacó provecho de ese privilegio (como manda el manual, sin personaje(s) no hay proyecto narrativo), con uno que fue criado en el extrañamiento, el odio, el resentimiento y que paulatinamente fue cuestionando su vida hasta escapar de las garras senderistas siendo hoy un colaborador de la Policía. Este personaje, llamado Jorge, es hijo nada más y nada menos que del sanguinario senderista Víctor Quispe Palomino.

El mérito narrativo de León yace en su fuerza para delinear el detalle, a saber, la descripción de manías y gestos de Jorge, con la cual el lector ingresa a ese convulso y a la vez honesto mundo del expionerito, es decir, el zurcido de una humanidad destrozada que cree haber encontrado una relativa redención al optar por el bando contrario. En Alias Jorge no hay certezas de nada y he ahí su diferencia saludable con otros proyectos que abordan la época del terrorismo, que van de la condena ultramontana a la nostalgia ideológica.
2
Verdad de Perogrullo: Alan García es un personaje de la historia política peruana del que se seguirá hablando y escribiendo por muchísimo tiempo. En abril de año pasado, el país quedó estupefacto y conmocionado con su suicidio. Meses después se publicaron libros sobre esta figura tan controversial y esa onda editorial iba a continuar este 2020, pero la pandemia no solo retrasó lo programado, sino también descontextualizó a García, que de tema caliente se convirtió en uno frío.

En este contexto se ubica Vivo o muerto. ¿Qué pasó el último día de Alan García? (Estruendomudo) del periodista José Vásquez Cárdenas. Como señala el título, el autor hace un recuento pormenorizado de los hechos del ya histórico 17 de abril. Para tal fin, se vale de testimonios y documentación, que administra con inteligencia para no quebrar el posible interés del lector con una sobreinformación. Vásquez no la hace difícil y hay que agradecer. Su personaje y su tema son lo suficientemente atractivos como para desfigurarlos con una innecesaria exhibición de habilidades del oficio. Es por eso que la narración corre y la información no se diluye. Esta es una cualidad a subrayar, y más en un circuito poblado por escritores pedantes que han hecho del aburrimiento narrativo un mérito, del lugar común una muestra de resistencia estilística y de las mesas de saldo la guarida permanente de sus libros.
De no haber llegado la crisis sanitaria, este libro ya estaría por la tercera reimpresión.
3
Si algo me gusta de la editorial Meier Ramirez es el buen ojo de los diseños de sus publicaciones. Sin mucho aspaviento, esta editorial independiente ya tiene una personalidad a cuenta de un público definido. Imaginemos a los lectores de poesía, bueno, mucho menos, pero en este caso, mucho menos es más.

A fines de agosto publicó El ideal es la telepatía de Andrés Hare. Este es un libro de entrevistas que el poeta y crítico ha realizado a 13 artistas entre peruanos y extranjeros, el cual cuenta con un prólogo de Jorge Villacorta en donde destaca el ánimo de la conversación como conductor de cada una de las entrevistas. Este ánimo deviene en confianza y esta a la vez en profundidad al momento de abordar los temas con los entrevistados. En principio, podría creerse, y con razón, que esta es una publicación hermética, pero es precisamente la cualidad señalada por Villacorta la que abre aguas y posiciona los tópicos en un nivel de entendimiento (con esfuerzo del lector no familiarizado pero lo suficientemente culto para interesarse) y discusión sobre la situación del arte, la creación y la crítica actuales.
En El ideal es la telepatía la opinión propia (y argumentada) proyecta una actitud y como tal no está encorsetada del discurso políticamente correcto, no arrastra el pavor opinativo de pretender quedar bien con la platea. Al respecto, pensemos en las entrevistas a Juan Javier Salazar, David LaChapelle y Luis Camnitzer. De este último se extrae una frase suya para titular el libro. Lo que también genera Hare es un acercamiento a las nuevas voces del arte latinoamericano actual, como Sandra Salazar, Rodolfo Souza y Nicolás Robbio, cuyas impresiones pueden ser polémicas pero no por ello menos atendibles. Es que de eso va la marca de la conversación: no entenderse para conocer más.