Ayacucho. La sola mención de la palabra genera en cualquier peruano sensaciones encontradas. Por ejemplo, cuando pensamos en Ayacucho y su injerencia en la historia peruana última, resulta inevitable no tener presente los años de la violencia terrorista.
Esta impresión se la hacemos saber a José Ochatoma, a la fecha uno de los arqueólogos medulares del país, y responsable junto a su esposa —también reconocida arqueóloga— Martha Cabrera de los estudios que se vienen realizando en el Complejo Arqueológico Wari, la muestra mayor del esplendor de la cultura Wari, que se desarrolló entre 600 y 1000 d.C., producto de la interacción “entre la sociedad Nasca y Tiwanaku con la población local de los Huarpa”, precisa Ochatoma, quien guía a CARETAS al referido complejo, ubicado a 30 minutos de la bellísima ciudad de Huamanga.
“Los huarpa eran comerciantes, abiertos al intercambio y se convirtieron en una sociedad expansiva y dominante, prácticamente recogieron lo mejor de todas las culturas preincas para formar la cultura Wari. Entenderás, pues, que así como eran abiertos para las transacciones comerciales, eran también muy violentos con sus enemigos”, dice Cabrera al momento que Ochatoma muestra una ilustración de terror: un líder enemigo de los Wari arrastrado con una soga atada al cuello, humillado a la luz pública a manera de advertencia contra todo aquel que osara atentar contra su poderío.

“Los wari eran guerreros, ambiciosos, religiosos y estaban muy seguros de sus avances, se sabían importantes”, complementa Ochatoma, quien ahora nos conduce por el Complejo Arqueológico Wari.
“Este lugar tiene 600 hectáreas y no hemos llegado ni al 10 por ciento”, enfatiza Ochatoma parar dorar aún más el asombro del visitante, porque si lo que se ve es menos del 10 por ciento en cuanto a las excavaciones, ¿qué más habrá en lo que falta por excavar?, más aún si lo visto es una conmoción que incentiva a especular: caminos anchos, centros ceremoniales en los que confluían la fe religiosa y los sacrificios humanos, construcciones que revelan una jerarquización social, una arquitectura reconocible, ¿de los incas?, pero vaya sorpresa: los wari fueron antes que los incas.

“Los wari solían edificar sobre lo que ya estaba construido a medida que mejoraban sus técnicas, estas tumbas parecen incas, pero no, son tumbas con el diseño propio de los wari”, indica Ochatoma, convencido de que el modelo cultural wari fue la base del imperio incaico.

Esta impresión también es compartida por el reconocido arqueólogo Luis Lumbreras: “Tengo una hipótesis: Wari es el imperio antecedente del imperio Inca, los wari son la vieja dinastía que los incas rechazaron. Hay muchos lazos entre ambos imperios y no olvidemos la cercanía entre Ayacucho y Cusco. Las pruebas cada vez son más contundentes”.

Entonces, se impone la pregunta de rigor: ¿por qué la cultura Wari no tiene la difusión y la atención que merece? No es que no se haya hecho nada. Está el compromiso del Club Social Huamanga, el apoyo del rector Antonio Jerí Chávez de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y del Gobierno Regional de Ayacucho, pero no es suficiente porque este apoyo obedece más a la voluntad política de turno y no a una atención permanente.
“Se necesita una Unidad Ejecutora, que es el primer paso para garantizar la protección del complejo”, asevera Ochatoma. Un primer paso para empezar a forjar un gran plan que garantice las excavaciones (esos anchos caminos son las avenidas de una ciudad) y en especial su cuidado, porque este complejo corre peligro no solo por los invasores de terrenos, sino también por la presencia de ladrilleras informales que salivan por la tierra de Wari.

O para reforzar la idea: imaginemos una maderera informal a menos de 100 metros de la Reserva Natural Pacaya Samiria.
Los esposos José Ochatoma y Martha Cabrera son los actuales héroes culturales del país. La pasión y conocimiento que muestran por Wari viene brindando frutos: la formación de estudiantes apasionados por la arqueología y comprometidos con Wari.

Ojo a Wari. Ojo a los peligros que corre su complejo arqueológico, que cuidado y bien promocionado podría convertir a Huamanga en una ruta obligada —foco de desarrollo— para todo aquel que quiera ser parte de la magia y hechizo de la cultura Wari.
Estamos advertidos.