La película del director peruano César Galindo, Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo viene experimentando días extraños, si es que comparamos su situación con otras películas peruanas estrenadas en los últimos meses, que a duras penas duraban dos semanas en cartelera. Suerte de debut y despedida que generaba comentarios antojadizos, como aquel que indica que “si se van de las salas, es porque al público no les gusta”. Lo cierto es que las películas peruanas —de autor o con fines netamente comerciales— no podían asegurar si su “fracaso” se debía a que no gustaban o a que no estaban lo suficientemente promocionadas.
Willaq Pirqa ha tenido un tránsito peculiar. Si bien se estrenó el jueves 8 de diciembre de 2022, la película ya venía generando comentarios positivos —no son gratuitos los galardones que recibió en la última edición del Festival de Cine de Lima—; para quien escribe, este entusiasmo no lo había percibido antes con película peruana alguna y más siendo una hablada en quechua.
El solo hecho de que la película de Galindo vaya por su octava semana en salas comerciales, con el aval de 75 mil espectadores, no es solo para aplaudir, sino también para reconocer la orfebrería del trabajo, poético en imágenes y sensaciones (ternura), la inteligencia de su guion (Galindo, Augusto Cabada y Gastón Vizcarra) y su dinámica interna que tiene mucho de la tradición dialógica europea (los ecos de Ingmar Bergman son evidentes y muy bien aprovechados). Porque su fuerza no está en el tronco general —el descubrimiento del cine a cuenta del niño Sistu (Víctor Acurio)—, sino en la interrelación de los personajes.

Este último punto resulta clave. Galindo supo enlazar la consignada tradición dialógica europea —no hay que olvidar: el director ha vivido muchísimos años en Europa— con la visión del mundo andino. En esta fusión yace la epifanía de esta película: el asombro que no cae en el lugar común.
El favor del público y el éxito de la crítica pocas veces van de la mano. Por ello, Willaq Pirqa es un acontecimiento que debemos celebrar, no porque sea una extraordinaria película, también porque va más allá de la representación: bien vista y asimilada, puede suscitar lo que hoy nos falta como sociedad: unión y reconocimiento.
Y para cerrar: Willaq Pirqa debe ser de visión obligada en todos los colegios del país.