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Katya Adaui: “Los libros sin lenguaje vivo ya no me interesan” | Entrevista

Por: Gabriel Ruiz Ortega | “La escritura no debería buscar la mímesis del recuerdo, la copia es improbable, sino entregarse a la desmemoria, al capricho, completarlo con imaginación”.

sábado 18 de junio del 2022
en Cultura
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Katya Adaui: “Los libros sin lenguaje vivo ya no me interesan” | Entrevista

Los relatos de Katya Adaui integran más de veinte antologías en el Perú y extranjero y han sido traducidos al inglés y al italiano. (FOTO: ALEJANDRA LÓPEZ).

Cuando se piensa en el cuento peruano del siglo XXI, el nombre de Katya Adaui se impone con legitimidad. Un breve repaso a su trayectoria, nos brinda la seña de un crecimiento sostenido, en el que es posible detectar la marca de agua de la autora en el estilo y el tópico. Reconocida por la crítica y, en especial, los lectores, Adaui acaba de publicar Geografía de la oscuridad (Páginas de Espuma), un cuentario que exhibe una verdad discursiva en los silencios, los gestos y los detalles mediante personajes (padres e hijos) presos de un dolor/desarraigo/resentimiento que en la memoria (que potencia la atmósfera poética del discurso) intentan reprimir. En la honestidad de sus coordenadas literarias, Adaui ha entregado un libro para recordar.

—En más de una ocasión has señalado que tu género natural es el cuento y en esa convicción te posicionas como una de las principales exponentes del cuento hoy en castellano. ¿Qué es lo que te fascina del cuento?

Cuando era más joven, es verdad que solo podía pensarme cuentista. He llegado a una edad en que me doy cuenta de que, a más escritura, más maleabilidad del territorio. Siento íntimamente que puedo por fin escribir cualquier cosa, no por exceso de ambición, no por soberbia, sino porque la práctica diaria me abre otras posibilidades. Quiero probar hasta dónde, transitar entre géneros y saber que me lo autoricé. En esta búsqueda no hay traición, sino asombro y paciencia: no saber el cómo, pero tener con qué.

—En Geografía de la oscuridad haces un subrayado en el desarraigo existencial entre padres e hijos. Ellos quieren comunicarse entre sí pero no pueden. ¿Coincidimos en esta impresión?

Parte de la vida es desear tanto como no saber qué hacer con el deseo. La plegaria atendida. Con cuánta devoción una madre cuida a su hijo y luego es un exceso de madre. Con cuánta indiferencia un padre no ve a su hijo y después ese hijo lo adorará ciegamente y espejará sus pasos. Quién sabe por qué misteriosa vía fluyen los vínculos y cómo construyen y devastan un alma. Yo quería dar cuenta de esta ambigüedad, de la zona sombreada. Esa frase tantas veces escuchada en la adolescencia: Eres luz para la calle y oscuridad en tu casa.

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—El lenguaje que usas, en su economía discursiva proyecta una transmisión que permite articular las emociones de tu cuentario. ¿Acaso la poesía te brindó las herramientas para este propósito?

Aquí viene de vuelta el tema de ir envejeciendo. Envejecer hace mucho bien a la escritura y la lectura, si hemos ido aprendiendo algo de tanta rareza y tanto temblor, si aceptamos la negatividad de la vida. Los libros sin lenguaje vivo ya no me interesan. Supongo que mi escritura recoge eso que para mí es urgente: saborear la lengua. Todo lo que leemos se transforma en un río secreto que irradia hacia la mano y nos hace escribir como escribimos.

—Cuentos como “Los pulpos tienen tres corazones”, “Correr”, “Lagartijas” y “Por cosas de hombres no debes dejar de creer en Dios”, muestran una ética: el dolor no dicho y expresado en los gestos.

En el cuerpo no hay memoria del dolor y del placer. Si se recordara el dolor del parto, ninguna mujer habría tenido hijos nunca. Perseguimos un sabor delicioso de la infancia el resto de nuestra vida. Lo que hacemos es rememorarlo. Hay una distancia natural entre la experiencia y el recuerdo. Una tergiversación. La escritura no debería buscar la mímesis del recuerdo, la copia es improbable, sino entregarse a la desmemoria, al capricho, completarlo con imaginación. Y cada dolor es único, intransferible, incomparable. Yo escribo con eso en mente, un respeto por el padecer privado y silencioso que a simple vista no se manifiesta, y que mis personajes llevan a cuestas como cualquiera de nosotros.

El libro ya se encuentra disponible en librerías de España, Perú y Latinoamérica.

—Tengo la impresión de que Geografía de la oscuridad lo has venido trabajando por buen tiempo. Sé que vives fuera de Perú, en este sentido, ¿la distancia te ha servido para calibrar estos cuentos? y ¿también la distancia ha sumado en tu geografía literaria?

También pasó otra cosa con esto de crecer y ser más grande. Comencé a entender la complejidad de nuestra relación con los demás seres vivos y lo vinculante de la existencia común, de habitar y compartir una época. Eso decantó en mi escritura, cambiaron mis marcos de referencia, se destrabó algo, lo que ocurrió es que se volvió asociativa. La distancia no tiene que ver con la lejanía de Perú, o solo con la lejanía. Lo pienso más en términos de haber hecho bien ciertos duelos, la valentía de no haberlos postergado.

—“Nosotros, los náufragos”, cuento con el que cierras el volumen, es un poema en prosa disfrazado de narrativa. Forma y carga emocional en una sola dosis.

Lo pensé como cierre a propósito, como una demostración para mí misma del duelo no patológico, del duelo que permite volver atrás para empujarse hacia adelante, hacia el presente. Es una instancia que todos atravesaremos alguna vez, la muerte de un semejante. La buena despedida implica, supongo, desidealizar y desdramatizar; matar lo enunciativo, el hablar por gusto, hacer silencio. Dar cuenta de una vida con su luz y sus sombras.

—En Geografía de la oscuridad he notado tres registros: la poesía, la reflexión y la narrativa de ficción. Braceas en las leyes del cuento y también te sales de ellas sin que eso genere una alteración en la experiencia de la lectura. ¿Con este cuentario sientes que has hallado tu voz?

En cada cosa que escribo siento que encuentro mi voz, cada texto lo que hace es sumarle texturas a esa voz, pero es la misma voz siempre, no busco que sea otra, solo más ahondada. Mi interés es lograr ser muy asociativa, un proceso que me divierte e interesa mucho, siempre oculto. No creo que la escritura tenga alguna ley o criterios rígidos de abordamiento. Es juego riguroso. Si la vemos como juego, la pasamos mejor, no hay instancia sagrada; yo la pongo siempre del lado del placer. Placer por el descubrimiento. Supongo que es ahí donde queda emparentada con la infancia, sin ser inocente o infantil.  

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Tags: GEOGRAFÍA DE LA OSCURIDADKATYA ADAUI
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