En el escenario, Ara Malikian es más que ese violinista virtuoso. Es un niño, en el más amplio sentido de la palabra. Lúdico, pasional, libre. Curiosa analogía puesto que su historia empieza con una infancia difícil por la guerra civil del Líbano. Sin embargo, él asegura que su violín le ha dado libertad y la convivencia con su pequeño hijo Kairo, ese impulso creativo para homenajear a esos pequeños seres de grandes sueños y tierno asombro con su último disco llamado, simplemente, Ara, que lo ha llevado a emprender una gira mundial en la que piezas clásicas se mezclarán con ritmos varios como rock, tango, todo sazonado con la energía única de este hombre que convirtió la tragedia en arte y la vida en una eterna celebración.
—Tu nuevo disco es un homenaje a ese mundo infantil que descubriste en pandemia. ¿Cómo fue ese viaje interior de la mano de tu hijo Kairo?
Efectivamente, me metí en su mundo, tuve la suerte.
Antes de la pandemia tenía un ritmo de 120 conciertos al año, estaba casi todos los días entre aviones, aeropuertos y carreteras. Cuando empezó el confinamiento volví a casa para estar 24 horas durante meses y meses. Entonces para mí fue una suerte de poder reentrar en su mundo y ser parte de su crecimiento, de su educación, de su imaginación, de su fantasía. Cuando somos niños la fantasía debe ser ilimitada y cuando crecemos, pues lo perdemos. A mí me pasó algo, a su edad viví la guerra en el Líbano y cuando uno vive una guerra de niño, pues obviamente no puede jugar, no puede disfrutar de sus amigos, no puede salir a la calle. Yo a su edad no tuve una infancia, así que todo ese tiempo perdido lo recuperé en este tiempo de confinamiento. Por eso fue un momento muy inspirador, muy bonito porque he estado muy cerca de él, de su mundo, de su imaginación. Todo lo que compuse viene de él.
—Ahora que retomaste las giras, tu hijo debe extrañarte.
Él me extraña y yo también, por supuesto. Por eso intento no alargar las giras mucho. Tengo giras de una semana, máximo dos, luego vuelvo, estoy un rato en casa, luego vuelvo a salir. Intento siempre de cuidarlo porque sé que los dos sufrimos. La diferencia es que yo lo entiendo y él a veces no entiende por qué su papá no está. Lo que intenté hacer para que él entienda es llevármelo mucho de gira. Este verano le he llevado conmigo de gira y entonces él entiende por qué no estoy. Entiende que estoy haciendo conciertos y que siempre volveré. Eso lo hace llevar un poco mejor.
—En tu música ¿qué tan importante son tu hijo y tu esposa?
La verdad es que mi familia es muchas veces mi fortaleza. Tener la tranquilidad en casa te hace más fuerte y es lo que me pasa. En este momento paso un momento de felicidad familiar que me hace más fuerte, más creativo también. Es un bienestar muy bonito que estamos pasando ahora mismo.

—¿Tu hijo ha mostrado interés por la música, por el violín acaso?
Sí, la música sí, pero diferente tipo de música. Lo entiendo un poco porque está cansado que todo el mundo le pregunte: ¿tú tocas el violín? ¿vas a tocar el violín? Entonces él tiene algo de amor y odio con el violín. Le gusta otro tipo de música y yo lo respeto, pero lo que más le gusta es obviamente jugar con sus amigos. Yo no soy como mi padre, que era más rígido, más estricto y que me obligaba a estudiar. Yo intenté enseñarle el violín. Lo tocó un rato, pero no lo puedo obligar. Si vuelve a tocar, yo feliz y si no, que haga lo que le gusta. Los tiempos han cambiado y en mi época los padres tenían más poderes que hoy, ahora tienen más poderes los niños, así que él me controla más que yo a él.
—Mi hija de 11 años me pidió que te pregunte: siempre cuentas que tu papá te obligó a tocar el violín. ¿Ahora tienes un hijo, no creo que lo obligarías, pero lo persuadirías para que toque y continúe tu legado?
