Gustavo Rodríguez pertenece a una élite de escritores peruanos, a la compuesta por los escritores que tienen lectores. Eso es algo que no se puede discutir, puesto que el favor de los lectores no debe pasarse jamás por agua tibia. A la par de su trayectoria literaria, Rodríguez también se desempeñó como un exitoso publicista, pero lo suyo siempre fue escribir y desde que empezó a publicar ficción en 1998 —14 títulos entre novelas y cuentarios—, supo que lo suyo sería el entretenimiento.
En esta línea narrativa, Rodríguez acaba de publicar la novela Treinta kilómetros a la medianoche (Alfaguara), en donde explora el tópico de la paternidad. Para tal propósito, se vale de un narrador protagonista —un escritor con las señas del propio Rodríguez— que junto a su pareja disfrutan de una fiesta en Cieneguilla hasta que una llamada dinamita lo que se suponía sería una inacabable noche de rompe y raja. Se le comunica que una de sus hijas acaba de sufrir un accidente en una discoteca. Entonces, el escritor, en comprensible estado de desesperación, decide retirarse y va tras su hija acompañado de su novia ya sazonada en tragos y un chofer que responde al nombre de Hitler.
“Lo que traté de llevar a cabo en esta novela es abrir una mente y sumergirnos en ella. Nuestra consciencia se expresa a través de la asociación de ideas y estas para mi protagonista parten de la especulación sobre lo que pudo pasar con su hija. Es por eso que esta novela no se centra en la aventura, en el punto A y punto B, sino que te trae una cantidad enorme de capas que se sobreponen, porque finalmente la vida es eso”, indica Rodríguez, para quien la “elección de la voz narrativa en primera persona la recuerdo muy lógica, porque quería transmitir la ansiedad de un padre que presume que su hija está en peligro. Yo soy padre de tres hijas y quería que el lector sienta esa incertidumbre por medio de un tono confesional”.
Efectivamente, ese tono confesional es el nervio de esta novela signada por lo políticamente incorrecto. “No sé si hace 20 años hubiera escrito una novela como esta, hoy quiero decir cosas sin temor a lo que se piensa”, responde Rodríguez sobre los diálogos de su narrador con Hitler.
Treinta kilómetros a la medianoche es una deliciosa novela y lo es porque es incorrecta.
“Hace unos días hablé con Alberto Fuguet sobre este tema que me comentas y él me decía que una novela suya iba a ser muy interesante en la medida que sentía mucho pudor de que se la lean. Estamos en una sociedad donde nos miramos mucho y haríamos bien en quitarnos estas camisas de fuerza que nos ponemos por no pisar el callo del otro”, precisa el autor, que ha escrito una novela sobre el amor paterno y de la que estamos seguros crecerá mucho más en el tiempo.
Lectura recomendada, en especial para los padres con hijas.
Para saber más de Treinta kilómetros a la medianoche, aquí esta entrevista con Gustavo Rodríguez: