Los programas periodísticos de la noche del domingo 7 estaban preparados para dedicarse completamente al triunfo de la selección peruana en la Copa Libertadores. Los reportajes ya estaban listos, las ediciones con los goles del Perú ya estaban armaditas con musicalización y todo, esperando cerrarse con los tantos que se anotarían esa misma tarde.
Las notas de celebración fueron emitidas, de todas maneras, con uno que otro cambio. Porque en realidad sí había motivos para celebrar, como el hecho de que después de 44 años Perú había llegado a una final de la Copa Libertadores. Y como que nuestra selección de fútbol no se amilanó después de una goleada y se enfrentó a Brasil con una garra que impresionó tanto al mundo entero que la BBC de Londres le dedicó un artículo explicando por qué la blanquirroja se perfila ya como una de las grandes selecciones de Sudamérica.
Había que celebrar el subcampeonato, que no es poca cosa, y la verdad es que nadie quería escuchar hablar de nada que no sea Perú en la Copa América. Por un día, las denuncias, los reportajes sobre corrupción y los líos políticos pasaban a un segundo plano. Y los que manejan los canales de televisión lo sabían. Había que exprimir este limón. Había que hacer eternas esas horas en las que estuvimos a punto de ser, nuevamente, campeones de América.
Los televidentes no se cansaban de ver, una y otra vez, los penales pateados en el partido contra Uruguay, la increíble atajada de Pedro Gallese al penal pateado por Suárez (ése fue el momento en el que el sueño comenzó a hacerse realidad), los golazos contra Chile, otra vez Gallese tapando otro penal (esta vez de Eduardo Vargas). Esas imágenes se quedarán por mucho tiempo en nuestra memoria.
Llegamos al partido por la final, donde la selección peruana enfrentó a la brasileña de igual a igual. Paolo Guerrero fue el único que anotó un gol contra Brasil en esta Copa, un gol que lo convirtió no solo en el goleador del campeonato junto a Everton (quien también anotó tres goles), sino también en el jugador que más duelos individuales ganó durante la competencia (51) y en juego aéreo (31). Pero eso no alcanzó para que en la ceremonia final le otorgaran siquiera un trofeo. Todos se lo repartieron entre los brasileños. Hasta los más subjetivos como el de fair play, a pesar de que Perú fue el único equipo que no tuvo ninguna tarjeta roja, habiendo llegado hasta la final. Y ni qué decir de las polémicas arbitrales del VAR.
Lo bueno es que esta vez la actitud de la hinchada y de los medios de comunicación fue distinta a la de otras épocas en las que a los jugadores no se les perdonaba nada (aunque todavía haya quienes prefieran hacer rating metiéndose en su vida privada, sabiendo que eso puede afectar su rendimiento). Los balances de todos los comentaristas fueron positivos. Y los titulares y reportajes en los programas que vinieron esa noche, y los días siguientes fueron con el tono de gratitud que este grupo humano merecía. La frase con la que se los recibió en la Videna (con fuegos artificiales incluidos) lo decía todo: “Gracias por hacernos soñar”.
Hacen bien los canales de televisión en aprovechar momentos como este para reforzar nuestra identidad nacional. Hacen bien en enseñar a esta generación que está creciendo viendo a Perú en el Mundial y en la final de la Copa América a ser agradecidos. Varias generaciones creían que eso era imposible. La de ahora sabe que no, que los imposibles no existen para los peruanos y que, a veces, el camino recorrido es tan emocionante como el hecho de llegar a la meta.
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