Harry Potter, la Biblia, establos con vacas, amigos invisibles, androginia, ruralidad, identidades no binarias, Hitler, poesía, escritura. Toda esta amalgama de referencias que parecen inconexas entre sí, componen el universo de Marieke Lucas Rijneveld, último Premio Booker Internacional por su novela La inquietud de la noche (Planeta, 2020), un artefacto narrativo que reinventa la propuesta confesional y autobiográfica con elementos hiperrealistas y lingüísticos al mejor estilo del primer Henry Miller. La novela ha sido publicada al español por la editorial Planeta y ya se encuentra en librerías nacionales. Caretas conversa con Rijneveld, quien da más detalles sobre su universo literario.
-Eres uno de los ganadores más jóvenes en la historia del Premio Booker Internacional. Supongo que este tema de la edad debe ser un problema extraliterario para ti, pues no deja de caer en cierto cliché o etiqueta. ¿Crees que la edad debe ser el último criterio para que te lean?
Siempre me parece un poco extraño que se mencione el tema de la edad en todas partes. ¿Qué dice eso exactamente? Yo preferiría que desde los 21 años hasta los 67, cuando uno se jubila, no se tenga edad. Solo el Gobierno debería saberlo. Creo que ser joven o no dice muy poco sobre ti y que el número a menudo no es adecuado para uno mismo. Algunas personas adultas son mucho más jóvenes o se sienten mucho más jóvenes de lo que realmente son. Y eso está muy bien. Además, suele sufrirse mucha discriminación por la edad. En un premio como el Booker Internacional entiendo que es sorprendente, especialmente porque soy el ganador más joven de la historia. Pero en realidad eso tiene poco que ver conmigo. Solo es algo llamativo y eso es todo. Al final, se trata del libro y no tanto del escritor o de la edad del escritor. Los mejores libros también suelen ser atemporales.
-En alguna entrevista dices que tu novela es un “libro absolutamente holandés”. ¿Crees que algunos códigos de Holanda puedan perderse en la traducción o el contexto de otros países? ¿En Latinoamérica, por ejemplo?
Las cosas holandesas más típicas se han mantenido y respetado en la traducción, incluso cosas como el de la ensaladilla rusa. Es especial que a un libro tan holandés como el mío le vaya tan bien en el extranjero. Creo que a la gente le gustaría echar un vistazo a la cultura de una familia típicamente holandesa y a la vida agrícola en este país. Todo el mundo tiene una imagen, claro, pero ¿sabe cómo es realmente? He tratado de incluir al lector lo mejor que puedo en todo este contexto. Me dije: “Deben ser capaces de oler la mierda de vaca como lo huelo yo”. Así fue cómo quería describir todo. Así que no se perdió mucho de esta realidad en la traducción, pues queríamos mantener la novela lo más holandesa posible.
LEE | Logros y caídas en «Canción sin nombre» de Melina León
-Eres un escritor precoz. De niño ya escribías, editabas y publicabas una revista (De Griezelkrant). ¿Qué cosas había en estas ediciones? ¿Lo recuerdas?
De Griezelkrant era un periódico con historias de brujas haciendo cosas divertidas. Hubo principalmente historias con mucho humor. Justo fue allí cuando leí por primera vez Harry Potter y me fascinó la brujería. Escribí el periódico, lo imprimí y lo tiré al buzón de mi novia. De modo que yo era tanto el escritor como el impresor. Me encantó hacer eso. Cada semana se publicaba De Griezelkrant. Tenía una audiencia muy pequeña, pero me sentía un poco famoso en el pueblo en ese momento.

-Ahora pienso en escritores como William Faulkner o Flannery O´Connor, quienes, al igual que tú, se criaron en un ambiente rural, contaminados por la Biblia y los vicios de las pequeñas comunidades. Ellos crearon un lenguaje que es imposible de utilizar para contextualizar un ambiente urbano o de ciudad. En tu caso, ¿cuánto influyó la Biblia en tu lenguaje?
La educación bíblica ha tenido un impacto profundo en mí como persona y como escritor. Toda esa cosmovisión está tan entretejida en mi existencia que solo puede hacerse patente a través de mi lenguaje. No creo que pudiera haber escrito nada sin la Biblia. La Biblia está llena de metáforas, de simbolismo, de hermosas palabras. Sus historias me causaron una gran impresión, a veces hasta el punto del horror. Ahora, mucho después, soy consciente de lo que me ha aportado literariamente. Toda esa educación reformista y crecer en un pueblo pequeño y pasar mis días en una granja me han convertido en un escritor con un rico caldo de cultivo. En la Biblia y lo rural encontré el amor por el lenguaje.
-Me gustaría saber si eres de los escritores que leen libros del tono en el que están escribiendo, o de los que no leen nada o de los que leen libros totalmente distintos a su proyecto para no dejarse influir.
