El 11 de septiembre es un día lleno de simbolismo. Basta revisar la historia. El 11 de septiembre de 1973, el general Augusto Pinochet derrocó a Salvador Allende, presidente de Chile. Se inició entonces una de las dictaduras más férreas de Latinoamérica. El régimen de Pinochet lesionó los derechos de la gente y marcó un hito en la historia política de nuestro vecino. Basta decir que, no obstante el tiempo transcurrido, Chile no ha podido superar la Constitución de la dictadura pinochetista, a pesar de los dos intentos constituyentes, ambos fallidos, realizados recientemente. Pinochet fue una figura internacionalmente repudiada, tanto es así que fue detenido en Londres por los crímenes ejecutados durante su gobierno. Puede decirse, por ello, que el 11 de septiembre de 1973 es un símbolo que combina la violencia con la muerte.
Nadie puede olvidar el 11 de septiembre de 2001, día en que el terrorismo internacional derribó la famosas Torres Gemelas, en Nueva York. Uno de los símbolos icónicos de Estados Unidos, quedó literalmente pulverizado por la insania de quienes creen que el terror es un método de acción política. Se estima que más de 3 mil personas, todas inocentes, perdieron la vida. Sea por los canales de televisión que transmitieron al mundo entero los hechos en directo, o por las innumerables películas, documentales, crónicas, libros y demás declaraciones, todos sabemos qué significó el 11 de septiembre de 2001: un verdadero símbolo de la barbarie humana, que combina, otra vez, la violencia con la muerte.
Para el Perú, ese día no es extraño. El 11 de septiembre de 2021, murió a los 86 años, Abimael Guzmán, el desquiciado fundador del sanguinario movimiento terrorista, Sendero Luminoso, el cual sembró en el país el horror durante aproximadamente una década. Falleció en la cárcel, donde cumplía la condena que se le impuso por sus execrables crímenes. La patológica conducta de Abimael Guzmán llegó al extremo de considerarse una especie de ideólogo, creador de una doctrina en la que el uso del terror es una manera de acceder al poder. Todos hemos sido testigos de sus atrocidades. El simbolismo de Abimael Guzmán está fuera de duda: la violencia y la muerte, en su caso, son un mismo fenómeno.
Hace pocos días, el 11 de septiembre pasado, falleció Alberto Fujimori, quien gobernó el Perú durante 10 años, con frialdad oriental y gestos dictatoriales. Fujimori es un personaje altamente controvertido. A pesar de haber sido elegido democráticamente, el 5 de abril de 1992 comete un acto de lesa democracia: cierra el Congreso y se convierte en dictador. La presión internacional lo obliga a retroceder y entonces instaura una nueva forma de gobierno: el régimen de la aparente legalidad. Ese es su aporte político. En la época de Fujimori todo aparenta ser formal y legal, pero no lo es. El verdadero poder está en el servicio de inteligencia, bajo la dirección de su socio, Vladimiro Montesinos. El auge y la caída de Fujimori se explican en este siniestro fenómeno: hacer creer que lo formal es lo real.
*Abogado y fundador del original Foro Democrático