Martín Rodríguez Gaona es un destacado poeta peruano y puntilloso ensayista atento al devenir de la poesía contemporánea en español. Como ensayista es autor del polémico La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada. Una aproximación a la poesía de los nativos digitales (X Premio Málaga de Ensayo (2018) / Páginas de Espuma, 2019).
-A diferencia de la imprenta, que dinamizó durante siglos el conocimiento y el arte, el medio digital brinda una velocidad que genera beneficios y caídas en cuanto a la producción literaria.
Beneficios relativos, que necesitan contextualizarse. Se piensa como positiva una inicial democratización, ya superada, que finalmente se ha transformado en una hegemonía de la hiperactualidad y del entretenimiento, lo que ha propiciado el auge de lo amateur. Una situación que ahora facilita la explotación de la interactividad populista y el big data por la cultura corporativa (en detrimento de la autonomía artística de poetas serios de distintas generaciones y de la tradición y de la producción de países sin industria editorial propia).
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-¿Y quiénes se benefician?
Los beneficios, económicos y simbólicos, son para aquellos autores que logran constituirse en productos editoriales atractivos para las multinacionales. Es decir, quienes acatan el paradigma comercial de la celebridad o de los influencers aplicado a la literatura (que ya no es meramente literatura, desde el entorno electrónico, pues está trufada de otros lenguajes como el fotográfico y el audiovisual).
-Si bien la red se ha impuesto como el principal medio de promoción para los nuevos poetas, indicas en tu libro que no ha habido una concordancia con la calidad artística.
La calidad artística en poesía no da para la venta de 70 mil ejemplares de un libro, que no los vende ni César Vallejo ni Federico García Lorca ni, por supuesto, poetas vivos mayores y consagrados como Antonio Gamoneda. Por eso, quienes alcanzan esas cifras son parte de un fenómeno sociológico y comercial, que yo denomino como «poesía pop tardoadolescente» (Elvira Sastre, Loreto Sesma, Defreds, Brandon, Irene X, etc.) y que practican una escritura lírica elemental, cursi, deficiente, difundida por millennials o nativos digitales bajo el amparo de redes sociales como Instagram, Twitter o Facebook.
-¿Desde cuándo estás interesado en este diálogo entre la creación artística y los nuevos medios?
Eso viene por mi interés, como poeta, por las vanguardias históricas y la integración de distintos lenguajes artísticos. Pero, en cuanto a reflexión, mi primer libro al respecto fue Mejorando lo presente. Poesía española última: Posmodernidad, humanismo y redes (Caballo de Troya, 2010), que trata sobre la poesía española contemporánea desde la perspectiva del posmodernismo. En él aparecen los primeros indicios del uso del entorno electrónico como soporte, por parte de inmigrantes digitales como Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo, Mercedes Cebrián o Sandra Santana, que dialogaron y dieron a conocer sus obras a través de blogs hacia 2005. Era un momento todavía artístico, con un trasfondo ilustrado, que fue posteriormente superado en repercusión por nativos digitales, como la influencer Luna Miguel, mediante la espectacularización de la propia imagen y la creación de comunidades virtuales.
-Un aspecto que he percibido en esta nueva era de comunicación es que la crítica ha perdido peso.
La crítica ha perdido presencia e influencia desde que se ha hecho parte del engranaje comercial de las grandes editoriales, un fenómeno que antecede a la aparición de Internet. Lo que sucede es que, desde un paradigma publicitario, el poder de la imagen y de la interactividad brinda beneficios más inmediatos, en tiempo real (la consolidación de un público, los fans o seguidores), que incluso pueden anticiparse a la edición de un libro (porque el producto es la imagen del autor y el libro un mero fetiche o souvenir).

-Ese puede ser uno de los motivos por los que tu libro no ha caído nada bien a los poetas, principalmente a los millennials.
Los poetas millennials o nativos digitales que se han sentido señalados por mi libro son los relacionados a la comunidad de la influencer y editora Luna Miguel y aquellos de la poesía pop tardoadolescente. Pero en España hay muchos poetas jóvenes de calidad que no son parte de ese fenómeno y, por lo tanto, son poco conocidos (como Carlos Loreiro, Camino Román, Cherie Soleil, Pablo Fidalgo, Diego Román Martínez, Gata Cattana, Sara Torres, etc.)
-Por tradición la poesía siempre ha requerido de una paciencia en cuanto a la morfología del estilo. ¿Esta era de internet ha quebrado esa cualidad?
Eso depende en casos concretos. Para los poetas pop tardoadolescentes la inmediatez no solo es inherente, sino inevitable, pues es una producción que tiende a lo efímero, que tiene fecha de caducidad. Sin embargo, hay otros aspectos mucho más interesantes que Internet aporta para la escritura con calidad artística. Desde los proyectos de escritura mutimedia, hasta, dentro de lo literario, el fin del isosilabismo en España, y la cada vez mayor práctica del verso libre y el versículo. Algo que está relacionado con el fin del decoro clásico y del pudor burgués, y que está muy presente en la escritura femenina.
-¿Y a qué crees que se deba?
Es necesario recordar que, en el proceso de la poesía en las redes, el liderazgo es femenino, por cuestiones de reivindicación histórica y por el hábil empleo de la imagen propia como otro elemento más del lenguaje transmedial (las poetas fueron pioneras en el uso de la autorrepresentación y la extimidad electrónica).
-En tu libro abordas en más de un pasaje el tema del mercado. Y se deduce que ahora los poetas prefieren “parecer” y no ser. En este sentido, y desde la distancia, ¿crees que la poesía peruana última también experimenta este fenómeno?
No conozco lo suficiente sobre la poesía peruana última, pero veo un uso bastante inteligente del entorno electrónico, en sintonía con sus pares internacionales (revistas electrónicas, comunidades virtuales, afán publicitario, formato periodístico de tendencias, etc.) y con bastante respeto por la tradición. Un ejemplo: Roberto Valdivia y Poesía Sub 25 dialogan con Mirko Lauer. El equivalente a eso sería impensable en España.
-Se usa la poesía como medio y no como fin.
Siempre ha habido, y habrá, quienes usen la poesía como un instrumento para su narcisismo. No obstante, lo que yo veo es un impase importante en las propuestas electrónicas de poesía peruana, que es la ausencia de una clase media homogénea y extendida. Una carencia estructural que impide la consolidación de un mercado: el de los lectores asiduos e ilustrados que son los que han mantenido a la poesía peruana desde Eguren y Vallejo hasta hoy. Esto condena a los márgenes a la poesía contemporánea, la lleva a ser despreciada por el mainstream y lo corporativo (y que también puede llevarla a encasillarse en una retórica contracultural ya trasnochada). Una independencia que podría ser hasta beneficiosa, si es que las incipientes instituciones culturales y del libro en el Perú les dieran algún espacio a los poetas de valía y no estuviesen canalizando todos sus esfuerzos en apoyar la rentabilidad de las grandes casas editoriales.