Si se hace un rápido ejercicio de rastreo a la keyword “Nación Vacuna” en Google, los primeros resultados de las SERPs serán un bombardeo informativo acerca de los mitos y verdades de las vacunas contra la covid-19, investigaciones o noticias recientes del virus, documentos técnicos de los ministerios de salud, especulaciones médicas conspirativas o vídeos explicativos sobre las vacunas Pfizer y Sputnik. Pero allí, sobresaliendo tímidamente en medio de ese caos, uno o dos enlaces aterrizarán por fin a buen puerto: información de Nación Vacuna, la excelente novela de la escritora argentina Fernanda García Lao.
Aunque parezca gratuito, este no es un dato menor. Si bien es cierto que Nación Vacuna se publicó originalmente el 2017 en Argentina, en marzo de 2020 hubo noticias de su relanzamiento en un mercado mucho más grande: España. Esta vez, con una inmejorable edición a cargo de Candaya. Sin embargo, una semana antes de su lanzamiento se dio la alarma mundial de la pandemia del covid-19 y el obligatorio contexto de confinamiento hizo que se suspendiera la gira promocional del libro, se amortiguara su distribución, se paraliza la atención mediática a la cultura por cuestiones más urgentes y, naturalmente, Google cediera terreno a contenidos SEO enfocados en palabras clave como “vacuna” o “vacunados”, postergando entradas y primeras posiciones de búsqueda a artículos que nada tuvieran que ver con el covid-19 y sí, tal vez, con la literatura.
Lo que todo parecía una empresa perdida, inmediatamente volvió a resurgir gracias a los buenos oficios de Candaya y a la valencia artística de la novela, la cual demuestra no solo un potente constructo narrativo, sino también la tranquila autoridad de su autora, quien domina su oficio y maneja con inteligencia cada uno de sus materiales.
Nación Vacuna ha sido presentada como “un viaje hacia la locura colectiva, como una falsa ucronía donde el engaño altera hasta el absurdo la percepción del presente y de la historia”. La descripción no es exagerada. Fernanda García Lao se las arregla para cumplir de sobra esta consigna a través de una puesta en escena delirante en donde campea el hiperrealismo, la paranoia, la subversión histórica, la belleza de lo macabro y, sobre todo, la resignificación de los miedos humanos en una propuesta muy Margaret Atwood versión argentina.
El argumento de Nación Vacuna es de entrada una promesa tremendista y demencial. Nos cuenta la historia del funcionario Jacinto Cifuentes, un oscuro burócrata a quien se le encarga la tarea de seleccionar un grupo de mujeres para un “servicio patriótico” en unas islas llamadas “M”, las cuales han sido devastadas por una guerra y ahora forman parte de Argentina. La misión, urdida por una conspirativa Junta de Gobierno, tratará de salvar a un grupo de soldados que yace en las “M” y que se encuentran afectados por una extraña enfermedad sembrada por el enemigo para desestabilizar el país. Jacinto Cifuentes se abocará entonces, junto a otros personajes tan demenciados como él, a escoger mujeres que serás utilizadas a modo de vacunas humanas y como conejillas para la procreación en las islas, en un inmenso programa nacional llamado Proyecto Vacuna.

Fernanda García Lao nos narra esta historia por medio de una sucesión de fragmentos y estampas que dinamizan la lectura y crean una interesante sensación de suspensión constante, algo que se enlaza con el estado anímico y mental del protagonista narrador, quien parece percibir la vida no de un modo lineal, sino más bien abrupto, escarpado, como si cada hecho vivencial fuera un trozo de carne trozada por el hacha de su padre, un matarife de la peor calaña que romantiza su oficio como el mejor bien nacional.
Si bien es cierto que la novela arranca con cierta frialdad y lejanía, más preocupada por el artificio poético y estructural, poco a poco empieza a cobrar autonomía y establece un pacto emocional con el lector, presentándonos las heridas y traumas interiores del narrador, sus vicios y miserias, su continua ambivalencia o esa falsa apuesta que hace en torno a la moral. Es decir, la narración va generando phatos y conexión empática en sí misma. Para ello, García Lao se vale no solo de representación visual de los hechos psicológicos, sino también utiliza el lenguaje como arma de exploración a esa ruinidad interna. Así, el constructo poético entra en sintonía con cada posible estado emocional y demuestra, a través de sus potentes imágenes, el caos interior de su protagonista. De allí frases como: “La muerte se balanceaba como un gato en una soga”, “El cielo es un vientre al revés, con las ubres hacia adentro. Cada instante incuba un monstruo. Yo, por ejemplo”, “La fiesta se ha retirado del horizonte. La luna ha vuelto al redil”, etcétera.
A ratos realista, a ratos onírico, a ratos monstruoso, Nación Vacuna cabalga en un ejercicio de pastiche que mezcla tanto el relato conspirativo, intimista, postapocalíptico, terrorífico, social, político e, incluso, teológico. Todos estos elementos se conjugan en una sola puesta en marcha que brinda a la novela interesantes relieves y, sobre todo, diferentes capas de lectura. Basta pensar, por ejemplo, en los conflictos edípicos del protagonista para una lectura en clave psicológica, o en las tensiones familiares para la clave intimista, o en esa brutal represión a cualquier intento de rebelión contra el sistema para la clave política, o en la subversión histórica y fantástica para la lectura en clave sci-fi, y así.

Ahora bien, todo el desfile de horror, tremendismo y escatología de la novela (el narrador obsesionado por los pelos y la peste de las axilas femeninas, por ejemplo) solo logra sustentarse y alcanzar su justo medio por una salvadora dosis de humor y diversos gags que impiden que el relato se convierta en un catálogo de simples efectismos. Del mismo modo, las escenas de sexo, frías y furtivas en todo momento, logran salvarse al ser funcionales más como elementos complementarios de esa extraña realidad que como el culmen del erotismo o de la pasión humana.
Quizá las partes más débiles del libro sean sus recursos argumentativos para unir las piezas de la historia y su falta de persuasión a la hora de establecer hechos determinantes. Generalmente los sucesos de mayor relevancia en la historia llegan a pecar de gratuidad y los encadenamientos para urdir la trama son por completo injustificados. Esto puede entorpecer un poco la lectura, pero al final se vuelven pequeños escollos que la fuerza del lenguaje y el ingenio imaginativo empalidecen.
También se puede destacar del libro su clara intención para cartografiar las estructuras de poder y el rol que, en apariencia, cumple cada estrato social para consolidar un sistema que avasalla a partir de incentivos tanto materiales como psicológicos, y que, además, manipula la violencia para convertirla ya no en un acto de laceración externa, sino completamente interna. Tal vez por eso “cada instante incuba un monstruo” y nosotros no nos damos cuenta.
En un mundo que nos enrostra a diario lo peor del ser humano y cada una de sus conspiraciones más macabras, la realidad alternativa de Nación Vacuna nos demuestra que nada puso ser mucho peor, pues comparado a las noticias de nuestro tiempo, ¿qué es un proyecto de contrahechos fornicando con mujeres como juguetes genitales en cadena, caladas de semen hasta las orejas? Bueno, que el lector saque sus propias conclusiones.