El Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura tiene todos los elementos para convertirse en el mayor galardón literario del país. A diferencia de otros premios locales, el que patrocina el Mincul exhibe una envidiable ventaja: se coronan obras publicadas, que como tales ya han experimentado recorrido entre críticos y lectores.
Bajo estas condiciones, sería extraño que se posicionen obras que no calcen con aquello que llamamos calidad literaria. Ergo, fallar está prohibido.
En esta edición 2020 del PNL, las categorías a reconocer fueron las de Novela, No ficción y Literatura en lenguas originarias (no nos ocuparemos de esta última). Y conocidas ya las obras de los autores ganadores, como que hay una tranquilidad panorámica en cuanto al fallo, una suerte de calma saludable para un circuito literario que duda y reniega de todo.
Sin embargo, esta “tranquilidad” no es total, porque hizo su aparición el factor sorpresa, el tiro penal fallado que afea lo que pudo ser perfecto o carente de cuestionamiento.

En Novela, ganó Teresa Ruiz Rosas con Estación Delirio y la primera mención honrosa fue para Alonso Cueto por La Perricholi. Reina de Lima. En No ficción, Victoria Guerrero hizo suyo el primer lugar con Y la muerte no tendrá dominio y la primera mención honrosa en este apartado fue para Lurgio Gavilán por Carta al teniente Shogún. De lejos y de cerca, este cuarteto es incuestionable por su calidad literaria.
No así los libros que ocuparon el “tercer lugar” en estas categorías. Es tan pero tan grueso el disparate, que se abren sin más las puertas de las sospechas sobre los reales criterios valorativos que se emplean para elegir libros a todas luces menores en lugar de títulos que han sido largamente comentados, discutidos y saludados.
De las 32 novelas presentadas, tenemos a las destacadas Cementerio de barcos de Ulises Gutiérrez y Adiós a la revolución de Francisco Ángeles (ambas disputaron el trono novelesco en los recuentos literarios del 2019), y podríamos citar algunas más. De los 26 títulos de no ficción están los imprescindibles La batalla de Gustavo Gorriti, Perú Chicha de Dorian Espezúa, ¿A quién le importa? de Teresina Muñoz-Nájar, La caída de Velasco de Antonio Zapata y La bruja de Lima de Fernando Ampuero. Estos títulos son muy superiores en sus respectivas categorías a los de Charlie Becerra y Diego Salazar. No hay ofensa ni animadversión. El autor de la nota lee libros, no personas.
Este no es un señalamiento menor, sino uno que podría ser peligroso, porque son nuevamente los sospechosos criterios valorativos los que maculan una actividad del Mincul. Esta vez en menor intensidad, claro está, en comparación a lo que este organismo estatal enfrenta a cuenta de Contraloría sobre el proceso de compra de libros (por S/10 millones de soles) en el marco de la ayuda del Estado al sector editorial por la crisis sanitaria.

Ante esta situación, el Mincul no haría mal en publicar las listas de los filtros de selección y de esta manera saber qué y cuántos libros recibieron los integrantes de los jurados en las categorías de Novela y No ficción. ¿O vamos a creer que leyeron 58 libros en pocos meses? Por salud, la Dirección del Libro y la Lectura, de La Dirección General de Industrias Culturales y Artes del Mincul, tiene que ponerse las pilas.
De esta manera, se sabrá si hubo descuido/desconocimiento/prejuicio en la preselección, o si los integrantes del jurado estuvieron atentos e informados, o si tienen serios problemas para leer, o si estuvieron cabeceando de sueño en el Zoom… En cualquier escenario, esos “terceros lugares” son una monumental grosería que se pudo evitar. ¿Se supone que se premia la calidad en todos los niveles de las categorías del PNL, no?
No debería sorprender que en un futuro muchos autores de reconocido valor literario pidan a sus editoriales no participar en el PNL porque no sienten la más mínima garantía de ser valorados con seriedad. A saber, hay autores importantes que no integran las listas generales del PNL 2020 y no figuran porque no han querido ser filtrados por cuestionados criterios que, a la luz de los recientes resultados, existen. Mucho cuidado: sin autores relevantes no hay PNL.
Lo mejor que le ha podido pasar a la literatura peruana contemporánea es precisamente el Premio Nacional de Literatura del Mincul. No hay que dinamitar su legitimidad con disparates.