Arco cierra la mejor edición de la última década”, es el titular de un largo artículo publicado el domingo 3 de marzo en el diario El País. Hecho el balance, los organizadores de una de las ferias hispánicas más importantes de arte contemporáneo concluyen que buena parte del éxito se debe a la presencia de Perú como país invitado. “La presencia de Perú ha hecho que vengan grandes coleccionistas de Latinoamérica, directores de museos y personas interesadas y eso ha sido muy satisfactorio”, declaró Carlos Urroz, director de ARCOMadrid 2019. Nunca antes se habían registrado tantas visitas de profesionales. A lo largo de la feria asistieron más de 100 mil personas, según datos de la propia organización. ARCO es una feria comercial reservada a las más selectas galerías con lógicos móviles de lucro. Y también a instituciones interesadas en el fomento de las artes.
Dentro de los 203 stands de los pabellones del IFEMA se encontraron piezas artísticas como esculturas, pinturas, poemas, música y más. Para la opinión de los expertos Perú estuvo impecablemente representado con la participación de artistas como Fernando Bryce, Teresa Burga, Sandra Gamarra, Miguel Aguirre, Antonio Páucar, Herbert Rodríguez, entre otros. Un conjunto heterogéneo y diverso en sus propuestas.
En el programa paralelo, lo más cautivador se dio en la práctica llevada a cargo por Fietta Jarque, quien puso un puente entre lo prehispánico y lo contemporáneo. En Espacio Fundación Telefónica se expuso la obra Nasca. Buscando huellas en el desierto. En el Museo del Prado se exhibió, por primera vez, un cuadro anónimo cusqueño del siglo XVIII: Matrimonio de Martín Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola. En el Museo Reina Sofía se vio Redes de vanguardia: Amauta y América Latina, 1926-1930.
En el programa principal la audiencia ha sido, históricamente, una de las más concurridas (2,800 visitantes los dos primeros días). Muchas de estas personas llegaron desde regiones poco conocidas para España, así comentan los expertos. Dentro de la feria principal se presentaron los siguientes artistas con sus respectivas galerías: Ximena Garrido-Lecca y Rita Ponce de León en Livia Benavides; Teresa Burga y Antonio Páucar en Barbara Thumm; José Vera Matos en Casado Santapau; Armando Andrade Tudela en Elba Benítez; Claudia Martínez Garay en Ginsberg; Herbert Rodríguez en Henrique Faria; Sandra Gamarra en Juana de Aizpuru; Raimond Chaves e Ishmael Randal en Revolver y Alberto Casari con Ana Teresa Barboza en Wu.
Las comisarias Gredna Landolt y Sharon Lerner plantearon una muestra conceptualmente atractiva que mira una región difícil de definir desde una perspectiva occidental. Hubo también arte en Madrid fuera de ARCO. Las Semillas de Jaime Miranda Bambarén, la sutil denuncia hacia el Olvido de los desaparecidos en la guerra interna de Maya Watanabe, la obra Double de Armando Andrade Tudela, El calor derrite los estilos de Raymond Chávez y Gilda Mantilla, entre otras. El arte es y será siempre subjetivo y la feria Madrileña conlleva polémica. Muchos se preguntan con insistencia acerca de la calidad de algunas obras y la ausencia de “la plana mayor” del arte peruano: Szyszlo, Chávez, Llona, Tola, o escultoras como Westphalen o Hamann. Se dan explicaciones coherentes, pero quizás la mejor manera de solucionar este impase hubiese sido conseguir un local cultural –como se consiguieron muchos– que presentara una muestra de maestros del modernismo de la plástica peruana. Se hubiese completado y hecho más coherente y estructurada la presentación del arte peruano en Madrid. No obstante, este impase no hizo sombra a obras cuya apuesta fue volver a la materia, a lo tangible y a la idea de que el arte contemporáneo es el reflejo de nuestro tiempo.
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