La delicada situación de salud del autor Pedro Novoa afecta a la comunidad cultural y literaria del país.
Desde hace varios meses, Novoa se encontraba internado en el hospital Edgardo Rebagliati a razón de un cáncer de colon. Su estado de salud se complicó y desde el mismo hospital lo declararon “desahuciado” hace pocos días. Es decir, bajo el eufemismo de abocarse a “mejor calidad de vida” lo mandaron a su casa.
En las redes sociales, gente cercana al autor como el propio Novoa, han estado pidiendo ayuda al Ministerio de Cultura (Mincul), porque lo que se busca es que sea llevado al Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), en donde se le podrá brindar las atenciones que demanda su grave estado de salud.
Que suceda lo del INEN sería lo ideal en estas horas difíciles, pero más de uno sabe que poco o nada se puede esperar del aparato estatal, el cual está infestado de una burocracia contra la que poco o nada pueden hacer las autoridades de buena voluntad del Mincul. Es tan gruesa la burocracia que muchos peruanos han muerto (por Covid-19 y otras enfermedades) a causa de sus tentáculos que se vieron aún más reforzados en el estado de emergencia.

¿Quién es Pedro Novoa?, me ha preguntado más de uno en estas últimas horas (obviamente, se entiende que la inquietud proviene de gente no ligada al circuito cultural y que se ha enterado de su nombre mediante los medios de comunicación). La pregunta no puede ser más oportuna, porque me permite brindar luces de una poética narrativa que no ha pasado desapercibida para el imaginario literario peruano e internacional.
Para empezar, Novoa no es un autor más. No pocos saben que ha consagrado su vida a un oficio para el que se necesita de mucha disciplina interior y perseverancia. Como consecuencia de su esfuerzo, ha obtenido importantes reconocimientos literarios. A saber, en 2012 ganó el Primer Premio Internacional de Novela Corta Mario Vargas Llosa con Maestra vida; además, en 2016 se impuso con “Inmersión” en el Cuento de las 1000 Palabras de CARETAS.
Novoa es dueño de casi una decena de libros. Pero a razón de qué consigno solo dos de sus muchos logros como narrador. Fijémonos en el arco temporal entre 2012 y 2016, que corresponde a los años en los que Novoa estuvo trabajando como editor y docente en la Universidad César Vallejo (UCV) y otros centros académicos.
No vamos desgranar los conocidos cuestionamientos sobre la UCV. Pero lo que no se puede obviar, es que en materia educativa y cultural (y en imagen institucional) el nombre de Pedro Novoa era una luz en medio de los disparates del dueño de UCV, César Acuña, y candidato en estos momentos a la Presidencia de la República.
Fueron los triunfos literarios de Novoa los que amenguaban las críticas contra esta institución educativa, méritos que ofrecían una tregua al espectador informado, porque era clarísimo que gente con valía había en la UCV, que se beneficiaba en imagen gracias a los esfuerzos individuales de docentes como Novoa.
Ya que César Acuña viene prometiendo todo (salud y educación, en especial), sería propicio que ayude (porque lo puede hacer, no es gratuito lo de «plata como cancha») a Pedro Novoa en estas horas trágicas para él. Novoa hizo mucho por la imagen de UCV. Que ahora Acuña se porte, que cumpla la ley de la vida: la reciprocidad.
Y queda en los demás, en editores, escritores, críticos, gestores, libreros y periodistas culturales, ayudar por medio de los canales que se han puesto a disposición. La cantidad no interesa, lo que importa en estos momentos es ponerse la camiseta de la solidaridad.
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