El pasado 3 de enero, el crítico de cine y docente Ricardo Bedoya anunció en redes sociales que dejaba de conducir el programa El placer de los ojos, que como bien se sabe, es transmitido por TV Perú.
No hay mucho que desgranar: se ponía punto final a un ciclo que hizo de este programa de televisión uno de los mejores de la parrilla cultural del país.
De lo que dijo Bedoya, consignamos lo siguiente:
“Después de 22 años y un poco más, he decidido retirarme porque así son las cosas, porque todo tiene su final, y porque un programa de este tipo, añejo, requiere nuevos rostros y nuevos conceptos”.
Efectivamente, todo tiene su final, los cambios son necesarios en absolutamente todos los ámbitos de la vida, pero la manera en que el crítico y docente realiza su despedida, despierta más de una especulación razonable.
¿Se le pidió “suavizar” el discurso para sintonizar con una mayor audiencia, cuando era evidente que el discurso de Bedoya era didáctico/formativo?, ¿qué criterios tuvieron los directivos del canal del Estado para sugerir cambios que eran toda una cachetada a la calidad y la meritocracia? Dos preguntas de varias. O: ¿acaso Bedoya está cansado y necesita precisamente descansar? Solo una pregunta, ingenua por todos los lados porque los cinéfilos no se fatigan. Así de simple.
Como fuere, hay una pregunta que se formulan todos: ¿quién será el nuevo conductor de este programa (hasta donde sabemos, también se retira la productora Samantha Chau)? Verdad de Perogrullo: ahí se ha dejado una valla muy pero muy alta.
Ojalá que los nuevos tiempos para El placer de los ojos no traigan hueso acaramelado, disfrazado de carne para dar cabida a películas que no destacan por su calidad y que obedecen a meros intereses comerciales; esperemos que el nuevo conductor(a) no caiga en la tentación de las insoportables jerigonzas del caletismo ilustrado; pero lo más importante: el nuevo formato de El placer de los ojos tiene que seguir promoviendo lo mejor/atendible/destacable de la producción cinematográfica nacional.
Lo dicho es una obviedad, pero ya vemos que la falta de sentido común viene imponiéndose en Perú, y la cultura, lamentablemente, no es ajena.