No leo mucho mientras escribo una novela. De vez en cuando tomo un libro que realmente me gusta y luego leo algunas escenas para inspirarme. Además, al escribir prosa o poesía siempre pongo alrededor de mí poesía o novelas que me gustan. Construyo paredes de libros alrededor de mi escritorio y me escondo detrás de toda esa opulencia de hermosas oraciones e imágenes. Me hace sentir seguro y me motiva a sacar lo mejor de mí. Y a veces, si algo me gusta mucho, tengo la ambición de hacerlo aún mejor. No es que necesariamente lo logre, pero esa ambición es importante. La idea de que puedes superar a algo o a ti mismo.
-Se habla mucho sobre la poesía del cuerpo. ¿Crees que en tu novela también hay poesía o “memoria corporal”, esa frase tan precisa que Anna Enquist te dijo alguna vez?
Creo que a veces no podemos expresar mucho de lo que experimentamos en la vida. Las sensaciones más fuertes por momentos se infiltran en tu cuerpo, a veces a una edad muy temprana, y no salen de ahí. Sucede que tu cuerpo lo recuerda, pero tu mente no. Creo que ese fenómeno se refleja un poco en la novela: no poder expresar exactamente lo que estás sintiendo. Sabes que está ahí, pero extrañas las herramientas para sacarlas a flote. Cuando Anna Enquist habló sobre la “memoria corporal”, pensé: “¡Ah, eso es todo!”. Perdí a mi hermano a una edad temprana. Tenía tres años y todavía no podía hablar de eso porque el lenguaje de los adultos me sobrepasaba. Pero desde ese momento el dolor, un gran dolor, entró a mi cuerpo. Y eso surgió en poco tiempo a través de expresiones corporales y no con lenguaje. He tratado de plasmar estos sentimientos en el papel, convertirlos en poesía y acercarme a ellos de esa manera.

-Tu novela parte de un plano autobiográfico que, por momentos, es roto gracias a imágenes fantásticas o hiperrealistas. Sabemos que, como en la novela, perdiste a tu hermano a edad muy temprana. ¿Crees que a través de la escritura te distanciabas de ese dolor?
No creo que me haya distanciado realmente, simplemente fui directo a la herida. Yo era como un campañol, enraizándome en todo lo que pasé para escribir el libro. Eso fue muy difícil a veces. Tuve que plasmar en papel el dolor que tengo dentro. Pero también fue liberador hacer eso, encontrar una manera de contar parcialmente mi historia, ver la pérdida de un niño y quizás también comprender mejor al niño que era cuando perdí a mi hermano. Así que fue difícil y liberador al mismo tiempo. Me tomó seis años poder presentar la historia de tal manera que fuera correcta, que fuera candente y una mezcla entre realidad y fantasía.
-¿Es cierto que naciste el mismo día que Adolf Hitler? Supongo que por eso aparece mucho en tu libro.
Sí, eso es cierto. Creo que por eso tengo una especie de fascinación por Hitler en mi trabajo. No tanto por sus acciones, que son espantosas, pero sí una fascinación por sus antecedentes y sus miedos. Cuando escuché en la escuela primaria que su cumpleaños caí el mismo día que el mío, pensé que era una coincidencia muy extraña. Como Jas [protagonista de la novela], comencé a preguntarme si tenía razón o no y qué es lo que hacía que me guste Hitler.
-Bueno, es muy rara esta pregunta, pero me gustaría hacértela. ¿Por qué te gustan tanto las vacas, Marieke?
Porque son los animales más dulces y sensibles que existen. Me gustan porque pueden ser un poco torpes a veces, y porque siempre reaccionan a cómo te sientes. Si eres caótico e inquieto, ellos también lo serán. Las vacas son mis mejores amigas. Las amo mucho y siempre lo haré.
-¿Crees que actualmente lo rural sigue siendo muy estereotipado por la gente?
Sí, creo que tenemos cierta imagen forzada de ello. Y en parte subrayé esa imagen en mi libro, pero también la mostré desde el otro lado. En cualquier caso desde el lado de un niño, un niño con mucha fantasía e imaginación. Ojalá haya mostrado la oscuridad, pero también la luz. La aspereza del campo, pero también su silencio.
-¿Cómo ha sido la situación de la pandemia del covid-19 en Holanda? ¿Cómo la pasaste?
Es y fue una época muy extraña. Especialmente al principio estuve muy asustado. No tanto por el virus, sino por la incertidumbre. Todo desapareció de repente: actuaciones, conferencias, el gimnasio. Había estado trabajando en una segunda novela durante algún tiempo, pero era difícil concentrarse. Luego, el 27 de abril, el Día del Rey, de repente me encontré con una historia diferente. Desde el momento en que comencé con ella me apasionó. Día tras día trabajé en el libro. No hice nada más que escribir y nadar, escribir y nadar. Con eso ahuyenté un poco la incertidumbre y el miedo. El libro ya ha sido publicado (Mijn lieve gunsteling. 2020) y estoy muy contento con su fantástica recepción. Espero que el mundo vuelva a la normalidad pronto y que podamos abrazarnos de nuevo. En realidad, ese es mi mayor deseo para este 2021.
-Última pregunta. ¿Qué libros holandeses recomendarías a un lector peruano?
Todo lo escrito por Jan Wolkers y Anna Enquist. Sin dudar.