El 2 de diciembre se cumplen 50 años de la muerte de José María Arguedas, que para muchos es el mayor escritor peruano del siglo XX. Hay para todos los gustos: desde polémicos libros muy bien escritos como La utopía arcaica de Vargas Llosa hasta frecuentes mesas de debate sobre su vigencia. De cualquier ángulo de aproximación, es visto que aún no nos recuperamos de su desaparición. Al respecto, Julio Ortega dice que “asumimos su muerte como otra función de su vida. Sigue trabajando, como un mito fundacional, para un país menos violento y más justo. Como Vallejo, creyó que las piedras incas no son ruinas del pasado sino sílabas del porvenir”.

¿Por qué interesa saber todo de JMA? Recordemos sus históricas polémicas, como la mesa redonda sobre Todas las sangres organizada por el IEP en 1965 y su comentado desencuentro con Julio Cortázar. Sin embargo, hay un JMA más personal, que encontramos en El zorro de arriba y el zorro de abajo, en donde puso en bandeja sus miserias y vergüenzas íntimas. Para Peter Elmore, “los Zorros… es uno de los experimentos y experiencias más extremos de la literatura latinoamericana moderna”, y no duda en recomendar, como accesos a su obra, Los ríos profundos, “que representa el drama de crecer en una sociedad escindida e injusta”, y el poema “A nuestro padre creador Túpac Amaru, que es un alegato intenso contra un orden inadmisible y una celebración lúcida de la migración andina a las ciudades”.
Como intelectual y creador, JMA demostró compromiso. No olvidemos su apoyo a un vapuleado Reynoso por Los inocentes, mediante un artículo en el que incluso le sugirió aprender quechua. JMA sigue seduciendo, su obra suscita interés. Sobre este punto, el español Eduardo Subirats dice “que lo notable en JMA es su radicalidad, cuyo significante viene de raíz: raíces lingüísticas, mitológicas, étnicas, sociales, y las raíces católicas de los prejuicios coloniales en Perú y en América Latina. Estas raíces son la razón de la exclusión de su obra por parte de la literatura de entretenimiento (el paradigma Vargas Llosa)”. Su obra que no solo fue literatura, sino también permanente reflexión sobre el Perú. Queda por redescubrir al JMA antropólogo, que para Karina Pacheco resaltó “la riqueza y complejidad de la cultura andina, deshaciendo los estereotipos y sin recurrir para ello a la minusvaloración de la cultura occidental. Su discurso No soy un aculturado sintetiza su pensamiento y su sentimiento hacia el Perú”.
Lo que nunca dejó de buscar JMA fue “golpear como un río la conciencia del lector”. JMA golpeó tanto que generó anuencia, resistencia y fanatismo. Por ejemplo, en el 2004 se transportaron sus restos desde el cementerio El Ángel a Andahuaylas, situación que ocasionó un sonado cruce entre su viuda Sybila Arredondo y las autoridades apurimenses. La peculiar historia de este traslado bien puede ser leída como un relato de ficción, pero vista en estos tiempos es una extensión de los elementos que conforman la galaxia JMA, compuesta por libros que ayudan a reconocernos en sus/nuestras heridas.