Es una pregunta muy inteligente. Los niños hacen preguntas claves. Es verdad, para mí era la pregunta eterna. Él quiere disfrutar de su niñez y yo lo dejo. Es lo más importante. Sería erróneo obligarle a estudiar, encerrarle a una habitación y que estudie. No lo haría jamás, no es mi personalidad. Aunque estoy eternamente agradecido a mi padre por haberme metido en este mundo del violín. Siempre estaré agradecido porque gracias a él soy una persona feliz, pero yo creo que los niños deben tener su momento de infancia y jugar, disfrutar sin tener que pensar: ¿qué haré más tarde? Ya se verá.
—Se tiene la creencia que un artista necesita sufrir para crear. ¿Es cierto?
No creo, nadie en el mundo tiene que sufrir ni padecer. Creo que tiene que “sufrir”, entre comillas, por la dedicación, el sacrificio. Para vivir de esta pasión hay que dedicarle tiempo, mucho esfuerzo y hay que sacrificar muchas cosas. Dejar de lado cosas divertidas. Yo cuando me acuerdo mi juventud, la guerra era un momento difícil que lo he dejado en el disco duro del cerebro, en un lugar olvidado que no quiero ni recordar. Los momentos difíciles de mi vida, pero también bonitos, es cuando estudiaba 12 horas al día porque tenía una obsesión: tocar el violín como mis ídolos. No se si es padecer, más sería sacrificio, disciplina. Más divertido es salir con amigos, y también hay que hacerlo, pero es verdad que había una época donde no tenía vida solo existía estudiar, estudiar y estudiar.

—¿Le falta música al mundo?
Yo siendo músico obviamente pienso que la música, el arte en general, es indispensable en el ser humano y en nuestra sociedad. Pienso que cuando el ser humano tiene acceso al arte, a la música, a la literatura, a la danza, al teatro, a la pintura, se vuelve un ser más sensible, más respetuoso. Si tienes acceso a toda esta belleza desde niño, pues cuando crezcas no te dedicarás a la violencia, serás un ser humano sensible con respeto hacia los demás, hacia otras culturas, otras raíces, las demás opiniones y no te conviertes en un asesino ni un psicópata. Por eso creo que la música es muy importante para el ser humano. Lo hemos visto aún más en esta época de pandemia donde había que cuidar nuestro estado físico, la salud física, pero la salud física pasaba por la salud mental y la salud mental pues pasa por el arte y la cultura.
—¿Para qué sirven las guerras?
Es la eterna cuestión. Para nosotros, los ciudadanos normales, no sirve para nada. De hecho, cuando yo vivía en el Líbano, toda la población que estaba envuelta en esta guerra que llevaba más de 20 años, daba igual de qué bando, de qué religión, de qué opiniones políticas eres, lo único que querían era que se acabe la guerra. Pero no había forma de acabarla porque el ego de los jefes, el ego de los políticos, el ego de las personas ambiciosas era lo que mandaba. La mayoría de la gente no tenemos nada que decir y la guerra la empiezan una o dos personas, no un pueblo entero, pero sufre todo el planeta.
—¿Se debe seguir teniendo fe en el ser humano?
No hay otro camino. Yo creo que tengo fe, hay que tener fe, aunque seamos una minoría. Es como yo que toco una música y pienso que va a una minoría, mientras que hay otra música que llena millones de millones de estadios, pero yo sigo creyendo en el ser humano, en mi música, en la sinceridad, en la belleza y uno si deja de creer pues es cuando se cae en el precipicio. Siempre hay que creer.
—A propósito del documental sobre tu vida, ¿qué significa para ti vivir entre cuerdas?
