En la última edición del Hay Festival Arequipa, estuvo un gigante silencioso que debería ser más leído por aquí: el escritor español Ignacio Martínez de Pisón, quien conversó con CARETAS sobre su novela Derecho natural (Seix Barral), siendo la misma el punto de partida para hablar del realismo, el humor, la democracia, la familia y la narrativa del yo.
Atentos.
—Me gustó Derecho natural. El tópico de la familia está presente en tu obra.
La familia es el tema en donde me desenvuelvo desde que empecé a escribir libros. Escribo novelas en donde aparecen conflictos entre padres e hijos y entre hermanos. Sé también que no estoy tocando temas necesariamente originales, porque son temas tan antiguos como la historia misma del ser humano y probablemente sea el tema por miles de años. Los vínculos de sangre son tan fuertes que pueden pasar cosas que fuera de ese ámbito no podrían ocurrir. Yo me pregunto por qué la familia no es el gran tema de todos los escritores.
—En la novela hay muchísimo humor.
Los libros tienen que hacerse con el mismo material del que está hecha la vida. En la vida hay tragedia, pero también mucha comedia. Hay lágrimas y también hay mucha risa. Derecho natural es mi novela más humorística en el sentido de que el planteamiento argumental es casi una comedia. La vida tiene mucho de humor, la risa forma parte de nuestras vidas.
—Padre e hijo se llaman igual: Ángel. El hijo no quiere ser como su papá.
El protagonista es hijo de una persona nada disciplinada. Un actor fracasado de Spaghetti Western que sin darse cuenta comienza a ganarse la vida como imitador de Demis Roussos, famoso cantante griego de los 70. El protagonista es el hijo de una persona nada disciplina, caótica este hijo necesita una idea de orden. Esa inclinación hacia del derecho vienen de la necesidad de conocer las reglas del juego de la vida, convivencia. La promesa de desorden del padre encuentra su antdídoto en el derecho. El derecho como construcción humana que es la base de la democracia y la libertad.
—Acabas de mencionar democracia. ¿Cómo la percibes?
Está en peligro, no porque no se hayan construido bien las estructuras jurídicas. Por desgracia, están llegando populismos que atentan contra esa construcción. Estados Unidos con Trump, Brasil con Bolsonaro. El populismo amenaza destruir las reglas del juego. La política busca una convivencia armoniosa.
—La novela aborda la Transición y es actual a razón de la pandemia en cuanto a los cambios en la relación entre padres e hijos.
Yo formo parte de una generación privilegiada que vivió la España que estaba dejando atrás su tragedia histórica. Yo nací en el año 60 y viví tiempos muy optimistas. Esto en parte explica que ciertas generaciones son más proclives al humor. No sé si usaría el amor si hubiera vivido la tragedia de la Guerra Civil o que mi familia hubiese sido perseguida por Franco. Mi generación ha vivido mejor que sus padres y tatarabuelos. Esta ilusión se ha interrumpido debido a que los últimos años tengamos una idea de tragedia algo más fuerte. La pandemia nos ha afectado a todo. Aquellas distopias de la literatura pasaron a ser parte de nuestras vidas, como la amenaza nuclear a razón del conflicto en Ucrania.

—La novela tiene mucho de los 70 a cuenta de Ángel papá.
Mi cultura es de los 60 y 70. Me gusta ver el lado más zarrapastroso de esos años. Se hacen grandes películas y también las peores. En España hacíamos el sucedáneo del western italiano. Se hacían películas muy malas. No me gusta escribir de gente admirable, sino de gente llena de imperfecciones como Ángel padre. Es un actor preocupado por su calvicie y que sabemos que su carrera de actor no llegará a ningún éxito. Nunca leería una novela sobre Cristiano Ronaldo, pero sí me gustaría leer sobre futbolistas que no llegan a nada y que juegan en campos embarrados de pueblos olvidados.
—En tu obra tu escritura se caracteriza por tener una solidez diáfana, además, no caes en el “escueleo”. No subestimas al lector.
Cuando empecé a escribir no existían talleres ni escuelas de escritura. Aprendías leyendo y escribiendo. El mejor ejercicio para escribir es hacerlo con autocrítica, solo así te darás cuenta qué haces bien o mal. El novelista tiene que aprender a construir personajes. Un novelista realista como yo gusta de escribir historias con gente de carne y hueso. Importan más los buenos personajes, no puedes imponer la trama a los personajes.
—Tú eres un escritor realista y últimamente ha vuelto la ola de ataque al realismo.
El realismo siempre ha tenido mala prensa, pero siempre sobrevive. Pensemos en las novelas de más éxito, la mayoría son las que reflejan mejor la realidad. Asocio esto con la idea del siglo XIX, cuando aparece la fotografía, muchos se preguntaban para qué se va a seguir escribiendo de la realidad o si sobrevivirá el arte figurativo, sin embargo, no ha sido así. Con la novela realista a la que han dado por fallecida, pasa lo mismo. Parece que es algo rancio y garbancero, como decía Benito Pérez Galdós, pero al mismo tiempo sigue con salud envidiable. Cuando empecé no quise ser novelista realista, me parecía una cosa mugrienta hasta que descubrí que podía ser un escritor realista.
—¿Se está abusando de la narrativa del yo?
Hay que tener sentido de responsabilidad comunitaria: de lo que tú escribes que eres es menos importante de lo que te rodea. Son más importantes los demás que tú mismo. A muchos escritores del yo: ¿tan interesante te encuentras a ti mismo para escribir todo el rato de ti mismo? En el mundo hay muchas historias, solo hay que saber contarlas. Cuento lo que hay fuera de mí, con mi propia visión. Cada persona es original sin proponérselo. Todos somos diferentes. Por eso, cuando escribimos, lo hacemos de una manera que solo puede ser la nuestra.