El titulo lo encontró ella (esposa, Nata Moreno, directora del documental sobre su vida: Ara, una vida entre cuerdas, 2019) y hace referencia a que toda la vida he vivido entre escuelas de violín, pero al mismo tiempo hace referencia a las cuerdas de un ring de boxeo donde al mismo tiempo mi vida era una lucha para conseguir mi sueño, para demostrar que se puede, que da igual de dónde vienes. Si tu sueño y pasión es fuerte, puedes conseguir tus metas y sueños.
—Trabajaste con grandes artistas. ¿Alguna vez soñaste con trabajar con tantos grandes músicos?
Mi sueño siempre fue tocar, llegar a un nivel a donde yo quería y al cual todavía no llego. Uno siempre piensa que lo mejor está por venir. Para mí nunca, y eso lo tengo de mi padre, nunca idolatro a los demás. Mi padre siempre me hizo inspirarme en otros artistas, músicos, pero no idolatrarlos. Sí estaría feliz de colaborar con muchos músicos, pero no es que sea mi razón de vivir.
—¿A qué músicos en general admiras?
La verdad he cambiado mucho, pero no cambio a mis ídolos que son Paganini, Brahms y algunos músicos que para mí han sido muy importantes en la historia de la música moderna, como Miles Davis, Chuck Berry o Jimi Hendrix. Ellos eran músicos que creían en lo que hacían no siguieron una moda sino su personalidad. Para mí un ídolo es Van Gogh, que sin tener éxito en su vida, no dejó de pintar y pintar a pesar que en toda su carrera vendió un solo cuadro, el cual compró su hermano. Eso es verdaderamente inspirador. ¿Cómo se puede tener tan claro tu arte, tu manera de querer disfrutar de tu arte? Le daba igual si tenía éxito o no porque él creía en su arte.
—Siempre decían que Paganini hizo pacto con el diablo. ¿Ara ha hecho pacto con alguien?
Paganini aparte de ser un gran virtuoso, era muy listo. Era el primer rockstar de la historia de la música. Se inventó muchas historias como esta para vender su imagen y era el primero que empezó este tipo de publicidad, de revelaciones para que la gente se interese aún más en su personaje. Y lo consiguió.
—Ayer le enseñé a mi hija una foto tuya con frac y me dijo: “Ese no es Ara papá, Ara es el que tiene el pelo loco, prefiero ese Ara”. Tú has encontrado tu propio look, tu propia música, tu propia forma de transmitir. ¿Se te ha hecho muy difícil el proceso?
Sí, ha sido muy difícil, muy arriesgado también porque tenía mucho miedo. Durante muchos años quería ser violinista clásico como muchos de mis compañeros, pero en este mundo hay mucho miedo de hacer las cosas de un modo diferente. Hay mucha crítica, mucho prejuicio, para mí fue muy difícil salir de este mundo tan pequeño, tan cerrado, pero una vez que salí me sentí tan bien y tan libre y mi arte y música mejoraron tanto que pensé que debí haber salido antes. Pero es verdad, lo más difícil de mi carera fue darme cuenta de que lo mejor de mí va a venir si soy lo más natural posible, no intentar imitar a nadie o intentar ser alguien que no soy.
—¿Conoces algo de la música peruana?
Sí, conozco. Tuve la suerte de colaborar aquí en Madrid con unos músicos peruanos maravillosos de gran talento, he tenido la suerte de tocar con ellos. Me han dicho que hay una escuela en la que enseñan a tocar el violín peruano. Quisiera descubrirlo en persona.
—¿Qué le dirías a un joven violinista?
La verdad es difícil, no hay un truco o camino que te asegure el éxito. Hay algo seguro, apasionarse por lo que haces, amar lo que haces. Dedicar mucho tiempo, mucho interés, descubrir cosas que a ti te interesan sobre la música. Para ser un músico hay que vivirlo, no solo tener que estudiar unas horas. Es una forma de vida que hay que vivirla, probar muchas cosas, equivocarse, que es la mejor enseñanza. Hay que confiar en la propia personalidad. Hay que encontrar el equilibrio, no siempre hay que escuchar lo que te dicen, hay que ser rebelde y hacer las cosas a tu manera.
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